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Arritxu Santamaria Bidasoro Profesora

La mentira que se muerde la cola

Sólo la izquierda puede restituir en Euskal Herria la casi extinta población de luciérnagas insurgentes y honestas. Estamos hartos de ser súbditos, de ser engañados. La honradez y la verdad son más que nunca revolucionarias. Pero éstas sólo adquieren su carta de naturaleza en los hechos, en la capacidad de llevar a la práctica aquello que se piensa o proclama. Lo demás, el ejercicio de la oratoria «per se» no es más que terreno cultivado para el engaño y la mentira. Un entretenimiento que, en estos tiempos, es más dañino que otra cosa

La comparecencia de Dominique Strauss- Kahn en la reunión del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial desarrollada en Estambul fue correspondida con un profundo silencio por parte del auditorio compuesto por los 186 paises pioneros de la economía mundial.

Strauss-Kahn, miembro destacado del Partido Socialista Francés y sustituto del Popular Rodrigo Rato al frente del FMI, ya tuvo que entonar un «mea culpa» por no haber detectado el peligro de que el hundimiento de los precios inmobiliarios en EEUU destapara una pirámide levantada sobre los pies de barro de miles de préstamos sin valor real así como de los «paquetes envenenados» ocultos en los sistemas financieros de los países desarrollados.

Esta vez, después de que el director del Banco Mundial afirmase que el viejo orden internacional ha caído, el Sr. Strauss- Kahn dijo, refiriéndose a la actual situación de la economía mundial y los países industrializados, nada más y nada menos que: a) que la situación es realmente precaria y podríamos encontrarnos a corto plazo con 90 millones de personas sin trabajo o en situación de extrema precariedad; b) que esto puede generar una situación de malestar político y de revueltas sociales altamente preocupantes, y c) que incluso puede producir una situación de guerra... Nadie se atrevió a acusarle de catastrofista o agorero.

El peligro ya no es sólo económico. Por vez primera en décadas reconocen que no existe margen alguno para mentir. La realidad pesa como una losa. Existe un grave riesgo de revueltas sociales y malestar político.

...Y no cuentan con herramientas sociales o políticas fiables que ayuden a controlar la situación.

Un buen diagnóstico ayudaría, claro. Pero se ha faltado tanto a la verdad, se ha manipulado y desnaturalizado de tal manera el recurso, utilizándolo como mecanismo de parte, que incluso en la mayoría de «pensantes» económicos, políticos o institucionales sólo quedan vagas referencias de la mecánica racional necesaria para analizar la realidad en sus auténticos parámetros. Ya no acertarían aunque se lo propusieran. Las referencias utilizadas durante décadas están tan adulteradas que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Un buen sistema político, incluso una buena democracia representativa ayudaría. Pero se ha incumplido y mentido con tanto cinismo, las ambiciones del neoliberalismo han fagocitado el concepto y su aplicación de tal manera que ni los poderosos «salvavidas» que se están proponiendo parecen eficaces.

¿Y qué decir de los medios de comunicación? Pueden, efectivamente, seguir «seleccionando», «adecuando», «produciendo» la información y ocultando las importantes alternativas que empiezan a cuestionar este sistema corrupto. Pueden seguir obstruyendo el derecho de la población a una información verídica y contrastada (y, sin embargo, proclamar y ejercer como hasta ahora, el derecho a la libertad de expresión de los dueños de las diversas cadenas y medios de comunicación). Pero la escandalosa utilización del ser humano como desgraciado gargantúa consumidor, y sus consecuencias, gravan el peso de una realidad imposible de evaporar en el entramado de charlatanería que los medios alimentan con tanto cuidado. Ya la mentira se muerde la cola en un círculo vicioso que apesta.

Y aquí, en lo local, la economía no sólo es víctima de años y años de una gestión corrupta, sino que no cuenta con más recursos para su recuperación que una explotación, aún mayor si cabe, de una población ya altamente diezmada por las prácticas embusteras y ambiciosas de la clase empresarial.

