Escribe Pepa Gamboa, en el programa de mano, que han hecho un pacto con Lorca para afrontar esta experiencia que debemos analizar desde el prisma estrictamente teatral, pero que no podemos apartar todas las connotaciones que le confieren un rango de acontecimiento, precisamente por ese pacto entre el Lorca más profundo, el dramaturgo que retrata ese mundo cerrado, jerarquizado, asfixiante en la casa de Bernarda, con una realidad social actual, la de las mujeres gitanas que viven en un barrio chabolista en Sevilla, El vacíe.

Estamos ante un cruce de dos fuerzas: la presencia gitana, su autenticidad, el trabajo realizado desde la dirección para mantener la fuerza de esa verdad, de esas mujeres que hablan con sus tonos, que no buscan la interpretación al modo de los payos o de los cánones del teatro al uso, pero que a la vez se involucran de manera artística en una relectura de Lorca, que les proporciona palabras, situaciones, emociones, para que al final se confluya en una única funcionalidad escénica que es la que, en varios momentos, sobrecoge.

En principio por la sabiduría dramatúrgica, por haber logrado concentrar los pasos argumentales de la obra, verterlos a un lenguaje propio de esas mujeres y con ello hacer un Lorca agitanado, en el sentido más cultural del término, con mucho respeto, transmitiendo unas extrañas sensaciones que convierten a esta obra en uno de esos hitos en donde además de lo que produce directamente, provoca una serie de reflexiones posteriores que van desde lo sociológico a la más puramente teatral.

Y en ello continuamos, aplaudiendo la propuesta.