GARA > Idatzia > Mundua

Medvedev recibe las llaves del Kremlin a la sombra de Putin

El anunciado traspaso formal de la Presidencia de Vladimir Putin a Dimitri Medvedev se completó ayer con un acto de reminiscencias imperiales. El nuevo inquilino del Kremlin se apresuró a proponer a su antecesor para el cargo de primer ministro, decisión que será ratificada hoy por la Duma. Más allá de formalismos, todo apunta a que Putin seguirá manteniendo, por lo menos en una primera fase, buena parte de los resortes del poder en sus manos.

p026_f01_250x164.jpg

Dabid LAZKANOITURBURU |

El nuevo presidente de Rusia, Dimitri Medvedev, asumió sus funciones ayer junto a su valedor y primer ministro electo, Vladimir Putin.

Tras jurar sobre la Constitución en el marco de una gran ceremonia en el Kremlin, Medvedev instó a «superar el nihilismo jurídico», eufemismo para calificar a la corrupción, uno de los grandes y recurrentes males de Rusia desde el desplome de la URSS.

«El objetivo más importante es el desarrollo de las libertades civiles y económicas, la creación de nuevas posibilidades para el desarrollo personas de los ciudadanos, de ciudadanos libres y responsables», anunció solemne el nuevo inquilino del Kremlin, regalando los oídos de los que desde Occidente suspiran por un giro liberal en el devenir de la nueva Rusia tras ocho años de presidencia de Putin.

Con 42 años de edad, Medvedev se convierte en el tercer y más joven presidente de Rusia tras Boris Yeltsin (1991-1999) y el propio Putin (2000-2008) y encarna la llegada al poder de una nueva generación que comenzó su carrera tras la caída de la URSS.

Sus biógrafos destacan las diferencias de Medvedev respecto a su predecesor. Su estilo más moderno, más normal frente al «militarismo brutal y el sex appeal de mujik (campesino)» de Putin, al que opondría «un estilo intelectual y dandy». Modernismo que no oculta, en ningún caso, cierto tradicionalismo en boga en la Rusia que emergió de las cenizas soviéticas.

Con todo, y más allá de estilos, lo que está claro es que Medvedev es un producto depurado de la era Putin.

Jurista de discurso monótono, el nuevo presidente no ha dudado en copiar incluso la entonación de su mentor, quien le introdujo en la vida política en la Alcaldía de San Petersburgo cuando aquél no era más que un licenciado en derecho.

Al final de la ceremonia de investidura, el nuevo presidente propuso formalmente a Putin como primer ministro, nombramiento que será ratificado sin problemas por la Duma.

Como una muestra de su poder, prácticamente intacto, Putin convocó por la tarde al Kremlin a los grupos parlamentarios, a los que transmitió su voluntad de «resolver en común de la manera más óptima los problemas económicos y sociales» y el «reforzamiento de la capacidad militar del país».

El presidente saliente tomó antes la palabra durante el solemne acto en el Kremlin para insistir en que «seguiré cuidando de Rusia».

«Ha habido errores (...) Pero hemos logrado un hito (...) Es importancia proseguir con la política que hemos llevado a cabo, política que se justifica por sí misma», señaló en un mensaje a su sucesor.

Medvedev recibió de sus manos los códigos del maletín nuclear y firmó sus primeros decretos sobre la dimisión del hasta ayer primer ministro, Viktor Zubkov, y la concesión de viviendas a veteranos de la Segunda Guerra Mundial.

Con poderes constitucionales fuertes, Medvedev es desde ayer el nuevo comandante supremo de las Fuerzas Armadas -y de su potente arsenal estratégico- y tiene a su cargo la política exterior del país más extenso del mundo.

Asimismo, el nuevo primer ministro Putin tendrá bajo su control la política económica, así como el gas y el petróleo, verdaderos atributos de la nueva potencia rusa emergente.

Frente a los precedentes jefes de Gobierno, totalmente subordinados al Kremlin, Putin dispondrá asimismo de importantes poderes personales puesto que liderará Rusia Unida, la coalición gubernamental que dispone de dos tercios de los escaños de la Cámara.

