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Raimundo Fitero

Guerra sucia

Sin acritud alguna, lo que está sucediendo en la prensa española, con las cadenas televisivas a la cabeza, con ETA de fondo, es una clara muestra de guerra sucia política y mediática. Por activa o por pasiva, ETA, sigue marcando el ritmo político español. Y como están en estado de celo electoral, además de utilizar a los instrumentos del teórico sistema democrático a su servicio, es decir las fiscalías y abogacías del Estado español, que se resumen en una sentencia de Supremo con un pírrico resultado de nueve a siete para intentar frenar el tsunami democrático vasco, tiran de todas las bombas fétidas a su alcance.

Si se pudiera pensar que los pactos secretos y las cenas de la Moncloa, era suficiente basura, lo que ha sucedido en los últimos días con actas, mentiras y cintas de vídeo, han llegado hasta lo execrable. Huele tan mal, es tan salvaje lo que sucede, que no sabemos llamarlo de otra manera que guerra sucia. ¿Por qué se emite el vídeo de un detenido a los pies de un supuesto zulo, en interrogatorio con Baltasar Garzón, llevado en un tono de conversación de taberna sobre sí jugó bien o mal La Roja, en una especie de compadreo increíble? ¿Por qué sale ese vídeo en este momento? ¿Qué valor informativo tiene ese montaje audiovisual? ¿A favor o en contra de quién se emite? Mi impresión es muy particular. No me gusta nada. Ni las actuaciones de unos, ni las interpretaciones de otro. No le doy más valor que el de ser una pieza que forma parte del museo de la corrupción democrática en la que se ha metido el Estado español y sus medios de comunicación sincronizada.

Al igual que el que saquen las actas de unas reuniones o negociaciones. Unos papeles que según y cuando, tienen valor notarial o en otras ocasiones se trata de «mentiras de los criminales». Y está claro que en esos papeles hay cosas conocidas desde hace años, que ahora se convierten en armas de destrucción entre ellos, de su guerra sucia llevada a los límites. Exageran y sobreactúan para hacerse notar. Se dan palos como en los grabados de Goya. Son muy patéticos, pero simplemente manifiestan su odio y su talante tan poco democrático y su bajeza política.

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