La sentencia por torturas pone de relieve una realidad pol�tica que transciende a este caso
La sentencia en la que la Audiencia de Gipuzkoa ha condenado a cuatro guardias civiles por un delito de torturas a Mattin Sarasola e Igor Portu es muy importante y llega en un momento pol�tico clave. Sin duda, tienen raz�n quienes se�alan lo excepcional de la sentencia frente a lo estructural de los malos tratos, tal y como que reflejan las denuncias por torturas acumuladas en los juzgados y archivadas sistem�ticamente. Tambi�n tienen raz�n quienes subrayan lo limitado de la condena, as� como quienes advierten del peligro de que, tal y como ha ocurrido en ocasiones anteriores, los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado espa�ol condenados sean exculpados o indultados pr�ximamente y terminen por no cumplir la sentencia. La experiencia alerta de que, adem�s, los polic�as condenados han terminado siendo condecorados y ascendidos, algo que no se puede olvidar ni permitir en este caso. No cabe duda tampoco de que la sentencia esquiva el elemento central que permite todo lo anteriormente mencionado: es la incomunicaci�n de los detenidos la que permite los malos tratos y su impunidad, tal y como han se�alado diferentes expertos en la materia durante estos �ltimos a�os. Y ha sido precisamente un lapso en esa incomunicaci�n lo que ha posibilitado que una ley pensada para no perseguir ni castigar esa inhumana pr�ctica haya tenido que dar su brazo a torcer ante la evidencia.
Pero la sentencia es importante porque llega en un momento en el que el Estado espa�ol est� empe�ado en negar la existencia misma de un conflicto pol�tico. Y la sentencia, pese a sus limites jur�dicos, muestra una realidad pol�tica que choca frontalmente con la versi�n espa�ola, igual que chocaron en el juicio los testimonios de los torturados y los de los torturadores. La sentencia llega cuando la comunidad internacional ha fijado su lupa en este conflicto. Las excusas dom�sticas ofrecidas por los mandatarios espa�oles poco valen ante esos inc�modos testigos y sus silencios resultan a�n m�s elocuentes. Cuidado, no porque p�blicamente esa denominada comunidad internacional vaya a cambiar su postura oficial, pero s� porque privadamente van a confirmar sus sospechas y convicciones sobre la calidad del sistema pol�tico espa�ol.
Falta de credibilidad
La credibilidad del Estado espa�ol est� erosionada en todos los aspectos, no s�lo en el econ�mico. �Los mercados�, como ente abstracto, no existen. Pero s� existe una desconfianza secular por parte de los mandatarios que comparten mesa con los sucesivos gobernantes espa�oles sobre la diferencia entre la versi�n oficial sobre lo que Espa�a es y lo que realmente es. Si quiere recuperar esa credibilidad el Gobierno espa�ol no puede mantener posturas negacionistas basadas en posiciones de poder que no son reales. Ni en lo econ�mico ni en lo pol�tico.
Resulta parad�jico en ese sentido que los mismos pol�ticos que utilizan lo que dice el �Wall Street Journal� como fuente de autoridad para defender la recuperaci�n de la econom�a espa�ola o la hecatombe que ha provocado este Gobierno hayan mirado hacia otro lado cuando ese medio ha publicado esta misma semana un art�culo que ten�a como principal fuente una entrevista con Arnaldo Otegi. Y resulta pat�tico que un partido vasco, en concreto el PNV, comente esa entrevista en t�rminos negativos, abstray�ndose incluso del hecho de que Otegi est� en la c�rcel precisamente por sembrar las oportunidades pol�ticas que est�n madurando ahora.
En este momento de la partida lo que sirve internamente, lo que dom�sticamente es �til, no tiene ese mismo valor si se mira el escenario pol�tico en su conjunto. Ese es, entre otros, uno de los logros de la estrategia puesta en marcha por la izquierda abertzale a lo largo del �ltimo a�o. En ese sentido, la unilateralidad ha comenzado a dar sus frutos y comienzan a vislumbrarse, cada vez con m�s fuerza, movimientos que no tienen como �nico eje ni como �nica fuerza tractora a la izquierda abertzale. La denuncia contra la tortura o contra la situaci�n de los presos pol�ticos vascos son dos buenos ejemplos de ello. En ese camino, es de prever que de un punto en adelante el multilateralismo se potenciar� hasta tal punto que imposibilitar� posturas inmovilista que hasta ahora pod�an resultar c�modas.
Testimonios del conflicto
Hoy GARA recoge el testimonio de los padres de Jose Mari Sagardui, Gatza, el preso pol�tico vasco que m�s a�os lleva en prisi�n. M�s de treinta a�os, lo que supone la aplicaci�n de facto de la cadena perpetua. Una vez m�s, su testimonio contrasta con las declaraciones p�blicas de la clase pol�tica y con los ficticios debates que transmiten a la opini�n p�blica espa�ola. Ese testimonio denuncia la injusticia, habla de libertad, rezuma humanidad y tiene un significado profundamente pol�tico. Y la mayor�a de la sociedad vasca es consciente de todo ello.
La manifestaci�n que el pr�ximo s�bado recorrer� las calles de Bilbo se perfila como la mejor demostraci�n de todo ello.