Los candidatos y candidatas aprovecharon la jornada de ayer para quemar sus últimos cartuchos y tratar de dar el empujón definitivo a sus aspiraciones, muy diferentes en función de los casos. Con la medianoche, acabó una campaña electoral que había comenzado con la celebrada noticia de que Bildu podría concurrir a las elecciones, y en la que esta coalición ha acaparado casi todo el protagonismo. Prácticamente todos los discursos, por un motivo u otro, han girado en torno a una candidatura que hizo su aparición pública hace poco más de un mes, y que ahora todos admiten que será determinante. No sólo en Euskal Herria, también en el Estado español, hasta la irrupción del movimiento que desde la Puerta del Sol exige democracia real, Bildu ha sido el principal objeto de debate.

Hemos asistido a una campaña caracterizada por un bajo perfil y con muy pocos actos reseñables, donde la mayoría de las formaciones ha apostado por formatos cerrados y apenas contacto con la ciudadanía. El miedo a que quedara en evidencia la cada vez mayor desafección de la sociedad hacia la clase política ha pesado demasiado. Ha dado la impresión de que a muchos se les han hecho largas estas dos semanas y que la desgana ha prevalecido sobre el entusiasmo. Con una excepción, esa coalición a la que todo el mundo mirará mañana.