El Congreso Nacional Africano afronta con tranquilidad las elecciones que se celebran hoy en Sudáfrica. Todas las encuestan pronostican que el zulú Jacob Zuma, el candidato respaldado por Nelson Mandela, saldrá vencedor respaldado por una holgada mayoría. Así, y salvo sorpresas poco probables, el CNA seguirá al frente del país durante una nueva legislatura, la cuarta consecutiva desde el fin del régimen segregacionista del apartheid en 1994. Probablemente, junto a los procesos de descolonización, la mayor gesta de la historia de Sudáfrica.

Y si los logros han sido grandes, no lo son menos los retos. Sudáfrica no es ajena a la dura realidad que vive el continente negro. Un volumen de desempleo superior al 30%, y una de las mayores tasas de infección por VIH del mundo dibujan el paisaje desolador al que se enfrenta un país que, sin embargo, sigue confiando en el espíritu que guió la liberación de las cadenas del apartheid como único instrumento válido para conseguir levantar una nación de personas libres y en igualdad de condiciones. Y, hoy por hoy, ese espíritu es el que guía la acción política del Gobierno de izquierda formado por CNA, PCSA y Cosatu (sindicato hegemónico y parte del proceso de liberación). Un gobierno que ha identificado perfectamente cuáles son los principales problemas a resolver con urgencia y que se apresta a luchar contra la pobreza y las desigualdades socioeconómicas todavía existentes.

Sudáfrica ha cubierto en muy poco tiempo el trecho más significativo de su historia, pero su lucha no terminó con el final del apartheid. De hecho, sólo fue el principio. El enorme caudal político acumulado por el triunfo que lideró Mandela ha servido para que, a pesar de los avatares que han vivido tanto el Congreso Nacional Africano -que ha sufrido una reciente escisión- como el Gobierno -con escándalos que han salpicado al propio Jacob Zuma- , el pueblo sudafricano siga confiando en un proceso que se ha consolidado sobre sus profundas convicciones democráticas.