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Despedida al poeta del compromiso

Se apaga la voz de Benedetti, pero queda en el recuerdo

A pesar de que veía la poesía como «un drenaje de la vida, que enseña a no temer la muerte», o tal vez por ello, ésta le visitó el domingo en su casa de Montevideo. Su obra, llena de memoria, queda como testimonio del escritor uruguayo de la generación del 45 que escribió y vivió comprometido socialmente y enamorado de la literatura, y de su Luz.

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GARA | GASTEIZ

Decía Mario Benedetti que su táctica era ser franco y quedarse así en el recuerdo. Escribía además que el olvido es la forma velada de burlarse de la historia. Por algo tituló con «El olvido está lleno de memoria» uno de sus más de setenta libros. Era una colección de poemas, pero el escritor uruguayo, que falleció el domingo a los 88 años de edad, fue también cuentista, novelista, articulista, dramaturgo y ensayista. Su obra le convirtió en uno de los autores más relevantes de la literatura uruguaya.

Fue el poeta del compromiso y, al mismo tiempo, el poeta del amor. «Conciencia de la poesía y poesía de la conciencia» le gustaba decir haciendo suya una descripción que Octavio Paz hizo de Antonio Machado. Su activismo político no se puede resumir en su etapa como director de la revista literaria «Marcha», ni en su participación en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, ni en la fundación del Movimiento de Independientes 26 de marzo. Su activismo político se encontraba en sus palabras. Las mismas que se iniciaron con el primer libro de cuentos que escribió en 1949 («Esta mañana)», con su primera novela de 1953 («Quién de nosotros») o con la que consiguió reconocimiento internacional y que Fellini llevó a la pantalla: «La Tregua». «No tengo actitud subversiva sino crítica. Digo lo que me parece mal», afirmó Benedetti al diario mexicano «La Jornada» en una entrevista. Y siguió diciéndolo hasta el último día. Presentó «Testigo de uno mismo» el año pasado y seguía trabajando en «Biografía para encontrarme».

Exilio y «desexilio»

Se vio obligado a abandonar Uruguay tras el golpe militar de 1973. El exilio y la dictadura fueron algunos de los temas de sus obras. Pero también el «desexilio», palabra que tuvo que inventar para explicar la realidad que vivió al volver a su país. Incluso reivindicó la «nostalgia del exilio». Con sus obras impidió que el olvido se burle de la historia e ironizaba con los pacificadores y «su ruido metálico de paz», a la vez que reclamaba que «un torturador no se redime suicidándose. Pero algo es algo». Son muchas las frases guardadas en sus libros, o que él mismo recitaba en los encuentros poéticos que, como si de conciertos de moda se tratarán, reunían a miles de personas. Sus poemas también se convirtieron en canciones de amor y resistencia a manos de Daniel Viglietti, Alfredo Zitarrosa, Serrat o Pablo Milanés.

Su posición no se limitó a Uruguay y tuvo simpatías reconocidas con Cuba o con el movimiento zapatista, de quien dijo que manejaba las cosas con un sentido de realidad. De hecho el subcomandante Marcos reconoció en una carta a Eduardo Galeno -amigo y compatriota de Mario- que cogió su nombre de una novela «El cumpleaños de Juan Ángel».

Dio su último respiro en Montevideo, donde se había instalado definitivamente en 2006, cuando falleció su compañera de siempre, Luz : «mi amor, mi cómplice y todo/ y en la calle, codo con codo,/somos mucho más que dos». Quizás Mario ya había empezado entonces a apagarse. Él mismo decía que «acontece la noche y estoy solo, cargo conmigo mismo a duras penas, al buen amor se lo llevó la muerte, y no sé para quién seguir viviendo».

Escribió comprometido, vivió «sin salvarse». A pesar de que su voz se ha apagado; sus palabras, llenas de memoria, seguirán sonando en el «mañana de todos».

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