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«No pierdo tiempo pensando en los premios. El trabajo sigue siendo el mismo»

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Damián Muñoz

Coreógrafo y bailarín

El coreógrafo y bailarín Damián Muñoz (Gasteiz, 1968) es uno de los principales exponentes de la creación coreográfica vasca. En 1996, junto a la coreógrafa, también gasteiztarra, Virginia García creó la compañía La Intrusa, con la que visita hoy Gasteiz. Aunque galardonado en múltiples ocasiones, en su trayectoria destaca el premio Max al mejor intérprete masculino por la obra «Staff».

Itziar AMESTOY | GASTEIZ

Con una propuesta de vanguardia, los bailarines y coreógrafos Virginia García y Damián Muñoz regresan esta tarde al Principal de Gasteiz dentro de la programación del veterano Festival de Teatro. «Pobres Bestias» fue el primer montaje de danza que produjo el Arriaga, un espectáculo con el que La Intrusa busca adentrarse en la «autenticidad del alma y el espíritu del ser humano». Para ello, además de los dos bailarines, se subirán al escenario el actor Jorge Fuentes y un cuarteto de músicos que interpretará las composiciones de Enric Montefusco en directo.

Después de giras y viajes, ¿resulta agradable regresar a casa?

Sí, aunque tampoco lo vivo como una vuelta a casa, porque vienes con el chip puesto de trabajo. Por eso es una sensación rara; es como que no es.

¿Qué es lo que el público podrá ver esta tarde en el Teatro Principal?

Es el último espectáculo largo de la compañía: las «Pobres Bestias». Además como ha sido un año complicado y hemos tenido varios compromisos, es como que hemos vivido unas vacaciones del espectáculo. Lo retomamos hace dos o tres semanas. Por eso, vuelve a ser como un niño nuevo. Con las cosas buenas y las cosas malas de algo nuevo.

Sobre las tablas, una combinación de danza, música en directo y vídeo. ¿Por qué esta presentación multidisciplinar?

Los del vídeo no estaba previsto; además, a nosotros no nos gusta especialmente su utilización en los espectáculos. Es algo que nunca nos ha gustado, pero siempre acabamos usando. Cuando se empezó a escribir el espectáculo, había muchas ideas que nos gustaban pero resultaban muy difíciles de desarrollar en escena. Entonces fue cuando vimos que tanto la puesta en escena como la historia permitían el uso del vídeo. Así, acabamos haciendo unas pequeñas películas, como cortos muy cortitos de tres minutos, que están insertados dentro del desarrollo de la pieza. Nos permitía contar de otra manera eso de lo que estábamos hablando. Y al final sí, hicimos un espectáculo un poco multimedia, pero surgía de la necesidad del propio montaje.

Luego, siempre es muy agradable llevar la música en directo. Es un espectáculo de danza, que es música y movimiento. Si la llevas grabada está muy bien, pero si tienes la suerte de hacerlo en directo todo gana mucho, ganamos tanto nosotros como intérpretes como la pieza visualmente. Aunque no es fácil juntarnos a todos, porque cada uno tiene sus compromisos, esta es una de las actuaciones donde realmente podemos hacerlo.

En la producción de esta obra participó el Teatro Arriaga. ¿Está cambiando la forma de mirar a la danza? ¿Llegan vientos de Europa?

Estamos viviendo una evolución lógica. Primero por la institución, ya que lo que hizo el Arriaga estuvo realmente bien. Lo importante era hacerlo, saliera bien o mal, aunque todos deseábamos que saliera bien; el hecho no era el resultado, lo importante era empezar. Había que dar el primer paso. Rompimos una barrera. Era una espectáculo que no era el típico del público del Arriaga, ni es lo que la gente espera ver. Esa nueva dirección que entró al Arriaga estaba en ese momento mirando a Europa, y ese fue el resultado.

Respecto a su carrera profesional, hoy en día es difícil leer algo sobre usted sin la coletilla del premio Max. ¿Qué significa este reconocimiento en su trayectoria?

