Alfonso Sastre DRAMATURGO
Caminos de libertad: sobre lo posible y sus ritmos (y II)
En la cuestión de los tiempos -de los ritmos- en que se desarrollan los procesos de libertad, yo creo, a pesar de lo dicho, que no ha de verse como un fatalidad que estos procesos hacia una mejor situación («la libertad») tengan que producirse lentamente en el curso de generaciones.
Los plazos tan largos que alimentan la funesta idea de la «imposibilidad» de los nuevos tiempos han sido frecuentemente el fruto podrido de los problemas internos que surgen no por la acción de las fuerzas opresoras exteriores sino por las divisiones y las rencillas que oponen a los oprimidos unos contra otros. La unidad de los pueblos hubiera acortado mil veces esos plazos largos y deprimentes, incluso desesperantes. En el caso de Irlanda, el gran escritor y patriota Jonathan Swift tuvo que sentir una y otra vez más cólera contra sus compatriotas que contra los ingleses dominadores de su patria por esa razón, y esto no ocurrió ayer, porque recordemos que él vivió entre 1667 y 1745. ¿Cuántos años han pasado desde entonces? ¿Cuánta sangre ha corrido en Irlanda, y todavía no ha cesado de correr, en un proceso que todavía no está terminado en el norte de Irlanda?
Pues bien, ese largo proceso irlandés no fue tan largo porque exista una ley histórica que lo determine así, sino que fueron los propios irlandeses (ya sus líderes, ya sus bases, ya una articulación de lo uno y lo otro) los responsables, en gran parte, de muchas de sus desventuras y de aplazamientos de sus libertades, hasta el punto de que se produjera la imagen pesimista y falsa de que la independencia de Irlanda era una tarea imposible, cuando la verdad era que la posible solución de los problemas siempre estaba a mano: en la asunción de una «unidad popular» operativa para la liberación; unidad que respetara, claro está, las legítimas diferencias existentes, entre ellas nada menos que la existencia de las clases y la importancia de su lucha. Ahora, tratando del caso de Euskal Herria, que a nosotros nos preocupa de modo muy especial, resulta que, paradójicamente, un gran obstáculo para conseguir esa soberanía reside, además de en el «cerrilismo español» desde luego, en el carácter acomodaticio y oportunista del PNV que, ciertamente, es un gran obstáculo para la unidad de los vascos por su independencia. Y conste que admiramos a grandes patriotas que ha producido y produce esa formación política, como el grande e inolvidable Telesforo Monzón, y otros vivos y activos hoy, cuyos nombres no voy a traer a colación aquí pero en los que habita y gravita gran parte de nuestra actual esperanza.
En el campo del pensamiento, está pendiente -que yo sepa- un gran debate sobre la noción de «utopía» y su relación con la de «posibilidad». La base de ese debate será, supongo, una crítica científica, dialéctica, de realidades hoy históricas que en su día se estimaron como imposibilidades metafísicas, absolutas (hoy se hablaría de su «no sostenibilidad», que es una máscara actual de posiciones «posibilistas» reductoras de una posible grandeza del futuro como la que se proclama cuando se dice hoy que «otro mundo es posible»). Eran, pues, posibilidades que se negaban como si fueran «imposibles» cuando, en realidad, estaban «imposibilitadas», 1) ya por el estado de la ciencia y la técnica en cada momento, 2) ya por los intereses económicos de los capitalistas encaramados en el Poder. (Ejemplo de lo primero: el vuelo de grandes máquinas más pesadas que el aire cargadas de viajeros. Ejemplo de lo segundo: la jornada de trabajo de ocho horas).
En suma, puede decirse ya que hay mucho menos «imposible» de lo que parece y que se acepta como tal. Las nuevas nociones de Utopía son aperturas del campo de la posibilidad, hasta hoy injustificadamente reducido cuando se denunciaban los errores propios de un subjetivismo desmedido poniendo en contra un pensamiento «objetivista» que en realidad comportaba una gran reducción de las verdaderas virtualidades de la «realidad actual» en cada instante.
