Raimundo Fitero
Casas y viviendas
No hay televisión pública que se precie que no tenga un programa destinado a que un equipo de la misma vaya a alguna ciudad de algún país lejano y allí nos presente a los españoles, vascos, catalanes, gallegos, aragoneses o murcianos que viven allí. Es una moda, una manera bastante barata de ver países lejanos y de hacer identidad. Se ven cosas curiosas, personas que han logrado unas situaciones privilegiadas, porque claro sestá, no vamos a ir mirando las miserias de fuera con tantas como tenemos dentro. Y también hay curiosidades como que alguien pueda aparecer en dos programas, como vasco y como español. Ha sucedido, y no una única vez. Pero debe ser un programa que gusta, es agradable, no logra audiencias muy altas, pero está equilibrado su coste con sus resultados, además de todo lo anteriormente citado que arropa al imaginario colectivo.
Queda claro que esta moda bebe también de la cámara al hombro, es decir y para entendernos, del reporterismo en todas su formas. Da juego. Es lo más cercano, lo más vivo. El montaje, aunque interviene, no puede restarle toda la espontaneidad. Puede manipular, pero siempre queda algo. Ahora, o hace un tiempo, está entrando otra especie de género: las casas y viviendas. Bebe en todos los formatos, pero ahora en La Sexta están pasando una serie con el título de «¿Quién vive ahí?» Se trata de mostrarnos las casas más inverosímiles, por su superficie descomunal, por su ubicación, por sus características arquitectónicas, históricas, estéticas, pero a través de sus propietarios o habitantes.
Hay muchas extravagancias, alguna maravilla, y se entiende que una casa, no siempre es una vivienda, que algunos convierten el lugar donde vive, comen y duermen en una obsesión, en un campo de experimentación, en una proyección de su personalidad. Las casas que yo he visto hasta la fecha, no están a mi alcance. Imposible. Son un muestrario de desvaríos o de formas de manifestar el poderío. Algunos tienen una docena de empleados disfrazados de cruzados para cuidarla. Prolifera la horterada. No dan muchas ideas sus decoraciones, pero entretiene visitarlas porque siempre gusta ver lo inalcanzable.