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REVISTA DE PRENSA I TRAS LA MULTITUDINARIA MANIFESTACIÓN DE DONOSTIA

Las paradojas del discurso oficial

Esta vez no había debate posible. La manifestación fue multitudinaria, masiva, un clamor o una marea para todos los medios. Y al calor del desconcierto por la respuesta surgieron brotes de sinceridad como los de Aizpeolea en «El País» o Zubizarreta en «El Correo». Resulta que el problema es que el Estado no sólo quiere ganar, sino que busca golear. Y claro, los encarcelados le estorbaban.

Ramón SOLA I

El jueves, la convocatoria de la manifestación de Donostia fue obviada sin pudor (aunque realizando extrañísimos equilibrios sobre el alambre) por muchos medios (ETB prefirió abrir su informativo nocturno con el conflicto por las canastas del Parque de Doña Casilda y Euskadi Irratia decidía iniciar su informativo de las nueve de la noche con los cuartos de final del Campeonato de Bertsolaris en Uztaritze). El viernes, la mayor parte decidió igualmente hacer la vista gorda ante la impactante e inesperada adhesión del PNV. Y el sábado, los diarios españoles decidieron recrearse con la fotografía de Arnaldo Otegi estrujado en el coche policial, en una imagen que en realidad sólo humillaba a sus captores y provocaría escándalo mundial si fuera un disidente político birmano, venezolano, iraní o ruso. Pero ayer ya no había forma posible de ocultar la realidad de los hechos, y la sinceridad se abrió paso.

 Hasta ‘‘El País’’, timorato en su edición digital del sábado, lo reconocía ayer en el papel. En Donostia se produjo «una de las manifestaciones más nutridas de los últimos años en Euskadi» con «decenas de miles» de personas. ‘‘El Diario Vasco’’ hablaba de «multitudinaria»; ‘‘Público’’, de «clamor»; ‘‘Diario de Noticias’’, de «marea humana». Unanimidad total. Este último remarcaba, como GARA, que cuando la cabeza llegó al Boulevard la cola estaba todavía a la altura de La Perla. GARA, además, los contó: 37.110 personas. Y en un ambiente de ilusión y hasta confraternización entre diferentes ideologías, que echaba por tierra las previsiones de José Luis Zubizarreta, el que fuera asesor de José Antonio Ardanza para su Pacto de Ajuria Enea. En su artículo especulaba con que quizás la representación del PNV fuera recibida con «una pitada» desde la izquierda abertzale. Pues no. Su militancia, a la vista quedó otra vez, es bastante más responsable y sensata.

A falta de otra cosa mejor, ‘‘El Diario Vasco’’ ejercía de perdonavidas en su editorial. Resulta que, en el fondo, los manifestantes deberían de dar las gracias, ya que «la propia celebración de la marcha confirma que la libertad de expresión y la libertad de reunión tienen en nuestro país posibilidades de realización tanto o más amplias que en cualquier otro de nuestro entorno». Ya.

El desconcierto provocado por la fulminante reacción de la mayoría sindical, y quizás también política y social, tuvo el efecto de dar un plus de sinceridad a los análisis. Tras el intento a la desesperada de Alfredo Pérez Rubalcaba por desin- flar la movilización -¿seguirá afirmando que los 37.000 manifestantes apoyan la «estrategia político-militar»?-, ayer le tocaba a su alter alias esforzarse por explicar una redada inexplicable a todas luces. José Luis R. Aizpeolea volvía a intentar justificar el porqué del encarcelamiento de Otegi y sus compañeros, tras cinco días en los que no han dejado de aportarse argumentos diferentes. El de ayer parecía más sincero aún que los anteriores: «Rubalcaba considera que Otegi levantaba falsas expectativas». ¿Y cuáles eran esas falsas expectativas? Pues que el encarcelado estaba planteando en el ámbito internacional una ofensiva por la negociación cuando el Gobierno español no va a negociar. Acabáramos. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen.

Va más allá el portavoz ministerial. Explica que Rubalcaba teme que este intento quiere «capitalizar la historia de ETA». Y ahí vuelven a aflorar mil contradicciones y preguntas: ¿será que esa historia es capitalizable?

Es sólo uno de los cientos de paradojas del discurso oficial. Si, como dice Baltasar Garzón, Arnaldo Otegi logra treguas, ¿es mejor que esté en prisión? Si eso es delito, ¿lo es también cuando lo han hecho los gobiernos españoles? Si, como repiten con aparente asombro los dirigentes de Aralar, a ellos se les animó a abrazar las vías políticas, ¿por qué a la izquierda abertzale se le impide? ¿No será porque resulta que son muchos, como se vio en Donostia?

Llegados a este punto, Zubizarreta coincidía con los argumentos de Aizpeolea, pero se explicaba todavía con más claridad. La cuestión es que el Estado no puede permitir lo que ``El País'' llama «capitalización de ETA» y que para el ex asesor de Ardanza es «legitimación a posteriori de toda la historia de terror de ETA y la consiguiente humillación de las víctimas». Dos décadas después, uno de los principales muñidores del Pacto de Ajuria Enea nos muestra que hasta lo que ahí dice era mentira, y que ni siquiera vale el diálogo, sólo la victoria por goleada: «Un final de ETA como el que pretende la izquierda abertzale constituiría una afrenta a las víctimas y un insulto a los demócratas». Falta decir, pero se intuye, que para eso los Rubalcabas, Garzones y demás prefieren embarrar de nuevo el campo y que el partido siga.

La cuestión, como siempre, no es saber qué quieren ellos, sino qué desea la sociedad vasca. Y en Donostia quedó claro que la izquierda abertzale no está sola en su apuesta por la solución. Si, como dijo el ex presidente del PNV Xabier Arzalluz el pasado viernes, el objetivo de la redada era crear un «cordón sanitario» para aislar a este sector, como mejor garantía para este intento de victoria por aplastamiento, el gol se lo han hecho en propia puerta. Y las explicaciones posteriores no lo arreglan precisamente.

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