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Victoria Mendoza Psicoterapeuta

Bertsolaris en Euskal Herria

Mi comentario fue decir ¿cómo pueden pretender quitarle a los vascos su identidad, su cultura, su esencia vasca? Simplemente esta pretensión es cruel, ignorante, irrespetuosa y, afortunadamente, imposible

Hablar de bertsolaris es complejo. Podemos hacer comentarios desde el punto de vista sociológico, antropológico, cultural, histórico, geográfico y también desde la psicología social.

Hace años tuve oportunidad de escuchar por primera vez a bertsolaris vascos, ya que también tenemos bertsolaris mexicanos, por lo que aun sin saber euskera conocía que consistía en hacer versos con rima y métrica, melodía y contenido, siempre con ese toque irónico y sarcástico. Pero, sobre todo, la improvisación, la creatividad y el ingenio eran otras de las grandes características. Diferencié respeto y seriedad en los vascos y burla entre los mexicanos, ese humor negro que nos permite reírnos de nosotros mismos. A pesar de mi gran ignorancia del tema, sabía sin lugar a dudas que se trataba de una de las tantas riquezas culturales del País Vasco.

Hace pocas semanas mi hija me comentó que en su colegio les estaban enseñando características del bertsolarismo y coincidió que pocos días después hemos podido ver por televisión a Maialen Lujanbio como la primera mujer ganadora del Campeonato de bertsolaris de Euskal Herria. Mi hija disfrutó y seguro que también aprendió mucho de esa final. Yo me encontré muy limitada por no saber euskera, así que decidí al menos observar con atención el fenómeno social que ahí se estaba viviendo y me agradó mucho la cantidad de gente presente en ese evento. Pude ver además entusiasmo, emoción, histeria colectiva... era algo que se percibía y se contagiaba, algo digno de observar, estudiar, analizar y de apreciar.

Era una magia especial y podría decir que era una magia chamana muy vasca, muy euskaldun. Hablo de magia chamana por toda la energía que ahí se generaba. No sólo por los bertsolaris, los organizadores, los comentaristas y el público en general, era vivir una magia especial, de esa que frecuentemente se encuentra uno entre el pueblo vasco, algo que muy pocos conocen y aprecian. Esa magia que puede sentirse en una muestra de deporte rural o de danza vasca, en el irrintzi o en muchas de las fiestas vascas que se viven actualmente. Esto tenía algo especial no sólo para quienes participaban cantando e improvisando su versos, sino para todo espectador. Mi único comentario fue decir ¿cómo pueden pretender quitarle a los vascos su identidad, su cultura, su esencia vasca? Simplemente esta pretensión es cruel, ignorante, irrespetuosa y, afortunadamente, imposible. Porque tiene que ver con historia, geografía, lengua, con madres y abuelas vascas, con la naturaleza, con emociones y sentimientos, sufrimiento, sensibilidad, romanticismo, alegría, amor. En fin, que si yo que no soy vasca y no sé euskera he podido apreciar toda esta magia, estoy más que segura que quien es vasco, quien sabe euskera, quien estuvo presente ahí simplemente sintió la energía de este encuentro, que era más que un espectáculo era una manifestación cultural de identidad. Era y es una forma más de mostrar riqueza cultural y emoción colectiva, algo que merece todo mi respeto y consideración.

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