Aniversario del fin del proceso de negociación
Hoy se cumple un año del día en que el PSOE dijo no
El 21 de mayo de 2007 era lunes, un lunes que pudo cambiar el futuro de Euskal Herria y todo el Estado español. Sólo un día antes, Zapatero había tildado de «dislates» los rumores sobre la continuación de la negociación, pero lo cierto es que ese 21-M ambas partes volvieron a reunirse en una ciudad europea. Fue el último intento, revelado por GARA en junio y desmentido durante muchos meses por el PSOE. Zapatero asume hoy que pudo ser «el fin del túnel», pero sus enviados huyeron del acuerdo.
Ramón SOLA
La pelota estuvo botando sobre el tejado del Gobierno de Zapatero durante todo ese fin de semana, el segundo de la campaña electoral para las municipales. Sus enviados y los de ETA se habían reunido entre el lunes 14 y el miércoles 16, y también lo habían hecho los de PSOE y Batasuna. Todas las cartas habían sido puestas sobre la mesa por la izquierda abertzale con más concreción que nunca: como publicó GARA en su cuadernillo especial sobre el proceso de negociación, el Estado tenía sobre su mesa una propuesta de solución política consistente en crear un marco jurídico-político único para Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa que llevara aparejado el reconocimiento del derecho a decidir. Y ETA, por su parte, se comprometía a «desactivar la lucha armada y desmantelar sus estructuras militares» en el marco de un proceso consensuado y progresivo, con un horizonte temporal delimitado: el año 2012.
El PSOE pidió tiempo el 16 de mayo, y la izquierda abertzale se lo dio. La reunión definitiva se fijó el lunes 21. Mientras algunos medios hacían cábalas sobre dónde estaba Arnaldo Otegi en esos días, José Luis Rodríguez Zapatero mantenía un agenda pública normal. El viernes 18 se reunió con el Nobel de la Paz Mohamed el-Baradei y acudió a un mitin a Mallorca. El sábado 19 estuvo en Las Palmas. El domingo le tocó hablar en Sevilla. Y el lunes, en Oviedo. Las fotos de esos actos lo muestran relajado, cuando no directamente envuelto en la euforia inherente a los eventos de campaña. Meses después, cuando admitió estos contactos, Zapatero dio a entender que en realidad tenía clara su respuesta: «La situación estaba ya muy deteriorada, muy deteriorada. Y [el diálogo] fue debido al deseo de instancias internacionales. Al ver que tenían toda la buena voluntad de que pudiera verse la luz al final del túnel, de que aquello fuera el fin... Pero la verdad es que había muy pocas posibilidades», declaró a ``El Mundo''.
Efectivamente, aquel día pudo ser el final del túnel. Como publicó este periódico en junio del pasado año, en ese fin de semana La Moncloa debió calibrar si aceptaba la propuesta de la organización armada, de nueve puntos, destinada a desarrollar el acuerdo político al que pudieran llegar PSOE y Batasuna y a abrir paso a una «tercera fase» de negociación sobre las cuestiones pendientes (presos, exiliados, víctimas, desmilitarización, Comisión de Verificación...). Todo ello se habría implementado en el transcurso de la legislatura 2008-2012, la actual. A su conclusión, ETA se habría autodesmantelado.
Blair y Adams
Sólo Zapatero y el «núcleo duro» que gestionó aquel proceso (Alfredo Pérez Rubalcaba, Javier Moscoso, Jesús Eguiguren...) podrían aclarar con qué voluntad acudieron a aquella cita crucial. La explicación oficial es la que dio el presidente español a Pedro J. Ramírez y a la que se han atenido otros miembros de su equipo, como José Antonio Alonso: sólo querían «explorar» la situación. La explicación parece coherente con la actitud que mantuvieron en las reuniones: como reveló este diario en setiembre, los representantes del PSOE llegaron a esbozar una propuesta en una pizarra, pero se echaron atrás cuando vieron que la otra parte la aceptaba, y una vez que los mediadores la habían puesto en negro sobre blanco. El Gobierno de Zapatero percibió el desconcierto de los expertos y observadores internacionales, como mostró la gira realizada por Rubalcaba en verano para testar su posición y preparar el terreno a la oleada represiva posterior.
