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El negocio del dolor

«Carancho»

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Koldo LANDALUZE

Tal y como rezan los letreros al comienzo de la película: «En Argentina mueren cada año más de 8.000 personas en accidentes de tráfico». Un coto de caza perfecto para los «caranchos», aves rapiñeras que, encarnados en abogados de toda ralea, se asoman a los hospitales para hacerse cargo de las demandas que los heridos deben formular a sus respectivas compañías de seguros. Es en este territorio de cristales rotos, hierros retorcidos, sangre, lágrimas y dolor donde el carancho encarnado por el siempre espléndido Ricardo Darín se desenvuelve con soltura. 8.000 accidentes suponen mucho dolor y, por supuesto, un negocio millonario en el que no hay cabida para la justicia, los estómagos sensibles y la ética. Pero, lamentablemente para el carancho Sosa (Darín), comienzan a aflorar los resquemores del oficio y el peso de la conciencia. Dos síntomas fatales para todo aquel carancho que se precie de serlo.

A lo largo de una trama muy bien engarzada, Pablo Trapero vuelve a demostrar que es un autor contundente y que sabe desenvolverse muy bien en el thriller. El autor de “El Bonaerense” aplica a su obra un estilo visual de cámara al hombro para atrapar la tensión en las salas de urgencia y clava su objetivo en primeros planos para captar las emociones de unos personajes al borde de la extenuación física y emocional.

Contundente y sin concesiones –como en todo buen thriller–, “Carancho” dispara hacia muchos frentes: drama, temática social, thriller. Una fusión que lejos de chirriar, explosiona en los momentos oportunos; en aquellos en los cuáles salen a relucir la trastienda de este negocio lucrativo dictado por policías corruptos que ramifican su poder a través de bufetes de abogados sin escrúpulos. En mitad de este paisaje desolador, se asoman personas desesperadas que no dudan en dejarse mutilar con tal de obtener una ayuda económica garantizada por los caranchos que acechan desde los pasos de cebra iluminados por semáforos traicioneros.

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