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Responsabilidad y compromiso a imitar

Los futbolistas comprometidos con la causa de la oficialidad de la selección de Euskal Herria anunciaron ayer que sí habrá partido de fútbol en Navidad. Por encima del todo o nada, de la postura del «o lo tomas o lo dejas» y el hacer del nombre de la selección una ecuación sin solución, los jugadores han demostrado la suficiente cintura para driblar a esos contrarios y asegurar así que miles de chavales y chavalas vibren con sus colores, que los aficionados vascos se ilusionen con la selección y la sociedad vasca retome en sus manos la reclamación de esa legítima reivindicación. Los futbolistas vascos han demostrado sobradamente el compromiso con el país y sus aspiraciones, y con esta inteligente decisión vuelven a dar un ejemplo de responsabilidad. La federación autonómica vasca, con multitud de empleados en la Real Federación española de Fútbol, venía parapetándose en el argumento que no tenía margen de maniobra, y el campo de juego se circunscribía a lo autonómico, a lo ritual y anecdótico. No persuade el argumento, ya que con voluntad y decisión política la oficialidad de la selección nacional vasca tiene un recorrido y un potencial enormes.

La selección oficial vasca es suficientemente importante como para dejarla en manos de la Federación. Y no ha sido ni debe ser nunca un asunto exclusivo de futbolistas. Es un tema que exige el concurso de todos los aficionados y quienes participan del proyecto de país, de todas las generaciones. Requiere multiplicar la participación y aumentar el impacto social, máxime en un contexto de liderazgo global del fútbol español y una ofensiva de la idea negadora de las naciones sin reconocimiento político ni selección. Si todos jugamos y nos movemos, cambiará el juego y todo se moverá.

Los futbolistas han demostrado que, tanto en el deporte como en otros órdenes de la vida, para ganar hay que saber dejar ganar. El reto de la oficialidad ni se juega a un partido, ni se pierde por un nombre. La implicación del público, una defensa de la reivindicación de alta intensidad y un buen ataque en términos de mayorías sociales generan confianza en el resultado final. Hoy sabemos que habrá partido de Navidad, un partido que será un clamor reivindicativo. Así pues, ante la pasividad de la Federación, pero con la demostración de responsabilidad y compromiso los jugadores, es preciso hacer una piña con éstos para exigir lo que este país desea y merece: una selección nacional en un mundo global. Es preciso dar un notable empujón a esa reivindicación y trasladar la presión a la Federación y a esas instituciones que desmienten su discurso supuestamente democrático con su práctica. Porque ese final de un ciclo y comienzo de una nueva era que los jugadores vascos pretenden sea el partido es un reto de todos.

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