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Raimundo Fitero

Bafana bafana

Suenan las vuvuzelas creando un espacio sonoro que te puede transportar a una representación de una estampida de búfalos por las sabanas, un enjambre de avispas o un viaje interespacial en una nave de plastilina. Es una base rítmica, una música de viento que crea un sustento que ataca al sistema nervioso central. Un decorado que atraviesa el silencio para convertirse en un ruido de pesadilla, un castillo de viento, una camilla, un soporte emocional que desquicia a quienes no saben escuchar más allá de esa llamada ancestral, esa alegoría, una metáfora que ubica a los extraños en un GPS infalible: esto es Suráfrica, esta es la negritud que abanderó Nelson Mandela, ese mito que, en estado de salud precario, recibe un golpe muy duro: su biznieta muere en accidente de automóvil volviendo del concierto de Shakira.

La pregunta que uno se plantea en estos días es cómo escapar a las vuvuzelas desafinadas de los medios de comunicación estatales, comarcales, locales, comunitarios, que han decidido llevarnos los ruidos de sus ambiciones patrióticas hasta la extenuación. No hay muchas escapatorias, el uniformismo informativo, los espacios especiales, los comentaristas de siempre, los recién llegados, van provocando una sensación de extrañeza, de exclusión, se han empeñado en colocarnos en los límites. ¿Dónde nos refugiamos de estas tormentas? ¿Qué debe suceder para que rebajen sus discursos, sus gritos, sus opiniones absolutamente ligeras que descubren una ideología repugnante?

No respetan la singularidad, la multiculturalidad, se ríen directa o sibilinamente, de los recibimientos con bailes folklóricos, de los rituales empleados en la ceremonia de inauguración, de los atascos, de la vestimenta, de todo aquello que no les suena a asfalto, cocidito madrileño, tiendas de Amancio Ortega, parte trasera del primer mundo. Es una muestra de una pésima educación, transmiten una visión imperialista de la vida y los seres humanos. Esperemos les llamen la atención sus jefes, que se ajusten a lo que ven, y que hablen, si les da la gana, de fútbol. Los anfitriones llaman a su equipo bafana bafana. ¿De qué se mofan estos cretinos?

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