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Asteko Elkarrizketa | José Dueso, de mitos y leyendas

«Las brujas representan todo lo que querríamos hacer»

Su pasión por la escritura viene de niño. Con apenas 11 años ganó el primer concurso literario. De los relatos pasó al teatro y luego a la antropología y la etnología. Cuando iba al monte con sus amigos, en lugar de hacer cumbre prefería hablar con los paisanos y escudriñar ermitas y lugares mágicos. Es uno de los principales divulgadores de la mitología vasca. Ha publicado dos centenares de libros. Leyendas, brujería y cultura popular son su fuerte. Por eso desmonta algunos de los mitos heredados de la noche de los tiempos.

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Creencias, miedos, supersticiones, códigos morales... ¿Qué nos dice de un pueblo su mitología?

La mitología es un conjunto de cosas. Por un lado es la memoria del pueblo y, por otro, la memoria de lo que han hecho creer al pueblo, lo que le han impuesto. Por decirlo de una manera simplista, la mitología es una religión muerta, fosilizada. Las religiones de hoy serán la mitología de mañana; el tiempo coloca las cosas en su sitio. Habrá nuevos inventos porque necesitamos creer en algo que nos trasciende; es inherente al ser humano. Las mismas preguntas existencialistas que nos hacemos nosotros se las hacían los primitivos.

¿La mitología es, por tanto, una mirada al pasado que nos ayuda a comprender la vida?

Sí, y a complicarla más también. En el sentido clásico, etnológico, la mitología reúne las creencias. Cuando aquí todavía no existía el cristianismo, ya existían religiones que luego han convivido. También en aquella época había gente que quería canalizar en su beneficio las preguntas existencialistas, como hacen ahora las religiones, y que intentaban utilizar el miedo.

¿Cómo era la religión primitiva de los vascos?

Matriarcalista. Todo da a entender que la principal divinidad era una mujer, Mari. Esto no se daba solo aquí; hay evidencias de que en todo Occidente -posiblemente en el mundo entero- en el origen fueron diosas. Y es lógico porque las mujeres son las que procrean, sobre todo en un tiempo en que la función del hombre en la procreación no estaba clara.

En la mitología vasca primitiva solo hay una diosa, Mari, que ha creado la tierra, la luna, el sol, el firmamento, que controla todo, que vigila que la gente se porte bien, que premia... De hecho, a principios del siglo XX había gente que todavía se refería al sol en femenino. Hay oraciones, rituales y plegarias que saludan al sol en femenino.

Luego vino la cultura judeocristiana, de tipo patriarcal, y empieza la idea del macho. Hay etapas en que los dioses son incluso hermafroditas, pero se acaba imponiendo el supermacho y el dios-padre, el dios-hijo...

¿El cristianismo acabó aquí con toda expresión de paganismo?

El paganismo es un conjunto de creencias anteriores a que el cristianismo se impusiera como religión oficial en Roma, por decirlo de una manera sencilla. Tenemos algunas evidencias del mantenimiento de creencias anteriores aquí mismo, en el país. En el siglo XVI, en el corazón de Gipuzkoa, por ejemplo, convivían el cristianismo y el paganismo, pero es que se trata de una provincia montañosa, donde no existían las comunicaciones de hoy. Atravesar Gipuzkoa era una odisea.

La mitología contiene las supersticiones y los temores del ser humano. ¿Cuáles han sido los miedos más frecuentes de los vascos?

Como todo el mundo: el miedo a la muerte, el miedo a morir y no saber qué hay después. Lo más probable es que no haya nada, pero es tan indemostrable como decir que sí lo hay. De eso se han aprovechado precisamente las religiones. Es indemostrable, pero hay gente que vive toda su vida en función de esa hipótesis. Se porta bien aquí porque después allí le premiarán.

¿Somos un pueblo crédulo, creyente, supersticioso?

Crédulos, como otros pueblos. No lo digo despectivamente; la gente necesita creer en algo; si no, la vida no tiene sentido, es un disparate. Todo lo que hacemos no habrá sido nada.

Otro gran dilema del que también se han aprovechado las religiones es la trascendencia del hombre desde el punto de vista material y desde el punto de vista espiritual. Yo llamaría a esta segunda opción energía inteligente. Hay quien contesta que lo religioso es lo que pasa después. ¿Pero eso no lo podemos hacer ahora? ¿O al menos empezar a indagar en ese sentido?

¿Existe alguna relación entre la orografía y la mitología?

