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Txomin Ziluaga Arrate Santi Brouard Taldea

Treinta años de Unidad Popular

En estos 30 años, miles de cargos electos de la izquierda abertzale han realizado, en complicadísimas situaciones, un trabajo ejemplar en el ámbito institucional. Han demostrado, como ninguna otra opción política, su capacidad real de gobierno y de denuncia

Para analizar la emergencia y desarrollo de la Unidad Popular, que actualmente celebra treinta años de historia, conviene situar brevemente algunas condiciones, causas y hechos que han intervenido en su recorrido.

Ya en 1961, cuando la izquierda abertzale daba sus primeros pasos en el incipiente movimiento obrero y estudiantil, la Policía detuvo y ametralló un coche en Bilbo pensando que sus ocupantes eran de ETA, con el resultado de una persona muerta. Tiempos de militancia voluntaria consciente del riesgo. Años de lucha clandestina y debates intensos que clarificarían, mediante la práctica, la falsedad de la tesis de las dos comunidades -autóctonos y emigrantes- y la realidad del pueblo trabajador vasco como sujeto de las transformaciones. En 1968, la caída de Txabi Etxebarrieta y a su vez la emergencia de un importante movimiento popular, la ejecución del torturador Melitón Manzanas y el estado de excepción aplicado «manu militari» -con detenciones, torturas, destierros, cárcel y exilio-, marcarán el devenir de la lucha del pueblo vasco por la autodeterminación. Después vendría el proceso de Burgos, la movilización popular espontánea en Euskal Herria y la solidaridad internacionalista.

Hoy en día el Colectivo de Presos Políticos Vascos está conformado por 738 personas, de las cuales 44 llevan más de veinte años de prisión en sus espaldas y trece padecen enfermedades muy graves. En los últimos 25 años hay documentada acreditación de la práctica de torturas a 7.000 hombres y mujeres. Datos estremecedores que revelan la entidad de un conflicto político que sólo podrá encauzarse por la vía del diálogo y la negociación política, y nunca bajo el esquema imperial de victoria o derrota.

En este contexto, el pasado 27 de abril intentamos ejercer el derecho de reunión en Durango para compartir las razones y sentimientos que han guiado estos treinta años de lucha de la Unidad Popular por el socialismo y la independencia de Euskal Herria. Queríamos reunirnos de manera pública y abierta para hablar de costes y logros desde la formación de la Mesa de Altsasu a nuestros días. Pero la gran violencia institucional -realmente existente- trató de impedirlo. El Sr. Balza, como cipayo mayor del reino, interpretó las leyes de excepción de la Audiencia Nacional y como vasallo del inquisidor Garzón empleó sus patrullas armadas que agredieron a la pacífica y desarmada población civil que defendía sus derechos y libertades, causando numerosos heridos y detenidos.

Una primera reflexión evidencia cómo la conciencia y combatividad de la izquierda abertzale está garantizada, también su arraigo presente y potencialidad futura, porque está firmemente asentada en razones, sentimientos y una conciencia colectiva sobre la propia vida, la convivencia y la solidaridad internacionalista que son de las más avanzadas de la actual Unión Europea -aunque desearíamos ser igualados y superados, cuanto antes mejor-.

Mientras tanto proliferan gravísimos casos de corrupción en el sector público -Guggenheim, Balenciaga, Hacienda de Irun...-, protagonizados por afiliados del PNV de Urkullu pero que recuerdan los del PSOE de González. También recuerdan casos como Azpiegitura, apoyado por Ardanza, el cobarde lehendakari del silencio cómplice, que ni siquiera se tapó la nariz para formar gobierno con el PSOE de los GAL. Activo colaborador en la dispersión de los presos y la represión generalizada contra su pueblo, Ardanza diseñó el Pacto de Ajuria Enea para cortocircuitar la vía del diálogo. También ahora es el sector hegemónico del PNV de Bizkaia el mayor interesado en perpetuar la política del chanchullo y en abanderar la perversión de la ética; el que busca, de cualquier modo, pactos cautivos con el PSOE.

Y una segunda reflexión: en estos treinta años miles de concejales, alcaldes, junteros y parlamentarias de la izquierda abertzale han realizado, en complicadísimas situaciones, un trabajo ejemplar en el ámbito institucional. Han demostrado, como ninguna otra opción política, su capacidad real de gobierno y de denuncia para dificultar usurpaciones y robos de la derecha. Realidad fraguada en la interrelación objetiva de todas las formas de lucha operantes en el conflicto. De ahí el triunfo popular sobre Lemoiz y la OTAN, la movilización activa y articulada en defensa de la eukaldunización, la consecución de la mayoría sindical soberanista y la participación activa en los ámbitos de la educación. La mayoría del pueblo vasco ha seguido forjando su conciencia de solidaridad internacionalista con pueblos de los cinco continentes. Por todo ello, el pueblo vasco se ha ganado a pulso el derecho a decidir sobre sí mismo y a separarse de esos corruptos aparatos de estado y de sus representantes.

Y, por último, nos reafirmamos en nuestra voluntad inequívoca por activar las fuerzas autodeterministas para comprometernos en la tarea de acelerar condiciones de distensión que permitan la vía del diálogo y la negociación entre las partes implicadas en el conflicto.

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