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El beso

El programa más visto de la historia de la televisión. A ojo de buen cubero, sobre los setecientos millones de telespectadores vieron en el planeta Tierra la final del Mundial. En el Estado español cerca de dieciséis millones, logrando en su punto de máxima audiencia un ochenta y seis por ciento de share, que contrasta un poco con el setenta y cinco que lo siguieron en la CAV. Son datos que debemos entender sin apasionamientos. Asustan. Es un fenómeno de masas realmente incalificable. No es cuestión de buscar adjetivos, sino verbos. Y es difícil atinar. No podemos caer en el infantilismo de pensar que todos esos millones de telespectadores están totalmente alienados. Tampoco hay que obviar la presión mediática, es decir la insistencia para coronar a este espectáculo como algo interclasista, global, que destapa más pasiones que cualquier otra actividad individual o colectiva. Dejemos la reflexión para los reflexivos; que alguien lo analice desde la sociología. Entendemos algo desde la mercadotecnia. Nos bloquea la función identitaria que posee, pero es una realidad incuestionable. Desde el más pequeño pueblo a cualquier nación. Con todas sus derivadas. Demasiado para cualquiera.

Pero televisivamente hablando, lo que mantendrá una continuidad subsidiaria, y probablemente degenerativa, va a ser el beso que Iker Casillas le dio a su novia, la periodista Sara Carbonero, en vivo y en directo. De forma espontánea, en un baño de emociones. Estas dos personas han sufrido demasiado por su relación personal. Se les ha criticado profesionalmente, por ser pareja, algo que no parece de recibo. Ha sido tanto el ruido causado que hasta hubo intervenciones públicas de otros periodistas con cargo de dirección en asociaciones, por lo que la decisión de la cadena de contar con la periodista a pie de césped fue considerada como una provocación y una utilización. Cosa que se puede analizar precisamente al contrario, se respetó su vida profesional y se obvió los remotos problemas causados a nadie por ser pareja. La periodista ha sido portada de revista del corazón, se ha convertido en carnaza de programas de las vísceras, y el beso se debe entender como un acto vindicativo.

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