Maite SOROA | msoroa@gara.net
Más de lo anterior: represión
Se les llena la boca con la palabra «cambio» y se olvidan hasta de disimular. Iñaki Ezkerra en «La Razón» ponía al descubierto ayer que lo de la separación de poderes es un mito comparable al del monstruo del Lago Ness o la supervivencia de Elvis Presley en una isla perdida del Océano Pacífico.
Según el eximio y muy conocido pensador del nacionalismo hispano, «los pasos que dé la Audiencia Nacional en los próximos meses para castigar o hacer la vista gorda al delito de enaltecimiento del terrorismo van a ser decisivos para llevar a buen puerto el cambio vasco o dejar ese cambio a medias». O sea, que los jueces deben estar a las órdenes de López y Basagoiti (yo creo que ya lo están, pero en fin...).
En plan un tanto misterioso, Ezkerra alerta a los suyos porque «se temen respuestas del entramado de ETA y las habrá en la medida en que ese mundo totalitario perciba fisuras en el democrático. ETA, como siempre, nos está midiendo y viendo qué posiciones puede tomar o en cuáles puede afianzarse ante la nueva situación creada en Euskadi». ¡Qué misterio!
Lo deja todo muy claro a renglón seguido: «La batalla judicial es fundamental para apuntalar ese cambio político y sociológico. El ejemplo de la alcaldesa de Hernani es bien ilustrativo en este sentido. Grande-Marlaska la acaba de librar de un juicio al haber accedido, tras una inicial resistencia, a retirar el nombre del etarra Aristimuño de un parque. Como ETA, la alcaldesa de Hernani nos está midiendo. Por eso es precisa una sentencia ejemplarizante para el delito, que se juzgará el jueves, el de jalear públicamente a un par de etarras. Es preciso barrer de la Audiencia Nacional cualquier rastro de la indulgencia que fue una consigna explícita de Conde-Pumpido durante la negociación y que ha tenido sus posteriores inercias en la política errónea del palo y la zanahoria para presionar a la banda. El cambio debe darse en Euskadi y en ETA, no en la Justicia, donde el único cambio que cabe es a que deje de cambiar».
O sea, insistir en la represión y esperar que los problemas se evaporen. Más de lo mismo.