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«Antes nuestra vida la guiaban los curas; ahora, los médicos»

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Juan Gervás
Médico y coordinador del equipo Cesca

Médico general rural y profesor de la Escuela Nacional de Sanidad española y de la Universidad Autónoma de Madrid, hoy jubilado, ha impartido en Bilbo una conferencia «irrepetible», porque sus apariciones son contadas. «No soy el oso de la feria», esgrime, pero su descarnado discurso contra la «medicalización de la vida» hace que sus esporádicas presencias públicas sean más que interesantes.

Joseba VIVANCO

«Uno puede ser alguien feliz hasta que un día va al médico a tomarse la tensión... `Eres hipertenso', te dicen. Tu vida cambia a partir de entonces dolorosamente. `La tensión tiene que bajar', te insiste el médico... hasta que te quedes impotente si hace falta... y con 50 años. ¡La de polvos que te has perdido! Te quedas para los restos. Y si un día te hartas y dejas de hacer lo que te mandan, te quedará un sentimiento de culpabilidad. ¡No es broma lo que digo!... Y todo por tener la tensión alta». Este es ejemplo muy gráfico de cómo la medicina en general, la industria farmacéutica y los médicos en particular, han medicalizado nuestra vida durante el último medio siglo.

Esa «tragedia» que se inicia con algo tan asumido y normalizado como ir a tomarse la tensión -cuando no se hace en casa con aparatos ni siquiera homologados- es una de las innumerables que diseccionó Juan Gervás en el marco de las jornadas sobre medicalización de la vida organizadas por Alhóndiga Bilbao y la Asociación vasca en defensa de la Salud-Osalde.

Es «un médico normal y corriente», como le presentaron, que lleva años «defendiendo la salud como un derecho y no como un negocio». A sus 61 años y recién jubilado, este médico de atención primaria coordina el Equipo CESCA, un grupo multiprofesional de investigación, estudio y docencia en Atención Primaria y Medicina General fundado en 1980 que no duda en meter el bisturí hasta lo más profundo del cada vez menos sano corazón del sistema sanitario. Y eso es lo que vino a hacer a la capital bilbaina.

«Nadie de los que estamos aquí terminará el siglo XXI -sentenció como premisa-. Es la certeza de la muerte. Pero hay médicos que creen que salvan vidas, incluso que hacen resucitaciones, cuando lo único que hacemos es prolongarla. La pregunta es ¿con qué calidad?». Pero la sociedad actual, como el legendario rey Gilgamés, persigue la vida eterna.

Vivimos en la «sociedad más sana de la historia» y «no por razones médicas, sino gracias a la educación de la mujer». Sin embargo, asistimos a una brutal medicalización de la vida. «La actividad médica cada vez es más intensa, se tratan más precozmente los problemas y con métodos más poderosos y, a la vez, problemáticos», insistió. ¿El resultado? «Que la gente se muere por causa médica. Cada vez los médicos somos más mortíferos... Como decía aquél, cuando un médico acude a un entierro, la causa va detrás del efecto», comentó. Un dato: En EEUU las muertes por razones médicas son ya la tercera causa de mortalidad.

Gervás aseguró que la sociedad está siendo consciente ahora de ese «poder de matar» de los médicos. «Porque no hablamos sólo de crear enfermedades o de amplificar la importancia de otras, sino de que los médicos nos extralimitamos», reprueba. Y puso otro ejemplo: «Hay una epidemia de minusválidos por operaciones de espalda no justificadas».

La biometría es uno de los caballos de batalla contra los que Gervás y otros como él pelean con cada conferencia o cada artículo. «La biometría es la que nos dice qué es lo normal; es la que medicaliza nuestra vida obligándonos a estar en la media de multitud de parámetros médicos». Como en la tensión. O el colesterol. O el percentil infantil que controla el peso y la altura de los bebés y niños. «Los médicos definen la salud en base a la biometría, cuando la realidad es que hemos dejado de escuchar a los pacientes... y así se nos mueren. Tengo el alma rota y mi médico me receta un antidepresivo. Infectamos a los pacientes con falsas enfermedades», denunció.

Una medicalización a la que no es ajena la población. «Quiere acabar el siglo XXI. Te pide ese antidepresivo. La gente también pide respuestas simples a problemas complicados. Queremos de la vida lo que la vida no da. Y la solución no es tomar una pastilla».

La prevención

De una parte, el sistema sanitario en su conjunto «nos infecta de enfermedades falsas» y, de otra, la dependencia de esa medicalización nos conduce a «una pérdida de resistencia ante la vida, cuando nuestra resistencia es como la de las ratas. Pero pretenden reducirnos a un estado infantil». ¿Consecuencia última? «Nos volvemos dependientes del sistema sanitario. Antes, nuestra vida la guiaban los curas; ahora, el sistema sanitario».

Nos dicen cuándo hacernos una mamografía, cuándo una citología, cuándo el colesterol está alto o cuándo lo mejor es anticiparse a un cáncer de vejiga y dejarnos impotentes y perdiendo orina. «La medicalización de la vida ha logrado disminuir el número de gente sana y, si hace falta reducirlo más, se cambian las biometrías y sigue el negocio», se quejó.

La tensión arterial alta es un factor de riesgo, entre otros, pero ni siquiera una causa y menos aún una enfermedad. «Pero hoy ha adquirido dignidad propia y ya nos viene en poco tiempo la prehipertensión, lo mismo que la preenfermedad mental», puso sobre alerta.

Y si la biometría es su ``dios'', el diagnóstico es su ``profeta'' o, como él lo define, «el truco de la medicalización de la vida». Tanto que el diagnóstico es el campo médico menos desarrollado y el de peor calidad, según reconoce la propia Medicina. «Se diagnostica cada vez más innecesariamente, pero claro, después del diagnóstico, viene la cascada del tratamientos».

Enfermedades falsas, pérdida de resistencia vital, dependencia del sistema sanitario... Y la prevención. «Es una gran mentira, porque no sabemos bien las causas de las enfermedades. Y se convierte en un peligro cuando excede de sus límites... y está perdiendo esos límites. Porque es un peligro cuando quiere dominar nuestras vidas».

Gervás propone a modo de reflexión dos fundamentos éticos. Uno, lo que llama ética de la ignorancia, «compartir con el paciente y nuestros jefes lo que no sabemos» porque, «si un médico no quiere saber lo que receta, que se dedique a vender vino». El otro, la ética de la negativa o «saber decir no al paciente y a tus jefes». Este panorama no parece alentador. «Pero yo soy optimista. O -aclara-, como diría Unanumo, un pesimista razonablemente optimista». E invita a médicos y pacientes a hacer «prevención cuaternaria», es decir, «evitar el daño que hace el sistema sanitario», porque «la medicina se está transformando en magia».

 

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