Jurgi San Pedro Diplomado en Urbanismo
España, aparta de mí este cáliz
El título es todo un poema, acto subversivo puesto en arte, que sirvió para identificar claramente ayer a esa España limitada y soberbia, y que sirve igual hoy con valor político irrenunciable sobre las dos orillas del Atlántico original y libertario.
Cuando el peruano Cesar Vallejo lo compuso en 1937, estaba ofreciendo al pensamiento universal y atemporal de la emancipación de los pueblos bajo yugo español, una tesis de reafirmación libertaria, tan trascendente como la tesis infinita contra la destrucción fascista de la humanidad, contenida en el «Guernica» de Picasso. Obra de arte que a pesar de ser homenaje a la sangre popular vasca por hectolitros derramada, sigue secuestrado hoy en Madrid, deslocalizada, resultado de una infructuosa operación política cultural de la resistencia vasca más moderada para rescatarla, como nos dejó testimoniado Jorge Oteiza.
Es precisamente nuestro internacionalista Jorge Oteiza quien asumió el reto de inmortalizar el pensamiento eterno que dejó escrito el baluarte peruano Vallejo, en acto de hermandad transhistórica. Le adjuntó una escultura al poema; la nombró igual, y la emplazó allá, en una plaza de Lima (1958) ejecutando así un acto de resistencia política que opera directamente sobre el registro de lo imaginario, lo simbólico y lo real, todavía hoy.
Una operación que se debe entender enmarcada en una cronología de cientos de operaciones artísticas de resistencia política que ejecutó el maestro: desde homenajes en escultura en plazas públicas y montes sagrados, hasta llamados públicos a la insurgencia cultural armada. Actos de resistencia política que recorren desde la década de los treinta hasta los noventa; que van desde su relación con Txabi-ETA en los setenta, hasta el llamado a la acción beligerante contra el proyecto «genocida cultural» Guggenheim en los años noventa.
Que esa escultura de su etapa conclusiva, es un claro acto de reafirmación política por la República que asesinaron los dueños del juego político de hoy, sería una tesis que chistosamente podrían refutar los catedráticos de Oteiza. Este Cáliz de España sigue siendo el mismo implorado por Cesar Vallejo: indigno Cáliz, entre otras cosas, por no representar ni el amor, ni la unidad, y por seguir lleno de sangre sin religar de nuestras abuelas, abuelos, madres, padres, hermanas y hermanos injustamente ejecutados por afán imperial.
Oteiza ejecutó con esa identificación poética en 1958, allá en la tierra martirizada por el imperio español desde el siglo XVI, y que tiene en la historia de los Pizarro su mejor exponente político criminal. Un acto de reafirmación política republicana y libertaria frente al Franquismo, ese fascismo emborrachado por el sueño de edades imperiales que sigue en claro proceso de constitucionalización como podemos comprobar desgraciadamente hoy, y que lo podría relatar magistralmente a la comunidad iberoamericana el doctor Miguel Castells, o ante cualquier Tribunal Internacional de los Pueblos que enjuiciará el Cáliz de esa España que se nos ofrece hoy, tan idéntica al que ofrecieron a la América originaria hace 500 años.
Reivindicar la apuesta por el republicanismo independentista de los pueblos originarios iberoamericanos no es objeto de discusión a estas alturas de la necesidad de ruptura con el Reino, en un contexto donde el sanguinario invento del moderno Reino de España, y su Cáliz, no se nos ofreció por la senda de la paz justa, esa paz lograda, negociada en condiciones de igualdad. Los estudiosos de las relaciones internacionales y la geopolítica saben que los exponentes gubernamentales de esta España con antecedentes penales internacionales han venido a menos. Nunca han respetado, ni la memoria de culto a la resistencia libertaria ancestral de los pueblos que somete, qué bien al contrario, es violada y profanada, deslocalizada y banalizada; ni han respetado la contemporánea metodología universal para resolver problemas políticos dentro de sus facciosas fronteras: la necesaria convocatoria del universo de potenciales contra electores a las urnas.
El pueblo-nación vasca es soberanista hoy, mayo 2011, como lo ha sido siempre, la matemática electoral incluyente así lo dice; hay miedo a preguntarle al pueblo si quiere ser república solidaria e independiente en este mundo iberoamericano que es de todos, al amparo del Derecho Público Internacional.
