El fútbol y sus límites
Ante el anuncio por parte del Gobierno español de que pretende equiparar la tributación de las estrellas extranjeras del deporte a los niveles del resto de estados europeos, la Liga de Fútbol Profesional (LFP) ha respondido con la amenaza de paralizar la competición (un paro al que se podrían ver arrastrados los equipos vascos, a pesar de no estar directamente implicados en virtud de nuestra especificidad fiscal). Los mandatarios del fútbol saben que pocos políticos se van a atrever a hacer frente al «opio» de las sociedades contemporáneas.
Sin embargo, la apuesta resulta muy arriesgada en una tesitura de profunda crisis económica en la que los sueldos de la mayoría de las figuras del fútbol suponen un sapo difícil de tragar para una sociedad asediada por el paro, la precariedad laboral y las dificultades para llegar a fin de mes. El debate social surgido tras el multimillonario fichaje de Cristiano Ronaldo por el Real Madrid fue buena muestra de ello. Incluso Michel Platini ha considerado obscenas esas cifras.
La LFP asegura que las intenciones del Ejecutivo español de derogar la conocida como «Ley Beckham» (medida con la que los futbolistas extranjeros pasarían del actual 24% al 43% en su cotización al IRPF) redundarían en una pérdida de competitividad para la Liga, puesto que las grandes estrellas internacionales optarían por otras competiciones. Trata así de llevar el debate a su terreno de juego, el de la competitividad como valor supremo sustentado en la libertad de un mercado que, pretendidamente, justifica con beneficios los desorbitados precios que se pagan por los profesionales del fútbol. Un argumentario que, además, apela al crédito intangible que supone el soporte sentimental de la afición, para seguir reclamando una inaceptable autonomía con respecto a la acción de la Administración. Todo el dinero público que se invierte en infraestructuras deportivas privadas, la deuda que se condona a los equipos en ruina y los impuestos que dejan de pagar sus estrellas se descuentan de otras partidas. Esas son, precisamente, las partidas necesarias para salir de la crisis, no las que sólo buscan anestesiar a sus víctimas.