Cuando todavía resuenan las reacciones al último comunicado de ETA, se van conociendo nuevos pronunciamientos, detalles y voluntades en el proceso de soluciones. El lehendakari López, fiel en público a la consigna de «firmeza y tolerancia cero» y defensor en privado del «final dialogado», la secretaria general de LAB, Ainhoa Etxaide, defendiendo que «es el momento de cerrar una época para abrir una nueva», o la voluntad expresada por el ex presidente sudafricano Frederick de Klerk de participar en una mediación internacional, son detalles que anticipan nuevos movimientos y demuestran que el agua no está quieta.

Oficialmente han optado por la «insuficiencia» como consigna y la compra de rumores para vender noticias que afianzan esa posición. Sin embargo, lo que públicamente es insuficiente a nivel privado es lo suficientemente significativo como para que la gestión del proceso y de sus tiempos sea ya una realidad insoslayable, también para aquellos que no lo reconocen en público. Muchas de las consignas totémicas, con políticos irresponsables parapetados tras ellas, no se corresponden con la realidad. Y lo saben. Sectores de gran influencia y mentalidad de estado tienen interlocución abierta con la izquierda abertzale, como la tienen los grandes medios de comunicación internacionales, y también los partidos de ámbito vasco. Todos se mueven, porque algo se mueve. Esa corriente de agua, aún kárstica en ciertos tramos, hace ya camino y todas las partes quieren aprovechar su txanpa.

Muchas veces, anticipar que algo va a ocurrir suele ser más efectivo que el acontecimiento en sí mismo. Los datos y detalles que se van conociendo, e irán conociéndose, anticipan que, por encima de las actitudes y la fácil histeria de «no parlamentar con enemigos», la alternativa a la consigna exigida sigue construyéndose. Mantener esa alternativa viva y accesible hasta que lo que venden como imposible se convierta en políticamente inevitable es la clave.