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Nicola Lococo Filósofo

Nobel preventivo de la Paz

Que yo sepa, es la primera vez que se otorga un premio a priori en función de las voluntades anunciadas y de las expectativas creadas por el galardonado, en vez de por sus acciones, como venía siendo tradicional. Si los comités de la afamada Academia sueca siguen por esta senda kantiana de juzgar a los candidatos más por sus intenciones que por sus actos y deciden separarse de su anterior trayectoria positivista de atender únicamente a los hechos, por cuanto eran sospechosos de resultadistas, en breve veremos cómo se laurea a un físico por plantear una excelente hipótesis, cómo se cubre de honores a cualquier personaje del famoseo que amenace con escribir un plagio de su autobiografía, llevar a la gloria a todo deportista que se ponga o se quite el chándal, etcétera.

Tras escuchar el discurso de agradecimiento y aceptación en labios de nuestro emperador, sentí cierto alivio de no ser el único en hallarme sorprendido por tan infeliz fallo, pues el propio interesado se vio en un brete del que a duras penas supo salir airoso. No es fácil papeleta la de aceptar públicamente un premio inmerecido al que no puedes renunciar sin causar un escándalo mayor del que se ha provocado con su inesperada mención. Y es que nadie sabe a ciencia cierta en qué demonios estaban pensando los miembros del jurado cuando escogieron al sonriente Obama, que a fin de cuentas es el presidente de los EEUU, marca bélica registrada. Es posible que desde su perspectiva esta nación de naciones merezca el Nobel de la Paz porque desde el final de la Segunda Guerra Mundial se haya dedicado en cuerpo y arma a exportar la paz por todo el mundo: Corea, Vietnam, Camboya, Cuba, Granada, Nicaragua, El Salvador, Panamá, Yugoslavia, Libia, Líbano, Somalia, Palestina, Irak, Afganistán, y ahora anda con proyectos pacificadores para Irán, Siria, Colombia... Es posible que con este Nobel también se desee reconocer los buenos propósitos de la CIA, la paciencia del Pentágono, la brillante operación Cóndor, la infatigable labor de la DEA en la selva amazónica y la acertadísima puntería de la OTAN a la hora de evitar conflictos internacionales... Pero, algo me dice que es mucho suponer y que, más bien, los infelices «nobelistas» suecos han decidido aplacar las intestinales voliciones imperiales del césar de turno, agasajándole a su llegada con la medalla más preciada que pudiera soñar cualquier estadista: el otrora título «Príncipe de la Paz», con la esperanza de poder así apaciguar su instinto.

Bajo esta perspectiva, el Nobel de la Paz entregado a Obama resulta a todas luces un premio preventivo para evitar a corto y medio plazo que el nuevo inquilino negro de la Casa Blanca se entregue como sus antecesores al frenesí bélico del arte de la guerra. Mas, como ya demostrara el Despotismo Ilustrado dieciochesco, es más fácil que el sabio se haga déspota que el déspota se haga sabio... y en buena lógica, la distinción con el Nobel de la Paz al presidente USA servirá a la postre para justificar, amparar, y ungir todas sus nuevas acometidas, que no otra lectura harán los ciudadanos de aquel bárbaro país de lo sucedido. Claro que si me equivoco, bueno sería ir nominando a Ahmadineyad, Kim Yong Il y a Osama Bin Laden, ya que para qué esperar a que aparezca un hombre de buena voluntad que traiga la paz al mundo... bastará con otorgar el Premio Nobel al candidato que creamos más capaz de arrebatárnosla.

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