Así es que hoy se puede trabajar razonablemente en campos antes prohibidos como «utópicos» en el sentido peyorativo que entonces se daba a la palabra utopía desde un «cientifismo» no sometido a crítica. Ahora ya se sabe que con frecuencia «lo imposible de hoy es lo posible de mañana y lo real de pasado mañana», y ello es más evidente aún cuando eso que se presenta interesadamente como «imposible» se fundamenta en una tercera «razón», la menos razonable de todas: 3) la mística de ciertas ideas cerriles como, en nuestro caso, la de «la sagrada unidad de España».
Sobre dos recientes episodios. Nuestro tema viene tomando gran cuerpo durante los últimos años, y hay pasos en ese sentido muy recientes como estos dos:
1.- Un comunicado del «tándem» izquierda abertzale-Eusko Alkartasuna, que salió a la luz, al parecer, a través de una filtración pero cuyo contenido no se desmiente. En él se pide o se va a pedir a ETA que declare «una tregua permanente y verificable» internacionalmente, sobre unas condiciones «mínimas», en las que, por ejemplo, la amnistía para los presos políticos se reduciría a un acercamiento de esos presos a prisiones cercanas al domicilio de sus familias. [Sobre el tema de lo que se puede «ceder» en esta situación por parte de la izquierda abertzale, ello está bastante claro en una respuesta que a Carlo Frabetti (que lo ha referido en su artículo de GARA «La transición vasca») le ha dado «un miembro de Batasuna». La pregunta se concretaba en la cuestión de «hasta dónde estaban dispuestos a ceder», y la respuesta se produjo con estas certeras palabras: «Cederemos en la medida en que las circunstancias nos indiquen que podemos ceder sin renunciar a nuestros objetivos». A Frabetti le parece que estas palabras contienen «todo un programa político» y que éste es «el único deseable, el único posible». Yo acabo de definir mi propia posición al considerar «certeras» estas palabras].
2.- El último comunicado de ETA a través de la BBC y GARA (*). A mí este comunicado me ha parecido muy positivo, pero estimo que no es todavía el gran «Adiós a las armas» al que yo me he referido en mi «Modesto Plan». A estas alturas me gustaría saber si ha sido acertado por mi parte atribuir a ETA que la condición para que ese «Adiós-y-no-hasta-luego» se produjera tendría que darse, como yo he inducido de mis lecturas de sus comunicados en los últimos tiempos, una reforma constitucional como la indicada en mi Plan. Que ETA se manifieste hoy sobre este punto concreto me parece muy importante para que se arroje una buena luz sobre la doble cuestión de la posibilidad de un feliz desenlace del conflicto y, en definitiva, sobre los posibles ritmos del proceso en sus distintas fases.
Epílogo. Cuando escribo estas últimas líneas prolifera la resonancia que ha tenido, que está teniendo, la última declaración de ETA, y creo que empieza a abrirse paso, (mal que bien, en determinados sectores del Poder más o menos distantes de su cumbre, en la que habitan tristes figuras como las de Zapatero -que «amenazó» con ser otra cosa-, Rubalcaba o Ares), un nuevo espíritu que podría renunciar definitivamente a las exigencias dogmáticas del viejo cerrilismo y arribar a cierta recuperación de la herencia de lo que la derecha llamó siempre la «anti-España» (que éramos nosotros, españoles malditos); anti-España que supo manifestarse con vigor en doctrinas altamente humanistas y antiimperialistas avant la lettre, como el «Derecho de Gentes»; o que denunció en su momento valerosamente, como lo hizo el gran Bartolomé de las Casas, «la destrucción de las Indias» por los conquistadores españoles de América.
La solución del actual conflicto, que parece interminable, tendría que contar, efectivamente, con esta «agitación de la vida española» (Unamuno), que haría volver a esta caricatura que hoy es España por las rutas que en determinados momentos fueron sus verdaderos «timbres de gloria». Porque España -¡qué duda cabe!- es la horrenda figura del Duque de Alba y su Tribunal de la Sangre, pero es también la del celeste poeta que fue San Juan de la Cruz, y -¡cómo no!- la de aquel miliciano medio analfabeto que (como nos contó César Vallejo en su libro «España, aparta de mí este cáliz») «solía escribir con su dedo gordo en el aire: Biban los compañeros».
(*) Nota de la redaccción: Tal y como se citaba en la primera parte, el artículo fue escrito el 7 de setiembre y, por lo tanto, el comunicado de ETA referido como último es el del día 5 de este mes.