Por supuesto. Los grandes mitos surgen siempre en el bosque y la montaña, que dan miedo. En la mitología ibérica y gran parte de la gala, por ejemplo, la gran fuente es el Pirineo, pero en el concepto que tenían los griegos: desde el Mediterráneo hasta Los Ancares, en el extremo de la Cordillera Cantábrica. Nosotros estamos justo en la depresión, en el cruce físico, telúrico, de población...

¿Dentro de Euskal Herria hay algún territorio que tenga mayores connotaciones mitológicas que otras?

Básicamente el Pirineo. También en la Llanada alavesa hay leyendas, pero muchas son de rebote. Imaginemos que se derrama un balde de agua; primero se hace una poza y luego se filtra. En la mitología, incluso en el tema de la brujería también, el centro es el Pirineo. Cuanto más se aleja, menos hay.

¿El caso de Aralar?

Aralar es Pirineo. Hay quien considera que es justamente el corazón del Pirineo, el lugar justo donde se divide, la bisagra de las dos partes; una es el Pirineo que concebimos del Cabo de Higuer al Cabo de Rosas, y la otra es la Cordillera Cantábrica. Aralar está justo en medio, es la bisagra. Tiene que ver también con las propias características de la tierra: fugas telúricas, simas, un complejo kárstico. Todo eso a la vez crea fantasías, miedos, mitos... Y cuando alguien tiene miedo de algo, automáticamente crea un antídoto para evitar los males. Hay quien, además, lo utiliza para influir en los demás.

¿Cuál es el personaje de la mitología vasca que más le atrae?

Sorgin, pero no la bruja-mujer, sino la bruja-mito. Sorgin es, en realidad un hada, una lamiña. Me gusta Sorgin porque no es mala ni buena; es precisamente el símbolo de la ambigüedad. Las sorgiñas mitológicas viven en su mundo, son femeninas pero no son mujeres en el sentido humano; son atractivas pero también pueden ser horrorosas; si no se les molesta tampoco molestan; viven y dejan vivir.

Luego, cuando se producen los procesos contra la brujería en los siglos XVI y XVII, ocurre que parte de esa mitología pasa a tomarse como humana. Hay casos -por ejemplo, el de María de Zozaia, del Proceso de Logroño contra las brujas de Zugarramurdi- que incorporan en las actas del proceso cosas del folclore.

Una de las cosas de las que acusaban a María de Zozaia, que era de Rentería, es que se convertía en liebre y engañaba a unos curas del pueblo que eran muy aficionados a la caza; los tenía todo el día corriendo por el monte y se reía de ellos. ¡Pero si eso es la leyenda de Mateo Txistu! Es además el mito del cura o del cazador errante de la cultura europea, o del conde Arnau de Cataluña... Pues eso que era una leyenda antigua está recogido como prueba contra María de Zozaia.

¿Y cuál es la leyenda que más le ha impactado?

Hay tantas... Una de las que más me gusta es vasca pero está basada -como muchas otras de Euskal Herria- en mitos clásicos. Es la del predicador de Izaro. Es una leyenda muy reelaborada.

En la isla de Izaro, frente a Bermeo, había antiguamente un convento. Un fraile joven conoció en una de las visitas a Bermeo a una chica que le gustó mucho. Aprovechando que su marido estaba fuera, cruzaba a nado hasta Bermeo, hacían sus cosas y volvía a la isla. Para saber cuándo podía ir y dirigirle, ella le ponía una luz en la ventana. Una vez, alguien de la familia de ella -la hermana según algunos- viendo el tejemaneje, cambió la luz de sitio y condujo al joven fraile a los escollos de la costa, donde murió. Al día siguiente, cuando apareció el cadáver, dijeron que era obra del diablo.

Es muy curioso porque esa es la leyenda de Hero y Leandro, una clásica de Grecia. Es lo mismo. Hero, sacerdotisa de una isla al servicio de los dioses, y Leandro, que cruzaba a nado en su busca hasta que lo descubren.

Es una leyenda bonita que demuestra, sobre todo, cómo se puede manipular un mito: cambió la luz el diablo porque estaba haciendo el mal...

¿Existió realmente la brujería? ¿Qué hubo de realidad y qué de fantasía en la brujería vasca?

