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ANÁLISIS | ELECCIONES EN EUSKAL HERRIA

La campaña vacía

En un contexto en que muchos mítines se fingen, los debates pasan desapercibidos, las nuevas ideas brillan por su ausencia y las fotos superan a los discursos, es lícito preguntarse de qué sirven las campañas.

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Ramón SOLA

Los «mitines» sin público de algunas formaciones son el mejor símbolo de las campañas electorales modernas. Un vacío que no sólo se produce en los escenarios, sino que impregna también los mensajes: esta semana quizás sea recordada por imágenes anecdóticas (una pancarta, una pistola...), pero no por declaraciones políticas de calado. Tal vez por eso no fue problemático quitarle ayer un día al calendario.

Ayer se seguía hablando mucho en el ámbito estatal del «mitin» de la cabeza de lista de UPN, Yolanda Barcina, en Aizarotz. Al margen de la polémica concreta de la visita, el acto llamaba la atención por otra cosa. Constituyó un buen ejemplo del modo de hacer campaña que se va extendiendo: los mensajes destinados exclusivamente a los medios, sin contacto directo con el votante. Desde la calle, pero sin la calle, sin la gente.. El entrecomillado de «mitin» no es gratuito. El diccionario de la RAE define esta palabra como «reunión donde el público escucha los discursos de un personaje de relevancia política y social». En Aizarotz, Barcina sólo tenía delante a varias cámaras, unos pocos periodistas y los vecinos que le afearon su actitud. Si no fuera por éstos, las cámaras no hubieran abierto el plano y cualquier espectador se hubiera creído que sí, que efectivamente, UPN había dado un mitin en Basaburua. Pero no, era otra cosa.

No es una excepción. El PSN, por ejemplo, sustenta su campaña en lo que denomina «mitin-express». Cada día, su candidato principal, Roberto Jiménez, se planta en un lugar emblemático (el Monumento a los Fueros, la Ciudadela, Hacienda, el Hospital de Nafarroa...) y hace unas declaraciones que al filtrarse a través de los medios tienen efectivamente la apariencia de un mitin. Al parecer, con todos esos pequeños cortes -«canutazos» en el argot periodístico- se elaborará un relato com- pleto al final de campaña.

En el caso de las formaciones más pequeñas, los resúmenes televisivos muestran también muchos actos dirigidos al vacío o en los que compañeros de partido ejercen de «figurantes» para simular que hay público.

Hay excepciones, pero son escasas. El acto más concurrido de la campaña hasta ahora ha sido el de Bildu en el Anaitasuna, con unas 3.000 personas, numero que seguramente se superará mañana en el BEC de Barakaldo. El PSOE reunió a unos 1.000 en el Labrit, con todo un Alfredo Pérez Rubalcaba como cabeza de cartel (Zapatero ni está ni se le espera). El PP barajó contratar el Baluarte de Iruñea para la visita ayer de Mariano Rajoy, pero luego optó por lo más seguro: un acto de petit comité en un hotel en Uharte, que encima quedó suspendido por el terremoto de Lorca. Los actos del PNV están sumando a algunos cientos de simpatizantes, como el pasado domingo en la Plaza de la Trinidad de Donostia. Eran más o menos los que reunió Bildu el lunes en una ciudad más pequeña, Tolosa (en la imagen inferior). El sector al que tantas veces se ha descalificado como antipolítico o antiinstitucional es quien más implicación muestra en esta campaña, en número de actos y en afluencia.

Se preveía de antemano que esta campaña no sería ya la clásica de contacto en la calle, sino que se impondrían las nuevas tecnologías, pero tampoco. No son pocos los blogs de campaña de los candidatos que llevan varios días sin actualizarse. La producción videográfica resulta abundante, también con Bildu a la cabeza, pero sin generar polémicas como la del doberman del PSOE contra el PP en 1996 o del videojuego en que la candidata del PP simulaba matar inmigrantes en las últimas elecciones catalanas.

Esta primera semana no dejará ninguna pugna ideológica profunda para recordar, ninguna gran idea nueva (buena o mala) que se haya situado en primera plana informativa. Basta con ver que los titulares principales se los han llevado declaraciones muy poco noticiables en el fondo, como que el PSOE descarta pactar con Bildu, que el PNV quiere liderar un acuerdo por la paz, que Basagoiti no se divorciará de López...

Así las cosas, por ahora parece claro que, dentro de unos años, más que a los candidatos y sus discursos se recordará a Ander Errandonea y su pancarta.

Quizás por todo ello no resultó traumático que la campaña se detuviera ayer en Euskal Herria por una catástrofe natural ocurrida a casi 1.000 kilómetros, impactante y dolorosa pero sin ligazón posible con el 22-M. PP y PSOE fueron los primeros que cancelaron su actividad, el PNV les siguió y el resto de formaciones acabaron sumándose, arrastradas por una espiral más cargada de corrección política que de sentido común. Sea como fuere, las 24 horas de interrupción vienen a confirmar el vacío creciente de las campañas electorales modernas. Y, también, el predominio de la agenda española: ¿se habría suspendido la campaña en Euskal Herria si la catástrofe hubiera sido en el Beárne?

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