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Unai Vázquez Preso político vasco

De muro a muro, de roble a olivo

Hoy miro por la ventana y encuentro el mismo paisaje que los más de 7.000 presos políticos palestinos: tierra árida y olivos entretapados por los barrotes de la celda.

Ayer se celebró el día internacional de Boicot, Desinversión y Sanción (BDS) contra el Estado de Israel y en defensa de los derechos del pueblo palestino. Hoy, miro por la ventana y encuentro el mismo paisaje que los más de 7.000 presos políticos palestinos: tierra árida y olivos entretapados por los barrotes de la celda. Hoy me traslada a otra tierra que anhela libertad, a Palestina, que el pasado verano tuve oportunidad de compartir gracias a la Brigada Cultural Biladi Hadi.

En la misma pudimos comprobar en primera persona y de primera mano las repercusiones de la ocupación. Desde relatos de la Nakba (Catástrofe) con la creación del Estado de Israel en 1948, hasta las situaciones familiares que se dan día a día hoy con padres y madres que no pueden ver a sus hijos por encontrarse encarcelados o por el simple hecho de residir en ciudades con catalogaciones de seguridad diferentes (en base a colores) que impiden la libre circulación a la sombra de los grandes muros de hormigón y los checkpoints. Estos grises muros que nos rodean no impiden que fluyan los recuerdos que ponen bases firmes a la solidaridad.

Recuerdos como el de una familia del casco antiguo de Hebrón, quienes en su propia casa vivían rodeados de colonos judíos protegidos por el Ejército con armas «made in Spain», fabricadas en ocasiones en Euskal Herria. Rodeados del enemigo y acosados por la miseria se niegan a vender lo único que poseen, la Biladi, la tierra en que se alza su hogar, porque la Biladi pertenece a todo el pueblo palestino.

«Arrogancia» que es respondida con el asesinato de una hija y una nueva oferta económica para comprar la dignidad. Ofertas que reciben tantos «no» como hijos son asesinados.

Este es el día de la Palestina que no sale en las noticias, ejemplo de resistencia. Defender cada milímetro de la casa de sus antepasados, cada pulgada de la tierra que les pertenece aunque suponga la muerte de sus hijos e hijas o la propia. Vivir en forma de resistencia es todo lo que puede hacer un palestino, no hay muchas más herramientas.

Por ello hoy es más necesario que nunca impulsar una campaña de Boicot, Desinversión y Sanción al Estado de Israel. Sólo aislando y denunciando a quien invade y expolia la tierra palestina se oirán las palabras de dignidad de un pueblo que quiere vivir en paz en la casa que le pertenece.

Tarea que nos corresponde a todos y todas. Le toca al ayuntamiento de nuestro pueblo, comprometiéndose a no mantener relaciones con Israel; le toca a las asociaciones culturales, no organizando eventos con asociaciones israelíes mientras los derechos del pueblo no sean respetados. Nos toca seguir los ejemplos de Arbizu, Igorre, Zestoa y Alegia, que están hermanados con pueblos palestinos.

Toca presión popular para que el Estado de Israel no se vea democratizado gracias a lavados de cara como el que pretendían hacer en Hondarribia con un curso gastronómico impulsado por la Embajada sionista y que al final fue suspendido.

Y lo haremos acompañados además por otros pueblos y organizaciones que han conseguido, entre otras cosas, parar inversiones y contratos millonarios como los de la empresa de transportes Veolia, quien finalmente tuvo que dar marcha atrás en su participación de la construcción del tranvía del apartheid en Jerusalén. O la cada vez mayor lista de países que reconocen al Estado palestino: Venezuela, Nicaragua, Uruguay, Brasil, Argentina, Cuba...

El Estado israelí cada vez está más temeroso de esta lucha, por eso recientemente su Parlamento aprobó una ley que permite perseguir a las organizaciones hebreas que cuestionan la ocupación de los territorios palestinos.

Ya nos lo explicó Sergio Yahni, del AIC (Alternative Information Center), mientras nos enseñaban los asentamientos judíos en Jerusalén: «cualquier personas puede denunciar a otro que considere que su negocio se ha visto afectado por el llamamiento al boicot o cualquier comentario respecto al mismo, con multas desorbitadas o incluso pena de cárcel». Lo que en ese momento no podía intuir era que esa misma idea represiva me iba llevar a mí y a otros compañeros (y compañera) a una cárcel española, acusado precisamente de ejercer solidaridad activa e impulsar el boicot al Estado de Israel. Cárceles que llenamos de orgullo internacionalista y de lucha los más de 700 vascos o 7.000 palestinos. Dos pueblos pero una sola lucha, que echará abajo los grises muros de hormigón, que hará que crezcan firmes los olivos y los robles.

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