Ultimo día de mayo. Una flotilla con activistas por la libertad en Irán es atacada por lanchas rápidas de los Guardianes de la Revolución en aguas internacionales del Golfo Pérsico cuando pretendían arribar el puerto de Jarsk (provincia rebelde de Baluchistán) para solidarizarse con la oposición iraní y con la lucha de todos los pueblos sometidos al yugo persa (kurdos, baluches...)

En el pasaje viajaba la premio Nobel de la Paz Shirin Ebadi, conocida en el exilio por su oposición al régimen islamista iraní.

El abordaje culminó con la muerte de al menos nueve activistas de nacionalidad, en todo caso (suspiros de alivio), no occidental.

Una semana antes del «incidente» -en palabras de Barack Obama-, un diario británico había publicado una investigación histórica que demuestra que Irán tiene ya el arma atómica y que intentó vender ojivas al régimen paria birmano.

Era un secreto a voces, pero es una prueba irrefutable de que Irán es una potencia nuclear, pese a que se niega no ya a reconocerlo sino a someterse a las oportunas inspecciones internacionales y al protocolo del Tratado de No Proliferación Nuclear.

En esas estamos cuando Israel anuncia un acuerdo con Egipto y Colombia por el que se compromete a poner luz y taquígrafos a su programa nuclear, oficialmente civil.

Las potencias atómicas califican el movimiento de «estratagema» y aprueban nuevas sanciones económicas y militares contra Israel.

AVISO: esta columna es pura fabulación. O no tanto. Basta con poner Israel donde aparece Irán y viceversa para convertirlo en realidad. El arte del prestidigitador.