Carlos Taibo 2010/6/8
Menos mal que nos queda el AVE
Público.es
Que el cacareado compromiso del Gobierno español con los derechos sociales era pura retórica y que su aceptación del credo neoliberal, antes como ahora, no muestra fisuras, lo sabíamos desde tiempo atrás. Por ello hoy sobran las razones para dejar un momento el presente y volcar nuestra atención en un futuro marcado por la zozobra. Una buena guía para hacerlo la ofrecen las declaraciones que algunos presidentes autonómicos, de dispar adscripción partidaria, han realizado en los últimos tiempos. Creo que no las distorsiono cuando las resumo así: no me importa que se cancelen todas las demás inversiones, siempre y cuando no me toquen las destinadas a la alta velocidad ferroviaria.
Semejante opción tiene su miga en un momento en el que, por plantear la cuestión en sus dos grandes dimensiones, la situación social ha experimentado un visible deterioro y los derechos de las generaciones venideras -vía agresiones medioambientales y agotamiento de recursos- se hallan en peligro. Nada retrata mejor la sinrazón de nuestros gobernantes, tirios y troyanos, que esa lamentable huida hacia adelante que invita a concluir que resolveremos muchos de nuestros problemas si llegamos de Santander a Madrid en dos horas y media.
(...) Hora es esta de subrayar, en paralelo, algo fácil de comprobar: entre nosotros, la construcción de nuevas líneas de alta velocidad se ha solapado en el tiempo con el cierre de muchas de las líneas del ferrocarril convencional. Semejante cierre se ha justificado sobre la base del presunto carácter no rentable de estas últimas. Tiene uno la obligación de preguntarse, sin embargo, qué habría ocurrido si los recursos faraónicos asignados a la construcción de las líneas de alta velocidad -y los destinados a perfilar prescindibles autovías en una lamentable apuesta por el transporte privado- se hubiesen destinado a modernizar el tren convencional. ¿Podríamos afirmar entonces que este último no sería rentable?
(...) En las páginas de este periódico, ya hice eco en su momento de una frase que escuché hace años en labios de un colega andaluz. Mal que bien decía así: la alta velocidad ferroviaria es un ejemplo de libro de cómo los integrantes de las clases populares celebran con alborozo que con los impuestos que pagan se perfilen líneas y trenes que sólo van a ser utilizados por los integrantes de las clases pudientes. Y es que, al fin y al cabo, ¿quién precisa llegar de Valencia a Madrid en menos de dos horas? La respuesta parece sencilla: los ejecutivos de las grandes empresas, cuyo tiempo es oro, y en general todos aquellos que no tienen que pagarse el viaje correspondiente.(...)