Designios divinos y otras ayudas de tipo más esotérico. A todo se agarra Osasuna para devolver la confianza a los suyos de que al sprint de la segunda vuelta se le va a dar cumplido colofón con el regreso a sumar de tres en tres y poner el peldaño definitivo para continuar un año más en Primera.

Si se suele mentar a San Fermín cuando el público tiembla a la vista de un posible roto por parte del rival, tampoco ahora se le van a hacer ascos a la visita de una adivina, como la que ayer se paseó por Tajonar -con miniatura de bruja en ristre-, que vaticinó que la escuadra navarra se va a salvar y que hoy derrotará al Málaga.

Por si acaso, los de Camacho harían bien en no confiar toda su suerte a las meigas, no vaya a ser que a su oponente le dé por firmar otro descosido en El Sadar como a los que nos tiene acostumbrados en los últimos tiempos y deje sin valor la reciente remontada rojilla. Los de Antonio Tapia -ya sabe lo que es ganar en el estadio iruindarra por 1-6- vienen de imponerse en tres de sus últimas cuatro salidas y eso es un dato como para echarse a temblar.

No es menos espectacular la racha que lleva Osasuna en su propio feudo -cinco victorias de seis choques disputados-, amén de que está obligado a lavar la mala imagen que ofreció en Almería y de que no puede permitirse jugárselo todo a una carta con el Recreativo o en los desplazamientos a Valladolid y Getafe, antes de que comience su postrero Tourmalet en las tres últimas jornadas.

Rozando el lleno

El incondicional apoyo de los suyos es otro factor en el que deberán sustentarse los anfitriones, con un campo que volverá a rozar el lleno, pese al horario y al día laboral. Gestionar el ánimo desde la grada puede ser cuestión determinante en el resultado final, pues no debe ser acicate para dejarse llevar por un juego alocado en ataque, máxime con el mortal contragolpe de que disponen los visitantes.

Sin lugar a dudas, el mejor hechizo de esta tarde-noche sería alcanzar los 38 puntos para estar a un paso de respirar tranquilos y, de paso, disfrutar de los envites con los grandes de manera sosegada y degustando algún que otro bebedizo.