Iñaki Gil de San Vicente | Pensador marxista
«Atzoko eta gaurko euskal ezkertiarrak»
Como ahora, hace ochenta años los derechos democráticos elementales estaban en el punto de mira del capitalismo, pero ahora éste y su Estado español no bombardean impunemente a las poblaciones civiles como entonces, sino que, tras dictar las nuevas leyes que oficializan la contrainsurgencia más tecnificada e interactiva, aplican su «guerra legal»
Durante la semana del 18 al 23 de enero van a tener lugar diversos actos de debate y reflexión colectiva sobre izquierdas vascas de ayer y hoy. El título de las jornadas es muy aclaratorio: «Atzoko eta gaurko euskal ezkertiarrak». Debemos recuperar nuestra larga historia de lucha contra la opresión para ver qué lecciones, qué constantes, podemos aplicar de ahora en adelante para no repetir errores.
Son muchas las preguntas que debemos hacernos en estos tiempos de crisis en los que, por un lado, las fuerzas progresistas, soberanistas e independentistas van comprendiendo la necesidad de confluir en una gran dinámica que rompa la creciente represión estatal; por otro, el Estado español sobre todo y también el francés, aunque menos, ven cómo peligra su posición en la jerarquía imperialista mundial con efectos globales sobre su situación interna y, por último, cuando es ya aceptado por el «pensamiento colectivo» burgués que su economía se va a arrastrar durante años por el suelo de los muy bajos crecimientos y con la reaparición probable de nuevas caídas y crisis a escala regional o mundial. Debemos partir de esta realidad ya asentada para comprender por qué las fuerzas revolucionarias ahondamos la reflexión sobre nuestro pasado y nuestro presente.
Los cambios capitalistas son innegables, pero es más cierto que nunca que la actualidad nos muestra con crudeza las contradicciones esenciales y permanentes del capitalismo en cuanto modo de producción, contradicciones que se presentan con formas, intensidades e interacciones diferentes en cada período histórico. También es cierto que han aparecido problemas nuevos y que se han agudizado al extremo ya existente hace siglo y medio, pero, si los estudiamos con seriedad, vemos que nos remiten a la contradicción básica del actual sistema, la que existe entre la producción social y la apropiación privada, la que existe entre el trabajo asalariado y el beneficio burgués.
El choque entre la producción social y la apropiación privada adquiere tantas formas como realidades de explotación existen, de manera que la opresión nacional también es una expresión directa de la necesidad ciega capitalista de convertir en su propiedad privada a los pueblos oprimidos, reduciéndolos a simple fuerza social de trabajo.
La dialéctica entre contenido y continente, fondo y forma de los problemas que nos golpean en estos momentos nos muestra la necesidad de aprender del pasado, de cómo otras fuerzas revolucionarias vascas respondieron a agresiones idénticas en su contenido y fondo. Ahora, el neofascismo y el nacionalcatolicismo españoles están a la ofensiva, como en la década de los 30 del siglo XX. Ahora, el capital sufre una crisis sustantiva como entonces y el pueblo trabajador paga las consecuencias.
Ahora, la burguesía autonomista y regionalista está dividida entre sus burocracias dirigentes y parte de sus bases, como entonces, mientras que sectores nacionalistas, socialistas y comunistas miran con creciente simpatía al independentismo. Ahora, la socialdemocracia española es abiertamente antivasca como hace ochenta años. Ahora, el Estado aplica estrategias represivas de contrainsurgencia dura acordes a la agudización de sus contradicciones y a la fuerza del independentismo en el contexto presente, y hace ochenta años su estrategia represiva culminó en la guerra contrarrevolucionaria en lo social y de invasión nacional en 1936.
La sociedad burguesa actual ha desarrollado más que entonces los sistemas de alienación, de consumismo y de fetichismo, y también los de desintegración de las conciencias y de coerción sorda o violencia descarada, de terrorismo al más puro estilo de las criminales derechas latinoamericanas, como las desapariciones forzosas y la guerra sucia.
Sabiendo de las obvias diferencias existentes entre los dos periodos tenemos que aprender de los aciertos de aquellas mujeres y hombres que, posponiendo sus disputas, confluyeron en una impresionante resistencia nacional y de clase vasca contra el exterminio terrorista de las libertades y de la democracia entonces existente. Pero también hemos de aprender de sus errores, de sus tardanzas en reaccionar, del tiempo valioso que perdieron en bizantinismos mientras que el poder fáctico que nunca desapareció preparaba la sublevación exterminadora.
Remarcando todas las diferencias, ahora sufrimos una ofensiva reaccionaria dirigida rápidamente hacia el mismo objetivo esencial designado por el bloque de clases entonces dominante, abuelo del actual: liquidar la democracia y los derechos elementales, con el matiz de que, por ahora, su formalismo hueco se mantiene por estricta necesidad de legitimación interna y externa, por nada más. Como ahora, hace ochenta años los derechos democráticos elementales estaban en el punto de mira del capitalismo, pero ahora éste y su Estado español no bombardean impunemente a las poblaciones civiles como entonces, sino que, tras dictar las nuevas leyes que oficializan la contrainsurgencia más tecnificada e interactiva, aplican su «guerra legal».
El mismo problema se nos presenta si avanzamos un poco más en la historia, hasta llegar al final de la década de los 40 y primeros años de los 50, cuando resurgieron en nuestro pueblo las primeras resistencias de masas contra el terror nacional y de clase franquista. Y otro tanto deberemos hacer al llegar a finales de los 60 y hasta finales de los 70, durante la agonía, muerte y resurrección del franquismo transustanciado en constitución monárquica.
Debemos descubrir las constantes que se reiteran desde los años 30 por no retroceder hasta los problemas de unidad en las muy duras luchas sociales y nacionales sostenidas desde 1890 hasta la dictadura militar de 1923. No negamos la importancia de este primer período de lucha de clases y nacional en el contexto capitalista, pero es la segunda fase, la muy corta de los años 30, cuando la síntesis de las contradicciones totales hace surgir al fascismo y a los primeros esbozos del independentismo socialista.
Siendo cierto que la historia se construye según los antagónicos intereses sociales enfrentados, también lo es que, por debajo, existe la historia objetiva, las explotaciones y las violencias sanguinarias realizadas por la clase propietaria de las fuerzas productivas. La dialéctica entre la construcción social, subjetiva, de la historia y la realidad objetiva del sufrimiento histórico es una necesidad imperiosa en lo teórico y en lo ético para quienes luchamos por la libertad. Es esta interacción siempre concreta la que nos explica el porqué y el hacia dónde del movimiento interno de la identidad de los pueblos, y de las contradicciones entre sus clases sociales.
Necesitamos elaborar teóricamente las constantes prácticas realizadas con lógicas limitaciones en el período de 1890-1923, con embrionarios avances en los años 30, con avances cualitativos en la segunda mitad de los 60 con la formación del independentismo abertzale, con expectativas inusitadas pero traicionadas en la segunda mitad de los 70, con los sucesivos procesos e intentos de diálogo y negociación habidos hasta ahora, y con las reflexiones en el nuevo contexto estructural presente arriba resumido en tres puntos.
Una experiencia heroica de 120 años no puede desaparecer en el olvido bajo el plomizo diluvio de la desmemoria impuesta por la industria propagandística española. Son muchas las lecciones positivas y negativas que podemos extraer de tanto sacrifico humano, y más en el presente y mirando al mañana. Durante más de un siglo, la libertad, los derechos y la democracia han estado en Euskal Herria bajo las agresiones del capitalismo español y francés, o simplemente destruidas militarmente. Pero también por nuestros propios errores.