La alfombra roja está permanentemente extendida para Woody Allen, quien no ha fallado a su obligada cita con el Festival de Cannes, el lugar ideal para presentar su comedia parisina. Era una deuda que tenía pendiente, porque uno de los mejores momentos de su filmografía está contenido en «Todos dicen I Love You», con el número musical nocturno a orillas del Sena.

Allí quedó claro que sabe cómo representar en la pantalla la magia de la ciudad, y el guión de «Midnight in Paris» ha sido pensado para explotar dicho potencial.

Cuando dan las doce

El magnífico trailer de la película se limita a elogiar el encanto de París a distintas horas del día, pero deja en el aire lo que puede suceder, tal como avanza el título, a medianoche. Ese suspense muy bien sugerido invita al espectador a acudir a la sala de cine para comprobar qué sucede cuando dan las campanadas de las doce en Notre Dame. Semejante planteamiento responde al tipo de promoción turística con el que sueña cualquier alcalde de una gran ciudad, capaz de atraer a millones de visitantes a lo largo del año.

Uno de ellos puede ser el propio Woody Allen, o su alter ego en la ficción interpretado por Owen Wilson. El actor viste exactamente igual, gesticula y habla muy parecido, convirtiéndose en la prolongación perfecta del cineasta. Se supone que viaja a París en una especie de luna de miel con su novia, que a su vez acompaña a su familia en viaje de negocios. Pero una escapada con la familia política no tiene mucho sentido, así que el protagonista encontrará en su atractivo destino un verdadero punto de fuga.

En efecto, la noche parisina le transporta a través de un viaje en el tiempo hasta regresar a los míticos años 20, donde este escritor sin inspiración podrá conocer a artistas de verdad como Picasso, Buñuel o Man Ray. La musa que propicia tan mágicos encuentros es Marion Cotillard, de la que curiosamente se ha hablado menos que de Carla Bruni, la cual desempeña un papel menor como guía del Museo Rodin.

Al amanecer las cosas vuelven a ser tal como figuran en los folletos turísticos y quien ejerce de cicerone es el inglés Michael Sheen, en una caracterización pedante donde las haya. Su irritante presencia justifica, por sí misma, la búsqueda de soledad del protagonista, reacio a hacer planes en grupo, ya sea con los amigos o la familia.

A los toques fantásticos de esta comedia se añaden otros de suspense, debido a que las desapariciones de nuestro hombre levantan sospechas en sus suegros, que llegan a contratar un detective para que averigüe a dónde va, por si hubiera indicios de infidelidad. La trama se complica cuando el investigador, encarnado por el exótico Gad Elmleh, también desaparece de escena.

Es de agradecer que Woody Allen no se conforme con filmar a intérpretes consagrados, apostando por otros que están empezando. «Midnigh in Paris» puede suponer un fuerte espaldarazo para las carreras de Léa Seydoux o de Tom Hiddleston, sobre todo ahora que Hollywood ya se ha fijado en el actor inglés y le ha dado el papel de villano en «Thor». Ayudan a compensar los repartos y a mantener viva la atención del espectador.