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Raimundo Fitero

Brotes pardos

El asunto de la nevada en Catalunya y sus posteriores consecuencias nos sitúa ante una realidad tan estridente que cuesta aceptar sin suspiros o sin ansiedades. Creyentes o negacionistas del cambio climático y sus consecuencias generales y focalizadas, quedan sorprendidos no por las nevadas, las lluvias o los vientos que se producen en este invierno pertinaz, sino en la falta de respuesta institucional, falta de recursos paliativos y efectos que exceden a lo que se podría entender como consecuencias relativamente adecuadas a una situación climatológica excepcional.

Todo esto, y otros asuntos que suceden en nuestros telediarios de manera reincidente nos hacen encontrar síntomas de brotes pardos, de una regresión que no solamente tiene que ver con la nefasta acción política en todas las instancias, sino en la aparición de sintomatología tercermundista de una forma tan abrumadora que deben encenderse ya todas las alarmas. ¿Cómo puede ser que cerca de cien mil personas lleven cinco días sin electricidad en el sur de la Europa del siglo XXI? Hay ciudadanos que no pueden mantener los alimentos perecederos, ni cocinar con electricidad, ni cargar su teléfono móvil y deben alumbrarse con velas y calentarse con troncos o con petróleo.

Nuestra dependencia a estas energías es absoluta. Deberíamos apartarnos de esta coyuntura y pensar que detrás de todo están unas poderosas empresas que tienen ganancias descomunales y que la riqueza de sus accionistas consiste, precisamente, en invertir lo mínimo en infraestructuras. Ahora todos gesticulan, pero acabarán los gobiernos pagando la restauración de las líneas, gratis, y sin que nadie de esas empresas sufran ni un mínimo acoso judicial.

¿La negligencia de estas empresas no es punible? ¿No existen casos de accidentes y muertes como consecuencia de esta avería? Es algo reiterado, una vergüenza. ¿Y si volviéramos a la lógica y retomase el Estado la gestión de lo básico? ¿La energía eléctrica no es estratégica? Hace falta cinismo para negarlo. Por eso los ciudadanos consideran actualmente a los políticos su tercera preocupación. No están a la altura de casi ninguna circunstancia.

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