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Asteko Elkarrizketa: Xabier Uribe-Etxeberria. Un vasco en Silicon Valley

«La web nos permite jugar a ser grandes y competir con la mayor empresa del mundo»

Representa el espíritu emprendedor en estado puro. Joven, sobradamente formado, inquieto, ambicioso y con una determinación de hierro. Creó una empresa especializada en las más innovadoras tecnologías de la web y le puso el nombre de la montaña mitológica de los vascos, Anboto. Desarrolló un sistema que aplica el lenguaje natural a la asistencia virtual . Un año después fue elegida como mejor empresa joven con proyección del mundo. Promovió la reciente Bilbao Web Summit y consiguió traer a Euskal Herria a los mejores del sector.  Habla con la misma naturalidad de Bilbo o de Silicon Valley, donde en breve abrirá delegación. Y esto –dice– es sólo el comienzo.

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Xabier Uribe-Etxeberria

Getxo, 1981. Ingeniero Industrial –Electrónica– y de Organización por la Univ. de Deusto. Másters y especializaciones en Procesamiento de Lenguaje, en Espíritu Empresarial de Desarrollo en el MIT de EEUU, en Marketing Digital en la Harvard Bussines School, en Negociación en Monterrey, en Estrategia de Venta Global en Chicago, en Innovación, en Lingüística y en Técnicas de Motivación. Habla euskara, castellano, inglés y portugués y tiene conocimientos de alemán y francés. Miembro del Consorcio World Wide Web, de la Fundación Metalingua de la Unesco y de Eusko Ikaskuntza. En 2009 funda la empresa Anboto, proveedora de tecnología basada en el procesamiento del lenguaje natural y asistencia virtual, con sede en Erandio y delegación en Boston. En 2010 fue elegida mejor “start-up” del mundo. Prevé expansión en México, Santiago de Chile, San Francisco (Silicon Valley) y Londres. Promotor y presidente del comité organizador de la reciente Bilbao Web Summit.

Pertenece en calidad de experto al Consorcio World Wide Web (W3C), conocido como el «gobierno mundial de internet», que marca las pautas y toma las decisiones sobre el futuro de la red. ¿Hacia dónde vamos?

Cada vez somos más nómadas y queremos tener todo al alcance de nuestra mano y, si puede ser, incluso mientras estamos moviéndonos. Todo se empieza a trasladar a dispositivos móviles. Se trata de tener acceso a los servicios, de poder hacer las compras on-line, de recibir clases on-line o de que podamos tener el médico también a través de internet. Muchas de las cosas que hacemos hoy -por ejemplo, ir al banco o coger cita en el centro de salud- pasará a no ser tan presencial y ser más a través de internet.

En cuanto a pasos técnicos inmediatos, acaba de salir el HTML-5 [quinta versión del lenguaje para la elaboración de páginas web], que va a cambiar muchísimo el aspecto visual de la web, en particular en lo referido a gráficos. En un futuro algo más lejano, caminamos hacia la web de los datos y la semántica.

Es usted el responsable de un concepto innovador en la asistencia virtual: han sustituido el diálogo guiado por el diálogo libre. Parece un paso más allá del avatar...

Es un paso bastante más allá. Por ejemplo, en un sistema para un servicio de salud se trata de que podamos hacer a través de internet una reserva de cita con el médico con el lenguaje natural; es decir, sin tener que ir al centro de salud y sin tener grandes conocimientos de internet, sino de manera escrita o hablada, diciendo, por ejemplo, «quiero una cita con el traumatólogo» y que el ordenador sea capaz de entenderlo. En lugar de aprender nosotros el lenguaje del ordenador, se trata de que el ordenador aprenda el nuestro. Y si nos faltan datos, que el ordenador o el dispositivo móvil nos los pregunte.

Los expertos han calificado su tecnología de quinta generación y como la mejor del mundo porque permite un diálogo natural entre usuarios y ordenadores. ¿Hasta dónde puede llegar la relación entre las computadoras y los humanos?

Todo es cuestión de tiempo y de dinero... Nosotros vamos a intentar cambiar la forma de ver internet. Nuestro objetivo como empresa Anboto es ser líder mundial en menos de dos años, pero también es intentar cambiar el mundo a mejor y que la relación con la máquina y con los servicios sea mucho más amigable.

En un futuro próximo, con los sistemas que estamos creando existirá una interacción lo más natural posible pero siempre y cuando hablemos de sectores concretos, porque cuando se amplian van apareciendo ambigüedades y es mucho más difícil mantener un diálogo sabiendo que puede estar hablando de una cosa o de otra. Si se focaliza, se puede llegar a un diálogo muy parecido. Mucha gente dice «este sistema no es mejor que uno humano, porque el humano me habría contestado a esto». Pero el sistema no le ofrece uno humano, sino muchos.

