La ira de los usuarios de los trenes de cercanías del área de la capital argentina han vuelto a estallar como consecuencia de la enésima interrupción del servicio ferroviario.

Más de un millón de personas se ven obligadas diariamente a hacer uso de un servicio cuya calidad se ha visto muy mermada desde la privatización de la compañía Ferrocarriles Argentinos en la década pasada -la red pasó de tener más de 47.000 kilómetros a sólo 10.000-. Esto genera unas situaciones muy tensas que, en ocasiones, terminan estallando, como ocurrió el miércoles en la estación Ituzaingo.

Además, las graves carencias del servicio han provocado que un sinfín de grupos de usuarios organizados denuncien, a su vez, el proyecto gubernamental de construir un tren de alta velocidad, el denominado «Tren Bala», porque consideran que acaparará las inversiones que necesita el actual servicio ferroviario sin resolver ninguno de sus graves problemas.

Como viene siendo habitual, los gobernantes trataron de desviar la atención acusando a «militantes de izquierda» de llevar a cabo un sabotaje que precipitó el estallido de ira, que se saldó con siete detenidos.

Según el relato del diario «Página 12», «todo se inició a las siete de la mañana, con la detención de un tren. La protesta de pasajeros derivó en un corte de vías y en el incendio de ocho vagones. La empresa denunció un sabotaje y el Gobierno acusó a militantes de izquierda».