El panorama político también es el que es. Esa España de «luces» y teorías importadas no sólo no ha resuelto su problema secular de unificación de la patria, sino que además desbarra más que nunca en un diagnóstico que proclama que «no hay que dejar al terrorismo el más pequeño resquicio para su existencia. La derrota es posible y lo vamos a lograr». Y como los nuevos gobernantes llegan convencidos de que son más listos que los anteriores, añaden: «Y que esto se haga sin solución de continuidad en el tiempo». Que, por lo que parece, es algo de lo que no disponen.

Es posible que ni siquiera recuerden cuándo fue que empezaron a engordar la mentira. Cuándo empezaron a negar la evidencia de que el derecho a la independencia de Euskal Herria está grabado en los sentimientos de una parte que hoy por hoy es mayoritaria en la población de Euskadi. Es posible que no se acuerden, ya de que la represión es el agente que hace revivir a muchas conciencias dormidas.

Arma para la imposición, para la negación y para la colonización. Es lo que tiene un diagnóstico de parte y soberbio, incapaz de percibir los procesos dialécticos de la historia y de las personas y que, para desgracia de uniformados de todo pelo, responde a una complejidad de variables y ritmos casi imposibles de prever. O sea, que no está todo bajo control. Que la liebre siempre salta por donde menos se la espera.

Otra cosa sería si efectivamente tanto el análisis histórico como el diagnóstico de la situación actual tuviesen como objetivo el establecer la base para una convivencia pacífica, para lo cual las clases dominantes en el Estado español, las mismas que dirigen los diferentes poderes del estado, se han revelado absolutamente inútiles.

La democracia neoliberal, por otro lado, no ha sido de utilidad ni para la propia derecha económica que la parió. Ha sido necesario someterla a un proceso de mutación constante. De alteración de leyes, de «principios éticos y jurídicos» de forma que lo mismo vestida de lagarterana socialista o de faralaes popular se parece inevitablemente a Silvio Berlusconi. Pero no hay qué temer, que al igual que con la burbuja inmobiliaria, antes muerto que sincero. La mentira ha pasado a prestigiarse como útil rector de las relaciones políticas en todo aquel que se precie. Y no sólo apesta sino que frena toda posibilidad de avance.

Sólo una izquierda honesta puede construir un instrumento político al servicio de la población y la convivencia pacíficas. Sólo una izquierda solidaria y sensible con la pobreza y la naturaleza, puede asumir la tarea de construir el alter ego de esta democracia. Sólo la izquierda puede restituir en Euskal Herria la casi extinta población de luciérnagas insurgentes y honestas. Estamos hartos de ser súbditos, de ser engañados. La honradez y la verdad son más que nunca revolucionarias. Pero éstas sólo adquieren su carta de naturaleza en los hechos, en la capacidad de llevar a la práctica aquello que se piensa o proclama. Lo demás, el ejercicio de la oratoria per se, no es más que terreno cultivado para el engaño y la mentira. Un entretenimiento que, en estos tiempos, es más dañino que otra cosa.

Tras la operación contra reconocidos militantes de la izquierda abertzale de la semana pasada cabe preguntarse, ¿y qué? ¿Satisfecho Sr. Rubalcaba y compañía con retrasar lo inevitable? ¿Cuántos miles de personas van a meter a la cárcel? ¿No ven cómo aumenta el enfado de la población contra una clase política falsa y represora? ¿No ven cómo aumenta la convicción de que no queremos ser súbditos sino ciudadanos de pleno derecho? ¿No ven cómo incluso en instancias internacionales, que ya tienen suficientes problemas, cada vez es más difícil de colar el «esta vez sí»? ¿No ven cómo el problema son las soluciones belicistas, de guerra, de vencedores y vencidos? ¿No ven que éstas son la solución histórica de las dictaduras, los autoritarismos y los fascismos...? Porque la comunidad internacional sí que lo ve y no con poca preocupación.

Pues miren ustedes, Sr. Rubalcaba y compañía, a no ser que lo suyo sea reactivar el sector de la construcción edificando cárceles sin cesar, a no ser que lo suyo sea distraer a la población de los graves problemas económicos, sociales y de credibilidad que tienen, a no ser que quieran ustedes ganar un tiempo que no está nada claro que vaya a jugar a su favor... tendrán que reconocer más pronto que tarde que tampoco esta vez acertarán.

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