A finales del pasado año, su empresa fue premiada como la mejor «start-up» [empresa joven con grandes posibilidades de crecimiento] del mundo, entre mil empresas de vanguardia analizadas. ¿Cuál es el secreto?

Sobre todo, el secreto es el trabajo; trabajar e intentar controlar todos los factores que puedan determinar el éxito. También cultivar tu red personal, que es una de las cosas más importantes. Es un poco el eslogan que tenemos en la oficina: el éxito o el fracaso no dependen de las circunstancias sino de nuestra actitud frente a ellas.

Es decir, siempre va a haber circunstancias adversas, pero ante ello utilizo una fómula: si las circunstancias son más adversas, tendremos que poner más actitud. Si no conseguimos el éxito es que no lo hemos intentado con la suficiente fuerza. Al final, todo es actitud; no voy a decir trabajo porque si se trabaja en una dirección que no es la correcta, nunca hay viento favorable para el que no tiene rumbo. No es sólo trabajo, es también actitud y saber cuáles son los factores que pueden determinar el éxito e impulsarlos.

Le persiguen cazatalentos, inversores de capital de riesgo... ¿Tan emocionante es el mundo de los negocios en la red?

A mí me parece apasionante, yo estoy encantado. Sociedades de capital-riesgo y muchas empresas grandes nos hacen ofertas... Sin embargo, tengo claro que todavía no han visto más que la punta del iceberg y que nos queda mucho camino por recorrer para que vean la verdadera Anboto. Sólo se ha visto una puntita muy pequeña. Tenemos que dar mucho que hablar los próximos cinco años.

Veo que tiene usted mucha seguridad en sí mismo...

Sí, al final tú eres el responsable de todo lo que te sucede. Yo tengo muchas confianza. Al principio, Silicon Valley me daba un poco de vértigo, pero cuando vas con confianza empiezas a conocer a la gente y ves que no son ni más listos ni más guapos que nosotros; esta gente ha sido como cualquiera de nosotros y ahora está triunfando. Es porque se lo ha creído y ha trabajado. Cuando comienzas a ver que las cosas son posibles, empiezas a tratar de tú a tú a los demás.

¿Cuál es la clave de un emprendedor?

Conocimiento, valor, atreverse a tocar una puerta... Pongo el ejemplo de uno de nuestros primeros clientes, que fue Vueling. No cogían el teléfono, no nos pasaban con el responsable; miré en internet quién era el director de marketing, cogí un avión, me presenté en la puerta y dije «quiero estar con este señor». ¿Has quedado con él?, me preguntaron. «No, pero quiero estar con él». Y me atendió.

Otra de las claves es trabajar la red personal, la networking, ir a sitios, conocer gente, intentar tener prescriptores internacionales; es decir, gurús de la materia de lo que estés haciendo, e intentar demostrarles que tu producto es el mejor del mundo y que hablen bien de ti. Eso es fundamental. Si habla bien de ti el líder mundial de una tecnología, ya tienes mucho camino hecho porque no lo dices tú sino alguien. Además de que tu tecnología sea la mejor, la gente tiene que saberlo. Yo doy muchísima importancia a este tipo de cosas.

¿Los vascos seguimos teniendo el espíritu emprendedor que siempre se nos ha atribuido?

Si comparamos con otros lugares del mundo, creo que sí, pero si miras a Silicon Valley o a este tipo de líderes mundiales, ves que allí sí se respira espíritu emprendedor. De todas maneras, el 90% de la gente de Silicon Valley no es de allí; es gente que ha ido allí. Los fundadores de las mayores compañías son de otras partes y han ido buscando ese entorno de capital-riesgo y de aprendizaje que hay.

La verdad es que antes sí había aquí más espíritu emprendedor y tal vez nos estamos acomodando un poco, pero yo animo a que la gente lo intente porque si lo intentas y tienes confianza suficiente vas a triunfar seguro. Y si fracasas una vez y te vuelves a levantar, seguro que triunfas la segunda.

¿Cómo estamos los vascos en el terreno de la innovación tecnológica y de la tecnocultura?

Yo realmente estoy un poco cansado de la palabra innovación...

Pues le ponen a usted como ejemplo de innovador...

Sí, pero creo que la palabra está desgastada ya, se está sobreutilizando para todo. Ponen la palabra innovación en todas partes, como hace diez años fue la calidad y dentro de cinco años se pondrá de moda otra. Aquí siempre se ha hecho innovación; en máquina-herramienta, por ejemplo, y en otros sectores, hemos sido punteros en Euskadi. Y creo que, dentro de lo que cabe, y a pesar de que hacemos cosas mal, igual somos los menos malos. Al final, todo se puede mejorar.

Y ves que es mejorable habiendo vivido en otras partes del mundo y viendo que todo se mueve a una velocidad bastante más rápida que aquí, porque hay mucha más competencia. Aquí es casi un microcosmos, un microclima de empresas en el que, al final, vendes al de al lado, pero allí hay competencia para vender a todo el mundo.

