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Somsri Hananuntasuk

«Las elecciones afganas no han sido ni libres ni justas»

ANFREL (Asian Netwok for Free Elections) es una ONG cuya labor se centra en la defensa los derechos humanos y la restauración de la democracia en países asiáticos. Nada más acabar la cita electoral afgana, su directora, Somsri Hananuntasuk, valora para GARA la misión que ha coordinado desde Kabul.Testimonio recogido por Karlos ZURUTUZA

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El censo

Es el primer problema y el fundamental. Al no haber un censo actualizado (el último es de hace 40 años), resulta imposible contabilizar el número total de electores, que habrían de incluir a los millones de afganos en campos de refugiados en Pakistán.

La población adulta en el país se estima en unos 17 millones pero sólo 11,4 millones de electores se han registrado para conseguir su tarjeta de votante. Además, muchísima gente se ha registrado más de una vez. Incluso una miembro de la FEFA (Fundación para unas Elecciones Libres y Justas en Afganistán) nos confesó que había conseguido 6 tarjetas de votante.

Las comisiones electorales

Resulta significativo que el presidente de la IEC [Comisión Electoral Independiente] sea designado por el propio presidente. La independencia del IEC y la ECC [Comisión Electoral de Quejas] está condicionada por la corrupción, el nepotismo y el miedo. Esto último se manifiesta sobre todo a nivel provincial, donde los delegados son a menudo coaccionados por los candidatos locales.

La campaña

No hay una ley que regule el presupuesto destinado a la campaña ni tampoco un control sobre el uso de la infraestructuras del Gobierno. En muchas zonas hemos observado que se han usado tanto vehículos como edificios del Gobierno durante la campaña electoral.

La cita electoral

Según la Comisión Electoral, 304 colegios permanecieron cerrados y no hay de otros 157. Si a esto le sumamos los más de 900 que se decidió no abrir antes de los comicios, nos encontramos con que un gran número de electores no ha podido ejercer su derecho al voto.

La coacción ha sido otro factor determinante, sobre todo en áreas del sur del país. Muchas mujeres nos han dicho que no iban a votar por miedo a que les cortaran los dedos. Asimismo, se han dado casos en los que sólo se ha permitido votar en otra localidad a los votantes de ciertos candidatos en concreto. Casi siempre han sido los propios concurrentes los que se han encargado del transporte.

Los refugiados en Pakistán no han podido votar pero tampoco la mayoría de los kuchis (nómadas pastunes) y de los presos. Una delegación nuestra visitó la prisión principal de Kabul y comprobamos que sólo votaron 300 de los 5.000 internos.

Ya frente las urnas, la gran cantidad de candidatos ha complicado mucho el proceso. En Kabul había 56, por lo que las papeletas parecían periódicos en los que el electorado, analfabeto en su mayoría, lo tenía muy difícil para elegir su opción.

Asimismo, hemos sido testigos de una presencia desproporcionada de compromisarios de los distintos candidatos. En varios colegios había más delegados de partidos que votantes.

Los observadores

Datos oficiales hablan de 1.090 observadores internacionales y 3.923 afganos. El contingente extranjero esta vez se ha repartido entre diversas ONG.

La UE ha optado por no mandar observadores este año, quizás por motivos de seguridad. En mi opinión, un occidental es siempre un objetivo mayor que un observador asiático. En nuestro caso hemos intentado no poner a japoneses ya dado que su Gobierno paga rescates.

Personalmente, he intentado que nuestra delegación estuviera formada principalmente por musulmanes. Pienso que el riesgo que corren los enviados europeos habrá sido determinante para no enviar a nadie al país. Pero tampoco podemos olvidar el desencuentro entre europeos y americanos tras el fraude de las pasadas elecciones...

Nosotros apenas hemos tenido libertad de movimiento por la precaria situación de seguridad. Los chóferes que nos asignó el Gobierno llevaban pistolas, fusiles e incluso granadas en el vehículo. Nosotros nos negamos a trabajar en esas condiciones pero el Gobierno no nos dio otra opción.

No obstante, en este sentido he de decir que Afganistán está por delante de China, Vietnam, Laos y Singapur, ya que ninguno de estos países permite el acceso a supervisores extranjeros.

La participación

La IEC apunta a que han acudido a las urnas tan sólo cuatro de los 11,4 millones que obtuvieron su tarjeta de votante. Recordemos que el número total de la población adulta con derecho a voto se estima en 17 millones. En las elecciones presidenciales del año pasado acabó anulándose más de un millón de votos. En caso de que se repitiera un escenario similar, nos encontraríamos ante una situación en la que al Gobierno afgano le resultaría muy difícil legitimar los comicios.

El recuento

El recuento también es irregular. No se hace sobre una hoja de tabulación sino que los responsables cuentan su montón de papeletas en el suelo. Luego, cada uno da una cifra final de la que hay que fiarse. Se trata de un tema muy serio ya que sobornar a uno de estos operarios es mucho más barato y efectivo que «comprar» los votos uno a uno.

El balance

Si bien poder desarrollar el proceso electoral en un país en guerra es un éxito en sí mismo, en mi opinión estas elecciones no han sido ni libres ni justas. Los candidatos que salgan elegidos difícilmente pueden representan al pueblo afgano.

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