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Un nuevo ciclo político en el mismo escenario

La imagen del traspaso de poderes presidenciales supone la plasmación de la apertura de un nuevo ciclo político en Rusia. Lo que no quiere decir que nos encontremos ante cambios estructurales de calado, sino más bien ante una nueva etapa del guión ingeniosamente elaborado por el propio Putin para garantizar el desarrollo y la presencia de Rusia en el nuevo escenario mundial.

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Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

Las posiciones institucionales que ocupan ambos políticos dejan claro que el papel de Putin no decrecerá tras su abandono de la presidencia. Al contrario, ha logrado incrementar el poder del primer ministro, reforzado además con el nombramiento de presidente de Rusia Unida, que controla la Duma.

Pese a ello muchos no han podido resistirse a describir la presente situación como el fin de la era Putin, en un intento de primar el papel que pueda desempeñar Medvedev en el futuro, pero generalmente en clave de intereses occidentales y no de mantener y desarrollar la actual política rusa.

De un tiempo a esta parte han venido especulando en esa línea argumental, y una tras otra, las decisiones de Putin y la propia política rusa les ha dejado en muy mal lugar. El simple desconocimiento de esa compleja realidad, la defensa de otros intereses más allá del mero análisis politilógico o las ansias por «adivinar» el devenir ruso les ha llevado a cometer uno tras otro verdaderos errores de bulto.

La situación política en Rusia se presenta ahora tan o más compleja que hace unos meses. Las redefiniciones de los nuevos dirigentes en sus cargos nos permitirán ver si nos encontramos ante un posible enfrentamiento Medvedev-Putin, o si más bien el primero es otra pieza del puzzle diseñado por el segundo.

Con el pulso entre las familias del Kremlin asistiremos a la reubicación en este nuevo ciclo de los poderosos siloviki, que tampoco son un movimiento uniforme.

Otro aspecto a tener a destacar es la ausencia de una oposición organizada, y con una mínima seriedad política, exceptuando el Partido Comunista. De momento, el Parlamento está controlado por el partido Rusia Unida, creado siguiendo el guión del propio Putin, y no se vislumbra ninguna otra alternativa.

También la política exterior deberá seguirse con lupa, sobre todo en torno a Europa y a las maniobras de EEUU a través de la OTAN. Mientras que estados como el francés o Alemania apuestan por una implicación mayor de Rusia en Europa, la actitud de Washington ha creado un ambiente muy enrarecido: los proyectos a expansión de la OTAN, sobre todo en Ucrania, que crea importantes problemas de comunicación (visados), económicos (dependencia industrial) y militares (presencia de la marina rusa en Crimea) y en Georgia. Las bases militares en Bulgaria o Rumania o el reciente affaire de Kosova son aspectos que inducen a pensar en una reacción rusa ante lo que consideran un acoso en toda regla, más propio de la era de la Guerra Fría.

Putin ha logrado crear una importante base de poder independiente del propio presidente, con el respaldo seguro de Rusia Unida y del parlamento, y también se ha asegurado el apoyo de las poderosas élites políticas regionales, aupadas por él en su momento a los círculos de poder.

La situación privilegiada que ha forjado Putin le puede permitir evitar que todo su proyecto salte en pedazos fruto de las disputas e intrigas entre los distintos sectores políticos, económicos y sociales de Rusia, y sin duda esa es la verdadera preocupación del nuevo primer ministro. Sin olvidar que deberá hacer frente a la importante corrupción que asola buena parte de los sectores citados anteriormente, y al mismo tiempo proseguir con su estrategia para que Rusia recupere su peso en la arena internacional.

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