De la inmigración a la integración
Jóvenes Inmigrantes, ¿y al cumplir los 18, qué?
Rondan la veintena, pero cuando comienzan a desgranar su historia vital no lo parece. Tienen por contar multitud de vivencias, experiencias... Conocen de primera mano los centros de menores de inmigrantes porque han permanecido en ellos; ahora, tras alcanzar la mayoría de edad, sus mayores enemigos son los prejuicios.
Maider EIZMENDI
Sus nombres son Radouane, Adnane, Abdelkarim, Mohamed y Brahim. Los cuatro primeros viven en Usurbil, en un piso gestionado por la asociación Kolore Guztiak; Brahim reside en Villabona. Cada uno tiene una experiencia vital propia, una manera diferente de expresarse, de ver la vida... Sin embargo, sus historias son coincidentes en muchos aspectos: los cinco viven lejos de sus familias, los cinco han vivido grandes avatares aunque ronden la veintena, los cinco luchan actualmente para abrirse camino, los cinco sueñan con un futuro mejor...
Nos abren la puerta de su casa con mucha amabilidad y, tras romper el tenso silencio inicial, comienzan poco a poco a desgranar su historia, a dar su opinión, su perspectiva sobre la inmigración.
Mohamed es el más hablador de todos y nos comenta su día a día en el centro: «Cada uno de nosotros estudiamos una cosa distinta por la mañana: yo, cocina; él, carpintería... y por la tarde vamos al gimnasio, a la piscina, paseamos...». A diferencia de los centros de menores en los que permanecieron la mayoría, en el piso de Usurbil no tienen horarios establecidos y son ellos los encargados de las tareas de la casa, de preparar su comida, de limpiar su ropa... «Tenemos repartidos todas las tareas, cada uno tiene una labor, y por ahora no tenemos problemas», comentan.
El contacto con los educadores de la asociación Kolore Guztiak es continuo, reciben sus visitas con regularidad y si tienen algún problema les llaman, «pero el objetivo es principalmente que trabajen su autonomía personal». Desde la asociación les orientan y les ayudan a dar los pasos para que en un futuro no muy lejano puedan vivir de una manera independiente. En ese camino, estudiar y buscar un empleo es una de sus prioridades. Sin embargo, el futuro es algo incierto, tal y como ellos mismos resaltan: «Encontrar trabajo siendo joven e inmigrante casi es imposible».
«Nosotros -explica indignado Radouane-, todos, tenemos estudios, más de tres estudios cada uno, pero al comenzar a buscar trabajo la situación está complicada. Yo he mandado casi cien currículum para buscas prácticas y nadie me ha respondido». Asumen que entre las prioridades de los empresarios están en último lugar: «Primero cogen a las personas de aquí, y luego a las extranjeras y, entre ellas, en el último lugar a las marroquíes». Además, la actual crisis no hace más que empeorar sus perspectivas laborales: «Ahora la cosa está muy difícil para todos y para nosotros, más».
La visión de los medios
En ello incide, según apuntan, la visión que tiene la sociedad de la inmigración y los inmigrantes, y critican especialmente la imagen que algunos medios de comunicación transmiten sobre ellos. «Los medios se pasan días publicando que hoy han detenido a un menor inmigrante, al día siguiente tres... Hay muchos problemas más y no sé habla tanto de ello», se quejan. En contra, creen que no se informa tanto de los aspectos positivos: «Cuando el tejado de esta casa se quemó, nosotros ayudamos a apagar el fuego y a salir a los vecinos de sus casas, pero al día siguiente no leímos en los periódicos nada sobre ello. Además, la Ertzaintza vino y lo primero que hizo fue comenzar a mirarnos como si hubiéramos hecho algo malo», comentan a modo de ejemplo.
En ese sentido, consideran que esta actitud hace que la sociedad tenga una visión muy negativa hacia ellos, «que en muchos casos es irreal». «Cuando subes al tren -explica Mohamed- hay mujeres que se agarran el bolso porque creen que les vas a robar, y cuando paseamos por la calle con la gente de aquí también nos miran mal. Creen que somos mala influencia».
