La Hungría del controvertido primer ministro conservador Viktor Orbán preside desde ayer y durante seis meses la Unión Europea (UE), con la crisis del euro y el comienzo de las negociaciones para el presupuesto plurianual (2014-2020) como principales desafíos. Junto a ello, la Presidencia húngara coincide con las críticas realizadas a Budapest por la reciente aprobación de una ley que prevé duras sanciones a los medios de comunicación críticos y que ha sido calificada por la OSCE como «una amenaza para la libertad de expresión.

En su alocución radiotelevisada de Año Nuevo, el presidente Pál Schmitt subrayó la responsabilidad de su país. «A partir del 1 de enero, Hungría tendrá la responsabilidad de mejorar la vida no sólo de los húngaros, sino también de cientos de millones de personas», destacó.

En la agenda de Budapest para este semestre destaca la cumbre con seis antiguas repúblicas soviéticas (Ucrania, Moldavia, Azerbaiyán, Armenia, Georgia y Bielorrusia), así como la ampliación del espacio Schengen de libre circulación a Rumanía y Bulgaria, una medida a la que se oponen firmemente Alemania y el Estado francés.

Durante este semestre, Budapest también pretende avanzar en las negociaciones de adhesión de Croacia e impulsar la integración de los gitanos o rom, la principal minoría étnica de la UE, con alrededor de diez millones de personas.