Por segunda jornada consecutiva miramos con esta lupa de papel la obra periodística de Cayetano González. No es obsesión, créanme, pero es que el tío no para.

Ayer volvía a la carga, ahora en «Diario de León», para adoctrinar a sus paisanos sobre lo que ocurre en Euskal Herria.

Se refería Cayetano a la apelación del obispo Uriarte a resolver el conflicto vasco con más diálogo y menos porrazos y se le ponían los pelillos de punta al pobre.

La primera premisa, además, es más falsa que un euro de cartón: «Parto de la idea de que personalmente no me gusta que un eclesiástico, sea quien sea, se ponga a hablar de cuestiones que tienen un marcado carácter político y que por lo tanto están sometidas a la libre discusión de las personas. Se supone que un Obispo tiene que hablar fundamentalmente de Dios y de todo lo que hace referencia a la fe, a la religión, a la moral. Pero monseñor Juan María Uriarte no debe de pensar lo mismo y por eso se mete en unos `pantanos' que suelen estar muy embarrados». No piensa ni manifiesta lo mismo el columnista cuando Rouco saca a sus tropas de manifa por Madrid, cuando el cardenal Cañizares habla de la unidad de España como «un don de Dios»...

No se pierdan lo que sigue: «A mi me gustaría que Uriarte explicara claramente que se puede hablar -en ese hipotético diálogo que el propugna- con unos terroristas que desprecian absolutamente el principal derecho de la persona humana, que es el derecho de la vida. Me gustaría que Uriarte aclarara si él da y por qué, categoría de interlocutores a unos viles asesinos». Pues que se lo pregunte a su jefe, Jaime Mayor Oreja, que fue quien envió a Uriarte y a tres de sus colaboradores más cercanos a Zurich a entrevistarse con ETA. ¿No les parece?

Y para concluir, en plan perdonavidas, Cayetano asegura creer «sinceramente en la buena voluntad de monseñor Uriarte y en su deseo de que acabe cuanto antes el terrorismo. Pero con la misma sinceridad creo que sus reiteradas tomas de posición sobre todo lo relacionado con ETA no ayudan nada a la resolución del problema». Lo que está claro es que Cayetano y los suyos, desde el Ministerio del Interior, no solucionaron nada.