En los últimos tiempos los problemas surgidos en los centros de menores inmigrantes han acaparado multitud de páginas en la prensa. Su experiencia en estos centros es muy reciente -la mayoría de ellos han recorrido varios, e incluso han residido en pensiones asignadas por la Diputación-, y conocen de primera mano la realidad que se vive en estos centros. Son críticos con el comportamiento de algunos jóvenes que acceden a estos servicios, porque «unos hacen y otros pagan». «Hay menores -comenta Brahim- que vienen con unos objetivos y otros llegan, tienen libertad y hacen lo que les da la gana».
De un lado a otro
También se muestran críticos con el funcionamiento de los centros y de los servicios que se prestan: «Nos mandan de un lado para otro continuamente». De hecho, hay quien ha permanecido acogido incluso en cinco centros diferentes o en hoteles y pensiones que se han dispuesto por la falta de plazas. Abdelkarim, por ejemplo, estuvo residiendo durante cinco meses en una pensión de Eskoriatza y cada día se desplazaba hasta el barrio donostiarra de Herrera a estudiar.
«Eso es lo que pasa, comienzas a estudiar cerca de donde vives, pero luego te cambian de centro y...». En su recorrido han conocido a multitud de educadores, muchos jóvenes, y sacan una conclusión clara: «Cuanta más gente hay en un centro, más líos hay».
Ahora, más que al pasado, pretenden mirar firmemente al futuro y, pese a las dificultades que han narrado, eso no les impide soñar: «Lo que queremos es buscar trabajo, una casa, crear una familia...». En definitiva, aseguran: «Vivir como la gente de aquí».
«Cuando el tejado de esta casa se quemó, nosotros ayudamos a apagar el fuego y a salir a los vecinos de sus casas... Pero al día siguiente no leímos en los periódicos nada», se quejan, al tiempo que critican que los medios sólo reflejan los aspectos negativos.
Mucho se ha hablado en los últimos tiempos sobre los centros de acogida de menores inmigrantes, pero ¿qué pasa cuando estos jóvenes cumplen los 18 años? Impulsados por esta inquietud, en 2006, un grupo de profesionales de diferentes disciplinas y que trabajaron con anterioridad con menores, presentaron un proyecto a la Diputación guipuzcoana para crear una asociación dirigida a jóvenes inmigrantes que alcanzan la mayoría de edad. «No nos parecía justo trabajar con ellos hasta los 18 y con esa edad dejarlos en la calle», afirma Sandra Diego, educadora de la asociación Kolore Guztiak, que actualmente gestiona dos viviendas y que tiene en mente poner en marcha otros cuatro pisos más. Aun así, los servicios que se prestan en este área no responden a las necesidades que existen: «Hay más menores que plazas en los centros para los que cumplen 18» y, por ello, se les da prioridad a los jóvenes que tienen los informes más positivos; «no hay sitio para todos».
En cuanto al funcionamiento del día a día, la exigencia mínima que hacen a los jóvenes que acogen es que empleen su tiempo para labrarse un futuro, es decir, que estudien y que intenten buscar prácticas de cara a entrar en el mercado laboral. «De otro modo, no tendría sentido, nuestro objetivo es que se integren y aprendan a vivir de manera independiente y, por ello, se trabaja desde su autonomía».
En principio, el servicio que presta Kolore Guztiak está dirigido a jóvenes de entre 18 y 23 años. «Cada uno es un mundo y cada joven tiene un recorrido por lo que intentamos trabajar individualmente con ellos, viendo sus necesidades y sus capacidades». De ese modo, a cada uno le marcan un itinerario con unos objetivos que pactan con ellos y poco a poco les marcan las pautas para cumplirlos.
Aseguran desde la asociación que los prejuicios que existen en torno a los jóvenes inmigrantes les dificultan su actividad. «Buscar unos pisos en donde instalarlos, por ejemplo, es realmente difícil, y que ellos busquen unas prácticas también», explican.
La asociación, mediante las subvenciones de la instituciones públicas, les cubren los gastos de comida, transporte y ropa. «Les dábamos a la semana 15 euros de dinero de bolsillo y cada quince días 5 euros para que puedan llamar a sus familias, porque que mantenga el contacto con su familia es esencial. Además, para la comida se les asigna una pequeña cantidad de dinero a la semana. Si tienen algún plan, pues tienen que ahorrar del dinero del bolsillo que se les da», detallan. M.E.
Pese a que todos ellos han realizado diferentes cursos de formación, a la hora de buscar trabajo, o simplemente unas prácticas, los obstáculos son numerosos. «Ahora, con la crisis, la cosa está muy difícil para todos, y para nosotros aún más», comentan.