Y es que es verdad que es cotidiana la relación violenta con España, somos los que por lo menos, perdimos la Guerra Mundial que empezó en tierras vascas en 1936. Nuestra Memoria, que es la del constitucionalismo republicano y federal, sigue sin reinstaurarse; vivimos los déficits democráticos derivados del modelo político y sus disfraces que testamentó el fascismo internacional por boca del genocida Franco, y ahora su legatario, el Borbón y sus aliados internacionales. Llegan incluso a negar a sus iguales el derecho a rebelarse incluso por las urnas. El juego de la legalidad para extinguir derechos civiles y políticos básicos es proclamado ingenuamente caballo ganador en sus carreras persecutorias, de asimilación y conquista.
Es vital desarrollar nuestra memoria poética, de presente y de lucha. Identificando memorias de resistencia entre distantes latitudes para aunar nuestros imaginarios libertarios, y tener la capacidad de reconocer el contenido del Cáliz que se nos ofrece hoy.
Hablamos de Perú y de Euskal Herria esta vez, y es que algo comparten, como lugares simbólicos para nuestra memoria anti-imperialista. Si el genocidio ejecutado en la tierra de la nación Inca, iniciado por los Pizarro en Cajamarca y Quzco en 1532, supuso el embrión de la originaria historia imperial de España, el genocidio constituyente que enraíza el modelo de Estado español actual, es el resultado del genocidio comandado por Franco en alianza fascista con alemanes e italianos en 1936.
Nadie de los herederos directos de esa España genocida ha resarcido la Humanidad, hermandad rota por Franco y sus legatarios, a pesar de ser quienes siguen manejando la política de hoy. Que decir, de la sangre derramada por su tocayo, Pizarro, Francisco.
Nombrando a uno de los Pizarro, el primero de la cuadrilla de unos hermanos sanguinarios, traigo una imagen que quiere además de ilustrar la esencia del Cáliz de esa España que se nos ofrece hoy al republicanismo e independentismo progresista iberoamericano, sirva también como ejercicio de identificación imaginario entre el Cáliz aquel, y éste, del aquí y ahora.
La imagen se la tomo prestada a William Ospina, quien nos la aporta en su premiada novela que historiografía los inicios del imperio español en la patria grande de Cesar Vallejo: «El País de la canela» (2009). Insisto, es una imagen que trasmite la esencia de esa España, irrespetuosa, soberbia, acomplejada, que sigue decidiendo hoy sobre la vida de naciones originarias, como la vasca, la catalana o la gallega, como lo hiciera antes sobre la nación Inca y las otras en América. Una imagen que se convierte en hilo americano de esos que a Jorge Oteiza le gustaba tejer.
«Un día aquel prisionero que no sabía nada de la escritura le pidió a un centinela de la guardia que le trazara el nombre de Dios sobre las uñas y después andaba mostrando la mano a todos sus captores. Parecía complacerle ver que repetían la misma palabra cuando él les ponía esos signos ante los ojos. Pero Pizarro no reaccionó como los demás ante el juego, y Atahualpa tuvo la sagacidad de comprender que el marqués Francisco Pizarro era más ignorante que sus propios soldados. Hay quien piensa por eso que Pizarro, un hombre limitado y soberbio, se indigno por ser descubierto y casi ridiculizado por el rey prisionero, y que ese episodio influyó en la decisión brutal de matarlo después de recibir el rescate.»
Pensemos ahora en nuestros prisioneros políticos, que lo son de la Corona francoespañola, y lo son, como lo fue Atahualpa en el siglo XVI, o Miranda, precursor de la independencia hispanoamericana bicentenaria en el Siglo XIX. Pensemos en la lucha por la dignidad, y el respeto a la legítima y deseada soberanía como la necesaria invocación de Dios en el idioma de los verdugos; Pensemos en los límites del Pizarro, de ayer, como en los límites de esa España de hoy, que pretende gobernarnos por boca del candidato monárquico presidencial Rubalcaba; Pensemos en la decisión de aniquilar la resistencia política vasca a pesar de cumplir con las condiciones para participar en el juego electoral -la renuncia a la lucha política armada en una Europa hiperbelicista- como la decisión brutal de matar a Atahualpa a pesar de recibir el rescate.
¿Hasta cuándo va a seguir impuesto este Cáliz de dudosa honra y fatal naturaleza, que no es la de los pueblos originarios de esta España, y que no se ha consagrado a la paz, ni al amor, ni a la unidad? Los mercaderes de derechos humanos colectivos, a lo Pizarro, el de autodeterminación entre ellos, quieren seguir imponiendo la misa y su Cáliz. Quosque tandem...!