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Raimundo Fitero

El campanazo

Otra vez una tragedia a partir de una manifestación de la tierra. Un terremoto de una escala media-alta provoca casi una decena de muertes en una ciudad murciana que ya había pasado en su historia por dos terremotos que arrasaron de manera más intensiva la ciudad: Lorca. Un terremoto de aviso, y el de mayor intensidad, seguido por docenas de réplicas de menor intensidad. Un guión conocido. Unas advertencias de los especialistas meses antes. Todo según lo previsto, menos que podía suceder de verdad, que había que prevenir actitudes de respuesta y, sobre todo, se tenía que haber cumplido con la normativa arquitectónica de manera total y absoluta, no parcial. Las investigaciones deberían dar datos sobre los materiales de construcción, sobre si se ajustan a lo proyectado y un largo etcétera.

En este caso se añade una circunstancia, se vivió en directo. Un equipo de «España en directo» prevenido por el primer temblor, estaba retransmitiendo en directo, frente a una iglesia y de repente sucedió. El campanario en espadaña saltó por delante de la fachada y cayó a pocos metros de reportero con micrófono en ristre. El campanazo que sirvió de espoleta periodística. Un grandísimo susto. Después las imágenes de las cámaras buscando escenas de la tragedia para poder transmitir lo imposible: el miedo, el pánico, la desorientación, el temor a una repetición, las preguntas internas de cada individuo sobre su situación en aquel instante en ese punto del universo.

Imágenes de calles, plazas, terrazas, automóviles hasta que empezaron a llegar las intervenciones de las autoridades casi nada competentes, las palabras lanzadas con retóricas paliativas y las acciones no realizadas, hasta convertirse en un tema improvisado en todos los programas de tertulia política. Todo eclipsado por la catástrofe y de repente aparecen los especialistas. Y ahí entran las dudas sobre los imprevistos y la pequeñez de la tecnología humana frente a las tripas del planeta y sus fuerzas telúricas. En el amanecer, la desolación, la improvisación, el desamparo, se plasmaban en todos los medios que desplazaron al lugar de los hechos la mayoría de los programas. El campanazo.

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