Es la pregunta del millón. No hubo brujas, nadie voló en escobas, nadie estuvo en un akelarre haciendo cosas con el diablo, nadie se convirtió en gato negro... Sin embargo, sí hubo cantidad de gente que lo pasó muy mal acusada de brujería, de haber hecho eso y que, incluso, quemaron. Pero, sobre todo, hubo mucha más gente que tenía -y sigue teniendo- pánico a las brujas.

¿Qué es la brujería? En realidad no es algo concreto; es muy ambiguo, es una idea, una marca... Es como Al Qaeda. ¿Qué es realmente? ¿Quiénes son? Es algo que está ahí y que está creado para tenerle miedo; y lo utilizan los poderes para asustar a la gente. El miedo de la época fue la brujería.

Además, entendemos la brujería como mujeres desharrapadas que viven en el monte... No. La brujería es mucho más culta y se da también en las ciudades. De hecho, a nivel cercano, decían que Toledo era «la universidad del diablo», pero eran gente cultísima, que aprendían nigromancia y las artes «diabólicas» de la época: alquimia, hablar con los muertos, echar cartas, leer el pensamiento, predecir el futuro... No eran gitanitos ni brujas que no sabían leer, eran nobles, incluso, con unas inquietudes increíbles. Y eso ocurría en la antigüedad, a nivel espiritual, en todo Occidente y en Oriente. Pero el fenómeno daba miedo y se utilizaba para tener quieta a la gente.

¿Qué había realmente en el fondo de la historia? ¿Qué secretos conocían las mujeres de Zugarramurdi, fueran brujas o no?

Se ha relacionado la brujería con el curanderismo y la medicina natural. ¿Hay algo de cierto en ello?

Por supuesto, pero eso es solo lo que se ve. En el fondo, ¿realmente había una conexión entre ellas? Eso era lo que intentaba hacer creer la Iglesia oficial. Por eso interviene la Inquisición; comienzan a decir que es una secta que reniega del cristianismo y adora al diablo. Pero la propia Inquisición se da cuenta de que eso no cuela. Por eso, precisamente, deja de perseguirlas y recomienda que se deje de hacerlo, porque son fantasías.

Aquí, en Euskal Herria, se decía que adoraban al aker beltz, que no era el diablo, sino un elemento positivo. De hecho todavía se utilizan los chivos negros en los establos para alejar las enfermedades. No hay rebaño que no tenga un chivo negro porque eso trae buena suerte. Es la creencia de que aleja todo el mal de la cuadra. En cambio, el poder lo relacionaba con el diablo porque el macho cabrío es el demonio.

¿Existían realmente los akelarres?

No. Para empezar, el nombre tiene dos posibilidades. Aquí se ha dado por bueno que akelarre era el prado del macho cabrío porque aker era el macho cabrío y larre el prado. Era la traducción de urgencia de la Inquisición, a la que además le convenía que se reunieran en el prado con el macho cabrío e hicieran sus cosas.

Parece que el verdadero significado es el de alker y larre. La alkerda es la hierba dactilis hispanica, la más común en Europa y norte de África y la mejor para pastos. Precisamente Alkerdi es una variante toponímica de ese nombre y es el barrio de Urdax [Urdazubi] donde precisamente empezó la historia de las brujas.

¿Cuál es entonces el verdadero significado de akelarre? ¿Que se reunían en un prado de esa hierba o que estaba el macho cabrío? Yo más bien creo que se reunían en el prado de ese tipo de hierba. ¿Qué hacían allí? ¿Una orgía? No lo creo.

A principios del siglo XVII, la Inquisición española pone bajo sospecha a unas 300 personas, especialmente de Nafarroa y Gipuzkoa, por supuesta pertenencia a una secta de Satán. Culmina con el Proceso de Logroño en el que once de aquellas personas son condenadas a la hoguera. ¿Qué ocurrió en realidad?

Hubo una revuelta pero tampoco muy grande. Había malestar entre los vecinos de Zugarramurdi y de Urdax con el resto del Baztan, y luego entre ellos mismos, entre Urdax y Zugarramurdi, que no existían como pueblos. En el momento en que se produce el proceso, los de Urdax dependían del monasterio; eran siervos de la gleba, una especie de esclavos del monasterio. En Zugarramurdi, en teoría, eran pastores y campesinos libres, pero solo en teoría, porque también dependían económicamente del monasterio.

