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Martin Garitano Periodista

Homenajes y violadores

En la Edad Media, se entendía por homenaje la ceremonia en la que el vasallo se arrodillaba, colocaba sus manos entre las del señor (la llamada inmixtio manum) y declaraba: «Señor, me hago vuestro hombre». El señor cerraba las manos sobre las de su vasallo en señal de aceptación, y se daban un beso. Supongo que algo habrá cambiado y los vasallos españoles del rey Borbón no le besan. Aunque sólo sea por altura. Pero le homenajean cada vez que pueden.

En la última fotografía del genocida Franco, homenajeado por una turba fascista en Madrid, aquel ominoso 1 de octubre de 1975, con la sangre de Txiki, Otaegi, Baena, Sánchez Bravo y García Sanz aún caliente, no les costará reconocer a aquel a quien ahora homenajean día sí y día también en España. Es el homenajeado que está a la derecha del dictador. Su heredero.

Más recientemente, en los salones del Kursaal, en un acto organizado por el Gobierno Vasco (entonces del PNV) se homenajeó al torturador Melitón Manzanas o al más estrecho colaborador del genocida, Luis Carrero Blanco. Ahora, Rubén Múgica alza la voz contra los actos en defensa de los derechos de los presos con un argumento impecable: «Nadie vería lógico homenajes a violadores». Seguro que tiene razón. En las calles de Euskal Herria, al menos, eso no se da.

En Euskal Herria, a pesar de los apaleamientos, detenciones, costosas sanciones, procesamientos, amenazas, se reclama el respeto escrupuloso de los derechos de setecientos ciudadanos y ciudadanas presos, se demanda su derecho a estar en las cárceles enclavadas en su tierra. Y se pide, incluso, su libertad. Todo ello, legítimo además de legal. También se denuncia la tortura, los juicios sin garantías, el aislamiento y la impunidad en las comisarías. Hay más: se exige conocer el paradero de Jon Anza y los desaparecidos que le precedieron. Pero no se homenajea a violadores.

En las calles de Euskal Herria hay mucha gente que porta fotografías de sus familiares y amigos, encarcelados por diferentes razones. Piden que no se olvide su circunstancia y se resuelvan las causas por las que les llevaron a prisión. Entre otras cosas para que los homenajes se reserven a grandes artistas, a bienhechores, a la gente que aporta al progreso de la sociedad... Habrá quien tenga otra opinión sobre lo anterior, también legítima, pero sepa Múgica que en las calles de Euskal Herria no se homenajea a violadores.

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