Movimientos de diverso signo comienzan a extenderse y visuali- zarse para dar al sujeto, que trataba de producirse como aislado, la posibilidad de desarrollar su ser colectivo, del que había sido expropiado. Con ideas sobradamente contrastables y difícilmente manipulables, se siente un todo con las mayorías sociales que pasan del desconcierto a la toma de conciencia de su potencial transformador: no sirve la actual farsa democrática, el cambio jamás vendrá de los partidos, los empresarios, ban- queros y propietarios son el origen y los responsables de nuestra ruina. Son éstas y otras sencillas constataciones las que están creando confluencias y poco a poco un sentido de pertenencia y de referencia imposible de controlar y difícil de frenar. Mientras esto comienza a ocurrir, los gobiernos y las instituciones del estado siguen en lo mismo. Violan sus propias leyes, y su única preocupación sigue siendo establecer nuevos mecanismos para ocultar o legitimar sus transgresiones.

Para ello recurren al hiperdesarrollo de las comunicaciones, buscan ocultar la acelerada construcción de un orden fundamentado en la incomunicación que conduce a la extinción de la diversidad cultural y busca imponer un modelo único de pensamiento y de forma de vida. Con el fin de quebrar este proyecto hegemónico, es necesaria más que nunca la contrainformación que no es sólo el desarrollo a pequeña escala de medios técnicos alternativos autogestionados, participativos y abiertos a todas las personas, es decir, democráticos, sino, sobre todo, la creación de nuevas formas de expresión y de contenidos que reinventen las formas de discurso y desenmascaren el monólogo ensordecedor del poder. Ésta es una clave fundamental para recuperar la sociabilidad en un momento histórico en el que nos tratan de extirpar la subjetividad. Cuando creían haber triunfado en la clonación mental total, se encuentran con que su propia lógica se vuelve contra ellos: la especulación, la deudocracia, la corrupción o la represión no les sirven para edificar la sociedad de zombis vivientes que pretenden instaurar, para que las mayorías existamos a su servicio.

A esta dinámica de visibilización y de confluencias está contribuyendo decisivamente el trabajo silencioso y silenciado de actores que durante años no han sido instrumentalizados ni asimilados por la lógica del poder, de aquellos que han tenido claro que en la vida sólo merece la pena aquello que no se puede comprar ni vender.

Confluir en lo que nos une, en la calle, sin miedo a perder nada porque nada tenemos. Con la seguridad de que cualquier cosa que hagamos va ha ser infinitamente más justa e igualitaria que lo que ahora hacen quienes supuestamente nos representan. Extender las confluencias, incluir, no excluir, multiplicar, no dividir. Éste es el reto principal para gestionar un movimiento civil imparable.