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Análisis sobre el Gran Maestro noruego

Después de cinco derrotas, todos se preguntan qué le pasa a Magnus Carlsen

El coeficiente mental del noruego se equipara al del científico Albert Einstein, pero existen varias claves para encontrar la respuesta a sus últimas derrotas.

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Pedro BARRI

Después de cinco derrotas consecutivas y finalmente un empate en tres semanas, el mundo del ajedrez se pregunta qué le pasa a su joven estrella Magnus Carlsen.

¿Qué le sucede al noruego? Se pregunta la prensa internacional temporalmente asentada en Bilbo con motivo de la final del Grand Slam; también los muchísimos fans del noruego asistentes al torneo o seguidores de su juego vía internet. ¿Qué pasa, Magnus?

Seguro que si se traslada la pregunta al indio Vishy Anand, al ruso Vladimir Kramnik o al español Alexei Shirov, por elegancia y discreción, se limitarían a decir que los «dientes de sierra» en las actuaciones de los jugadores de ajedrez son habituales y comprensibles.

No obstante, si echáramos un vistazo a los últimos 40 días de Carlsen quizá pudiéramos encontrar alguna clave o razón que justificaría su baja forma y la pérdida del liderato del ránking de la FIDE en beneficio de Anand, en octubre y a la altura del torneo de Bilbo, convertido en dos veces amo del panorama ajedrecístico (campeón mundial y número uno de la lista internacional).

Magnus Carlsen es un chico de 19 años con un coeficiente mental que se dice es equiparable al del científico Albert Einstein.

Acostumbrado a la dinámica de sus disciplinados entrenamientos y análisis tácticos, tanto de uno como de lo otro, en profundidad y reposo, su llamativo e importante contrato con la firma de moda joven G-Star puede haberle sacado del carril de lo metódico.

Con esta contratación, G-Star unió la inteligencia a la elección de ropa juvenil, más o menos, asegurando que juventud no es sinónimo de frivolidad. Carlsen es el primer ajedrecista con acceso al gran marketing internacional.

El noruego participó en setiembre en una estelar presentación de la marca en Nueva York. Jugó algunas partidas con gente de Wall Street y modernos neoyorquinos con nombre propio en el mundo empresarial, la pintura, la moda, el cine y la sociedad. Acudió a fiestas y «saraos» varios. Y estampó su firma en el millonario contrato.

Todo esto para un chico, hasta entonces, de más soledades que bullicios, ha podido descentrarle y las primeras consecuencias de todo ello se advirtieron en la Olimpiada del Ajedrez jugada en Khanty Mansiysk, Siberia, a donde le pidió que acudiera la federación noruega.

Con la mente en otra parte

Si es sabido por los jugadores de ajedrez de élite que dos derrotas seguidas no se las pueden permitir, tres menos. Pues, Carlsen perdió tres y frente a rivales de talla bastante inferior a la suya. Se justificó mal el desastre aduciendo que el «vikingo» tenía puesta la cabeza en la Final de Maestros del Grand Slam y que había hecho unos experimentos sobre el tablero... desde luego desafortunados.

Llegó a la capital vizcaina y se estrenó con una derrota ante el ruso Kramnik y otra a continuación frente al indio Anand. En uno y otro tablero jugando sin la brillantez exigible a su colosal talento. Enrabietado, casi lloroso, mandó a paseo a unos 200 caza-autógrafos, a los que dejó con cara de póquer bolígrafo y blocs, pósters, fotos, libros, etc. en mano.

El jugador noruego, en el último episodio deportivo -11 de octubre-, protagonizó una dura y agotadora contienda con el español Shirov saldada con tablas después de 5 horas y 40 minutos y un total de 173 movimientos. Pero, ¿qué le pasa a Carlsen, que no gana?

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