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Leonardo Boff Te�logo

Hay que rescatar el romanticismo

Un devastador vac�o existencial marca a millares de personas que tratan de llenarlo mediante el consumo desenfrenado

Observando los escenarios sociales a nivel de mundo y de Brasil nos llenamos de abatimiento. Es melanc�lico ver la falta de sentido humanitario de los pa�ses ricos frente a los pobres en la fracasada Ronda de Doha. En Brasil es melanc�lica la decisi�n de jueces sin juicio que aprobaron candidaturas de pol�ticos con ficha sucia, con una falta total de consideraci�n hacia el pueblo, permitiendo de esta manera que sea gobernado por personas sin credibilidad �tica. Colocan el c�digo delante de los ojos para esconder la realidad, ocultando de esta manera el derecho y el bien com�n a los cuales deber�an servir. Es grande el abatimiento por la amenaza de hambre de millones de personas, debido a la desorganizaci�n introducida por el agronegocio mundial y la especulaci�n de los mercados de materias primas. D�a a d�a nos alertan acerca del caos ecol�gico que se est� instalando en la Tierra, que amenaza la biodiversidad y, al l�mite, a la propia especie humana. Y sigue desenfrenada la voracidad productivista, deforestando, contaminando aguas y envenenando suelos.

Nadie sabe hacia d�nde estamos yendo. Lo cierto es que la prolongaci�n del viaje de la nave espacial Tierra, limitada en recursos y averiada en muchos puntos, puede provocar un desastre colectivo. Esta situaci�n, como bien lo demostraron Michael L�wy (franco-brasile�o) y Robert Sayre, lleva a lo que es el t�tulo del libro de ambos: �Revolta e melancolia� (Vozes, 1995). Lleva a la revuelta contra el exceso de materialismo, de esp�ritu utilitarista en la relaci�n para con la naturaleza, inflaci�n de l'esprit de g�om�trie pascaliano, dominaci�n burocr�tica y desencanto del mundo. Lleva a la melancol�a frente a la anemia espiritual dominante en la cultura, la ausencia de la raz�n sensible y cordial que funda el respeto a la alteridad, la �tica del cuidado y la responsabilidad universal.

Hubo en el pasado, y contin�a en el presente, un movimiento cultural que se opuso a lo que convencionalmente se llam� �esp�ritu del capitalismo�, estudiado en detalle por los dos autores citados: el Romanticismo. Necesitamos superar el sentido convencional de romanticismo que lo identifica con una escuela literaria o art�stica. Romanticismo es algo m�s complejo y profundo. Se trata de una cosmovisi�n, de una forma de habitar el mundo, no s�lo prosaicamente con artefactos, m�quinas, ordenaciones sociales y jur�dicas, sino de habitar po�ticamente el mundo al articular la m�quina con la poes�a, el trabajo rutinario con la creatividad, el inter�s con la gratuidad, la objetividad en los conocimientos con la subjetividad emocional, el pan trabajosamente ganado con la belleza fascinante de las relaciones calurosas. Esto hay que rescatarlo.

La sociedad de la tecnociencia y del conocimiento nos mand� al exilio, nos rob� el sentimiento de un hogar y de una patria y principalmente nuestra capacidad de conmovernos, de llorar, de re�r con gusto y de apasionarnos por la naturaleza y por la vida. Estamos condenados a vivir bajo el �sol negro de la melancol�a�, pero no s�lo los rom�nticos (en t�rminos anal�ticos) son afectados por esta melancol�a, sino tambi�n los adeptos a la cultura imperante. Un devastador vac�o existencial marca a millares de personas que tratan de llenarlo mediante el consumo desenfrenado.

Esta condici�n humana suscita de nuevo la utop�a. Nace de la convicci�n de que el mundo no est� fatalmente condenado a la melancol�a. Hay en nosotros y en la sociedad virtualidades a�n no ensayadas que, puestas en pr�ctica, pueden reencantar la vida. Es, pues, una utop�a necesaria, mensaje perenne del romanticismo. Bien termina Michael L�wy su obra: �la utop�a ser� rom�ntica o no ser�.

� Alai-Amlatina

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