Para mí no fue tan importante: no fui ni a recogerlo. Son esas cosas que realmente no influyen tanto, aunque seguramente los medios y el exterior le dan mucha más importancia de la que tú mismo le das. La verdad es que no he pensado mucho en él, no me paro mucho a pensar en esas cosas. Te van dando premios, pero no cambia mucho. No niego que siente bien un reconocimiento, no nos vamos a engañar, pero a la mañana siguiente tienes que pagar las mismas facturas. El trabajo sigue siendo el mismo y no pierdo mucho tiempo pensando en eso. Siempre el día a día tiene mucho más poder.

¿Qué proyectos tiene hoy en día en mente?

Lo cierto es que este está siendo un año completo. No me quejo, porque dentro de la crisis y viendo cómo les está yendo a compañeros de la profesión, que están fatal, ha sido un año en el que hemos hecho muchas cosas. Acabamos de venir de Noruega, de hacer una pieza para la Compañía Nacional de Noruega. Eso sí que es importante, más que un premio, aunque luego tiene mucha menos repercusión. Esto de Noruega para la compañía es un antes y un después. Significó mucho que una compañía nacional nos llamase para hacer un pieza para ellos. También estamos haciendo una película en Holanda. Es una película de un espectáculo que hicimos en el 2004: «Ölelés», inspirado en un libro de Sándor Màrai, «El último encuentro». Lo vio una directora de cine y está rodando la versión cinematográfica. Ahora se ha estado preparando y se rueda el mes que viene. Lo paga la televisión holandesa, aunque la verdad es que no me acuerdo de cómo llegamos a este punto. Son ese tipo de cosas que empiezas a tirar de un hilo y acabas grabando. También estamos con una producción nueva, para estrenar en febrero del año que viene.

«Éste ha sido un año de cambio para la compañía, en el que se ha trabajado mucho de base»

Respecto al movimiento que se puede ver en «Pobres Bestias» , está basado en el krumping, un forma de baile de calle afro-americana. ¿A qué se debe esta decisión?

Haciendo la preproducción vimos que necesitaríamos una forma de modificar nuestro movimiento habitual con algo que tuviera que ver con la historia y con lo que queríamos contar. Nos pusimos a investigar y descubrimos esta forma de danza, que es como una variante de la danza de calle, del hip-hop o del break dance. La cuestión era ir a la esencia y conocer este tipo de danza. Nace en el típico barrio de película, un barrio marginal de ciudad norteamericana, donde los jóvenes en vez de pegarse deciden bailar. Es un tipo de danza que tiene una forma muy agresiva, todo tiene que ver con la violencia. Ésta es la primera lectura, pero luego, cuando empiezas a profundizar, realmente ocurre una cosa muy especial: es el primer tipo de danza de la calle que no se basa en la forma, sino que se aborda desde la energía. Por eso son trozos muy cortitos, porque hay un gasto de energía muy grande. Nosotros construimos el espectáculo y luego lo fuimos modificando introduciendo esta nueva información.Hicimos un dúo y luego le insertamos esta energía de movimiento y de formas. Es un espectáculo donde las estructuras no son muy largas porque nos supone un fuerte gasto de energía.

En la presentación de este espectáculo hace un año y medio en el Arriaga comentaba que, más que llegar a amplios públicos, lo que buscaban era abrir conexiones. ¿Se ha logrado ese objetivo?

Está siendo un mal año con esto de la crisis. No ha sido bueno para las artes escénicas y para la danza, menos todavía. Este está siendo un año de cambio, en el que se ha trabajado mucho de base en la compañía. Pero el espectáculo tenía la misión de abrir, porque es un formato más grande y no habitual en nosotros. Queríamos llegar a otro tipo de circuitos y hacer el más difícil todavía. Pese a todo, todavía está en proceso de realización y este ha sido un año de barbecho a nivel escénico. Aun así, hablas con otras compañías y te das cuenta de que nosotros no tenemos de qué quejarnos. Nos va muy bien. Pero aún y todo ha sido un año que no hemos actuado mucho, comparando con otros años buenos. I. A.

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