Es ahí donde empieza la historia. Parece que una chica de Zugarramurdi que había estado trabajando de criada en Ziburu había participado -según contaba ella misma- en un akelarre con las brujas del otro lado y alguna vez habían ido a hacer akelarres a Urdax. La chica empezó a decir, además, a quién había visto en el akelarre. La gente, muy crédula, empezó a asustarse: aquello era un nido de brujas. Y empezaron a salir los trapos sucios entre la gente. Para poner paz en la historia se hizo una confesión pública en la Iglesia de Zugarramurdi y, a partir de ahí, se olvidó el asunto.

Sin embargo, el abad de Urdax, que era espía del rey de Castilla, vio la oportunidad de acabar con la revuelta de los dos núcleos y, al mismo tiempo, denunciando el caso a la Inquisición, ser también espía de ésta, familiar del Santo Oficio, por lo cual también cobraría. El Monasterio de Urdax era tan poderoso que también tenía asiento y voto en las Cortes de Navarra. Tras denunciar lo de la brujería, vino la Inquisición, las detenciones y, más de un año después, el proceso. El abad se salió con la suya.

¿La persecución de la brujería era una estrategia política o un sistema de control social?

Sí, pero se realizaba en toda Europa. De hecho, un año antes del proceso de Zugarramurdi hay otro proceso en Euskal Herria que es, quizás, más famoso todavía, el de Pierre de Lancre a las brujas de Iparralde. Era consecuencia de la guerra que mantenían el señor de Urtubia y el concejo de San Juan de Luz por controlar la zona y los puentes, que daban mucho dinero, pero montaron la farsa con una falsa acusación y aquello empezó a crecer.

El último proceso de este estilo que se dio en América, el de la brujas de Salem, en Massachusetts, tenía su raíz en lo mismo: el control del puerto. La bola fue creciendo, las niñas declararon y declararon y, al final, no se iba a salvar nadie. Si seguían declarando, hasta el Papa estaría en el akelarre. Para entonces ya había habido catorce o quince ahorcamientos y tuvieron que parar; habían empezado a alcanzar ya a los propios burgueses.

Sin embargo, el mito de las brujas ha perdurado en el tiempo e, incluso, se ha rodeado de cierta aureola de romanticismo...

Sí, pero desde el punto de vista de la leyenda, porque la gente no conoce la parte histórica. Incluso se mira con simpatía, porque, en el fondo, volvemos otra vez al origen de la cuestión: las brujas son semidiosas y representan todo lo que querríamos hacer, que ni ellas mismas pudieron hacer: dominarlo todo, el tiempo, el espacio, a los demás, vencer todos los sufrimientos... En definitiva, vencer la materia. El gran problema de la humanidad, aunque necesariamente debe vivir en ella, es la materia. Si algún día existen humanos inmateriales, a lo mejor podrán ser felices; mientras haya materia es imposible, porque habrá dolor y muerte.

Sin embargo, a nivel histórico se desconoce el tema. A mí me han ocurrido anécdotas cuando en algunos medios he dicho que la Inquisición, por lo menos en España, fue positiva para las brujas. Rompe esquemas. Los que hicieron verdaderos linchamientos a las brujas fueron los poderes civiles. La Inquisición en España mató muy pocas brujas. Y además fue la propia Inquisición la que acabó con la persecución de la brujería precisamente con el caso de Zugarramurdi.

Parece que a la gente le mosquea que se diga esto, pero fue así. No hablo de otras herejías, pero en la brujería no creía ni la propia Inquisición.

¿Las leyendas y tradiciones del pasado nos condicionan en nuestra manera de ver y actuar en el presente?

Totalmente. Ese es el gran problema, sobre todo a nivel de religión. El gran lastre del progreso -no en el sentido material, sino de pensamiento- son los temas que tienen que ver con la religión, con la trascendencia, sobre todo en el sentido de que las religiones son grupos de poder. El ser humano tiene un sentido religioso y se basa en el miedo a la muerte. El problema es que eso se ha canalizado con intereses concretos por grupos de poder como las iglesias.

¿El mundo global se está comiendo la sabiduría y las fantasías de siglos?

Sí, pero se están creando otras. Nosotros no nos damos cuenta de que somos la Prehistoria o la Edad Media de otra era. La espiritualidad está desapareciendo, el materialismo triunfa. Eso es lo nefasto. Somos materia, pero ¿de qué sirve un mundo perfecto para ser solo materia? Lo interesante está en lo que no entendemos, en lo que no vemos... Por ejemplo, en las brujas. En el fondo, nos gustan las brujas porque no existen. Todo depende de las leyes del caos, nosotros también, y esa parte del caos es, quizás, lo bueno.

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