A ello hay que sumar una oposición absolutamente domesticada, a excepción de los comunistas del PCFR, que ya han anunciado que votarán en contra de su nombramiento.

Por contra, los panrrusos del Partido Liberal Democrático del xenófobo Vladímir Yirinovski, y Rusia Justa, partido «socialdemócrata» promovido por el Kremlin y liderado por el presidente del Senado, Sergei Mironov, votarán a favor de la investidura de Putin.

El propio Medvedev venció en las presidenciales del 2 de marzo con un 70% de los votos y con la promesa de continuidad de la política rusa de los últimos años, basada en tres ejes: el fin del caos económico de la era Yeltsin y la construcción de un modelo de «democracia a la rusa», unido a un fortalecimiento militar y diplomático del país.

Pocos auguran la posibilidad de que Medvedev vaya a hacer uso de sus poderes para imponerse a Putin, siquiera en esta primera fase. En espera de conocer el destino de consejeros claves de Putin como Igor Sechin y Vladislav Surkov -este último el ideólogo de la «construcción nacional de la democracia»-, se especula mucho con que el nuevo presidente no está encuadrado en la clase de los siloviki (políticos que, como el propio Putin, provienen de los servicios secretos o, en su defecto, del Ejército o de la Policía).

El propio Medvedev realizó recientemente unas declaraciones en las que asumía el papel de los siloviki en el Gobierno. Olga Krichtanovskaia, una socióloga conocedora de las élites rusas, asegura que las tres cuartas partes de los puestos en el Kremlin y en la alta administración están ocupados por este pujante grupo de poder.

Poco ha trascendido sobre las intenciones de Medvedev en materia de política extranjera más allá de su alineamiento con las tesis de su mentor.

Sobre su conocido liberalismo en materia económica, su discurso de investidura pareció alineado tímidamente con los defensores de la iniciativa privada.

No obstante, diarios como «Vedomosti» lo tienen claro. «Es difícil saber si Medvedev seguirá siendo el hombre de la semana (...) Putin seguirá siendo, a buen seguro, el hombre del año».

Un gran ceremonia plenamente cargada de fastos imperiales

La ceremonia de investidura, organizada y presentada con una magnificencia imperial, está destinada a consagrar, como el gran desfile militar del viernes 9 de mayo, la grandeza pasada y reencontrada de Rusia, coinciden los expertos.

El ceremonial, perfectamente reglado, se desarrolló en los exteriores del Gran Palacio del Kremlin, antigua residencia de los zares. La llegada solemne del Mercedes negro del nuevo presidente, filmada desde helicópteros, dio inicio al acto. A las 12 del mediodía, Medvedev subía la inmensa escalera de honor recubierta con un tapiz y flanqueado por oficiales del regimiento del Kremlin en uniforme de honor, para cruzar luego una sucesión de salones a cuál más impresionante.

Tras el solemne juramento, se sucedieron otras imágenes ofrecidas en directo por la televisión: la salva de cañones, las cúpulas doradas de las iglesias del Kremlin, paradas de regimientos multicolores...

El cineasta Nikita Mijalkov elogió la fastuosidad del acto. «La necesidad de solemnidad se corresponde totalmente con la mentalidad rusa», aseguró a la cadena de televisión Novosti.

«Hemos sido los primeros en Rusia en haber recurrido a equipamientos que son utilizados para películas espectaculares para mostrar un acto oficial», señaló el responsable de la primera cadena de la televisión rusa, Konstantin Ernst, quien fue a su vez el responsable de la emisión, igualmente solemne, de la investidura de Putin en 2000. «Buscamos provocar en el espectador un sentimiento patriótico», añadió. «Todos los medios son pocos para probar al mundo entero que Rusia se ha levantado», coincide el analista Alexandre Konovalov. Marina LAPENKOVA

maletín nuclear

El nuevo presidente Medvedev recibió de manos de Putin los códigos de control del armamento nuclear en un salón del Kremlin y poco después de su investidura.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo