El partido y la fiesta que le seguirá si no hay una sorpresa negativa representan el mejor final para los tres años más complicados de la historia de la Real. Jugadores y aficionados, sobre todo, han sufrido mucho estas temporadas que han pasado en el infierno futbolístico que representa la Segunda y se merecen una fiesta completa.

Desde que se consumó el descenso en 2007, la Real ha vivido inmersa en una agonía permanente hasta conseguir recuperar la categoría que le corresponde. En tres años ha habido cuatro presidentes -De la Peña, Larzabal, Badiola y Aperribay-, cuatro entrenadores -Coleman, Eizmendi, Lillo y Lasarte- y un buen número de jugadores que han vestido la camiseta blanquiazul, además de otras muchas personas que han tenido que dejar la Real por la puerta de atrás tras intentar desarrollar su trabajo de la mejor forma posible.

Lo más importante es que la Real, como institución, ha sido capaz de regenerarse y llega al final de la travesía por el desierto con más fuerza de la que tenía cuando daba tumbos en sus últimos años de Primera sin terminar de recuperar el Norte que no puede dejar de marcarse como referencia la brújula realista.

La Real llega al partido de esta tarde con una unión entre todos los estamentos que rodean al club, con una gran ilusión entre la afición, con una economía encauzada y adecuada a la realidad de la sociedad, con una plantilla basada en los jugadores de la cantera que tiene una media de edad muy joven y mucho margen de mejora por delante. Y se llega al partido de esta tarde tras firmarse el viernes un convenio que ha sido capaz de aglutinar a todos los clubes de Gipuzkoa y que debe ayudar a que los mejores jugadores de este herrialde lleguen al primer equipo de la Real. Por ello, es importante que se haya conseguido el ascenso con alineaciones en las que lo habitual ha sido encontrar entre ocho y diez jugadores formados en la cantera de Zubieta a pesar de todos los buenos que se han ido en la espiral de insensatez que ha rodeado a este club.

Recuperar las señas de identidad y la política deportiva y económica que ha dado estabilidad a la Real en su historia más reciente ha permitido que hoy el club esté en disposición de dar carpetazo a los tres años más duros de su historia. Y lo va a conseguir gracias a unos jugadores que han estado a la altura de la exigencia que se les presentaba y que han dado su mejor nivel en la primera temporada en la que han podido trabajar con normalidad. Pero, sobre todo, gracias a 22.000 abonados que han sido capaces de aguantar tres años en Anoeta. Y también gracias a trece consejeros que hace año y medio pusieron en juego su vida privada para salvar a la Real del desastre que lo presidía e intentar devolverle a donde debía. Y gracias a todos los trabajadores del club, los que siguen y los que se han ido, que han tenido que sufrir las consecuencias de la crisis del club. Por todos ellos, el equipo debe hacer hoy el último esfuerzo para que la celebración empiece tras un triunfo. Todos ellos merecen que la fiesta sea completa.