En estos doce meses han ido apareciendo a cuentagotas algunos detalles sobre aquel intento definitivo de solución con un formato inédito de doble mesa. Por ejemplo, al PSOE no le ha importado sacar a la luz pública los nombres de las autoridades internacionales que auspiciaron aquellas reuniones. Su negociador, Jesús Eguiguren, decía en ``El País'' el pasado 6 de abril que «después del atentado de la T-4, Tony Blair y Gerry Adams pidieron al Gobierno que escuchara a ETA. Y el Gobierno lo hizo».
Los dirigentes del PSOE reconocen hoy todo ello de modo abierto, aunque ciñéndose a su versión oficial y obviando o minimizando la disposición expresada por ETA. Pero no siempre fue así. Durante seis meses lo negó todo: exactamente, desde que GARA lo dio a conocer el 15 de junio de 2007 hasta que Zapatero confirmó el 13 de enero pasado que tras la T-4 siguió habiendo contactos.
En junio, este diario informó de que «el Gobierno negoció con ETA a la vez y en el mismo sitio que PSOE y Batasuna, hace 25 días». La vicepresidenta del Ejecutivo, María Teresa Fernández de la Vega, replicó al día siguiente que «no ha habido absolutamente ningún contacto». Y el portavoz del PSOE en el Congreso, Diego López Garrido, añadió que «hay que creer al Gobierno democrático y no lo que diga un entorno terrorista».
Pero el más contundente en negar lo que ahora reconoce sin tapujos fue el mismo Zapatero, y con más énfasis que nunca en la víspera de la reunión decisiva de hace hoy un año. Ante los rumores que habían aparecido en diarios como ``Abc'', ese domingo 20 de mayo Zapatero afirmó que sostener que había diálogo tras el atentado de Barajas suponía «un dislate».
El PSOE lo sabía
Pese a lo que había ocurrido entre el 14 y el 21 el PSOE llegó a aquellas elecciones del 27 de mayo vendiendo mensajes optimistas. Por contra, desde la izquierda abertzale imperó el realismo, y no se ocultó la preocupación por el escenario. Así quedó claro en la rueda de prensa ofrecida por una amplia representación tres días después, el 24 de mayo, en Iruñea. Lógicamente, Arnaldo Otegi y sus compañeros no revelaron ese último intento, pero sí explicaron que tras el veto al nuevo partido ASB o la prohibición masiva de listas se veían obligados a «actualizar el análisis y examinar las consecuencias, riesgos y posibilidades con toda su crudeza». Y alertaron al PSOE de que «se equivoca si cree que aceptaremos un acuerdo que no reconozca los derechos nacionales; se encontrará de frente con la izquierda abertzale».
El partido de Rodríguez Zapatero silenció aquel mensaje, con un objetivo evidente: cargar sobre la izquierda abertzale el mayor peso posible de la responsabilidad de la ruptura que venía. El PSOE sabía perfectamente que el final del alto el fuego era cosa de días, porque ETA se lo había comunicado en la mesa tanto a la parte estatal como a los observadores y mediadores con una frase: «El enfrentamiento armado será inevitable».
El comunicado de ETA que notificaba el final de catorce meses y medio de alto el fuego se dio a conocer el día 5 de junio, pero el proceso se había quebrado realmente ese 21 de mayo del que hoy se cumplen justo doce meses. O, como admitiría meses después Rubalcaba, «la verdad es que nunca arrancó del todo».
Aquella ronda de reuniones de hace un año tuvo otra característica: la ausencia del PNV. Cuando informó sobre la misma, este diario explicó que los jelkides no fueron invitados «al ser considerados un obstáculo». Por un lado, su alineamiento total con las posiciones del PSOE, quebrando el esquema de «triangulación» previsible al inicio del proceso, lo había convertido en un agente totalmente prescindible para llegar a un acuerdo. Por otro, Josu Jon Imaz llevaba meses dando por roto el proceso y aventurando atentados de ETA. Y había un tercer inconveniente relativo al escollo principal para un acuerdo político: el PNV no sólo no impulsaba la «autonomía a cuatro» propuesta por la izquierda abertzale, sino que recelaba porque podía perjudicar a su hegemonía en la CAV.
La ciudadanía ha pasado factura a esa posición propinando al PNV dos fuertes reveses electorales desde entonces: en mayo de 2007 y en marzo pasado. Así que resulta significativo que ahora tanto la dirección jelkide como Juan José Ibarretxe hayan decidido recurrir a Loiola para tratar de reivindicarse como un agente que sí se «moja» por la solución. Un agente al que le importan las soluciones y no las elecciones, como quiso resaltar ayer Ibarretxe en Moncloa.