Algunos expertos lamentan que hemos comenzado tarde a vender correctamente, que hemos prestado más atención al mercado cercano que al mundial. Dicen que, hasta hace apenas una generación, hemos sido excelentes productores pero torpes como vendedores...

Es lo que suelo decir yo. Cuando aquí se monta una empresa -por ejemplo, de software-, su objetivo es vender el sistema a Iberdrola, a la BBK o a Fagor... Pero, vamos a ver, si el objetivo de la empresa pretende ser global, el cliente debe ser el Citibank, Wells Fargo, Walmart, Sony, empresas globales... Ese debe ser nuestro objetivo.

La web nos permite ahora ser globales desde nuestra propia casa y eso es una cosa importante. Es una plataforma tremenda, muy democrática, muy meritocrática, en la que desde nuestra propia casa o desde nuestro propio garaje -como dicen en Silicon Valley- podemos jugar a ser grandes y competir con la mayor empresa del mundo.

Hablan de usted como «conquistador de Silicon Valley». ¿Cómo es una reunión en la cuna de la innovación tecnológica mundial?

Muy al grano, como me gusta a mí. Depende con quién sea, con una sociedad de capital-riesgo o con un cliente, pero siempre hay que llevar todo muy bien preparado. Hay que llevar lo que llaman value proposition, es decir, la proposición de valor: no le cuentes rollos. Imaginemos un ejemplo: queremos vender un sistema a una aerolínea estadounidense. No puedes ir explicándole que tienes la mejor tecnología del mundo, que has ganado estos premios y no sé qué historias. Aquí esas cosas valen mucho más, pero allá debes ir al grano, y le preguntas si quiere que le ayudes a reducir los costes un tanto por ciento o a aumentar las ventas un tanto por ciento... «Tengo un sistema que es capaz de hacer eso». Y vas creando el interés.

Las reuniones son muy rápidas. Hay que ensayar lo que ellos llaman el elevator pitch [discurso de ascensor]; tienes que ser capaz de crear en 55 segundos interés para tener luego una reunión más profunda. Tienes que ensayar la proposición de valor, lo que él va a querer. Depende de qué empresa sea, querrá una cosa u otra: unos más beneficio, otros más notoriedad, otros imagen e innovación... Hay que preparar muy bien eso. Y si hablas con alguien de capital-riesgo, te van a hacer cuatro preguntas; hay que ir muy bien preparado porque te calan a la primera: vale o no vale.

¿Qué papel juega la ambición en ese tipo de negocios?

La ambición supone un porcentaje muy alto, sobre todo en lo referido al mundo del software. Y también creerte que puedes hacerlo porque todas las empresas parten de lo mismo.

¿Es usted muy ambicioso?

Sí, sí.

¿Qué claves de cultura empresarial ha aprendido fuera que necesitaríamos incorporar aquí?

En Silicon Valley, por ejemplo, existe la cultura de que cuando hay que trabajar se trabaja y cuando hay que descansar se descansa. Cada uno sabe lo que tiene que hacer y es responsable de ello.

Otra cosa que me gusta mucho es la open door policy [política de puertas abiertas], que es tanto para empleados como para gente que viene de fuera. Allí puedes acceder prácticamente a quien quieras. Si deseas tener una reunión con alguien puedes tenerla, es muy abierto. Es una cultura de involucrar, de que la gente realmente sepa del proyecto de la empresa y lo impulse.

Aquí también tenemos una cultura empresarial fuerte. En Euskadi tenemos, por ejemplo, el tema de las cooperativas. Eso me gusta y lo hemos intentado incluir aquí: el tema de los objetivos, de sentirnos parte de la empresa, de impulsar todos y querer cambiar el mundo.

Dicen los expertos que los vascos arriesgamos cada vez menos. ¿Es quizá miedo al fracaso?

Igual sí. Yo personalmente no lo tengo, pero probablemente sí hay. Cuando fracaso, además, me da tanta rabia que intento con más fuerza tener éxito. Me han ocurrido muchos casos. En EEUU dicen que cada vez que has fracasado has aprendido algo. Lo decía Edison cuando le preguntaron si se sentía fracasado al haber fallado dos mil veces al inventar la bombilla. «No -dijo-, ahora sé dos mil maneras de cómo no hacer la bombilla». Al final, siempre se aprende algo. Otra persona solía decir: «Algunas veces triunfo y otras aprendo». Es un poco la filosofía de allí; quizás te atienden más si, al menos, lo has intentado.

La Bilbao Web Summit [cumbre mundial sobre la web] nació de su empeño personal tras una visita al Consorcio 3W en Silicon Valley. ¿Cómo consiguió atraer a los máximos expertos del mundo en la materia?

[Risas] Empeñándome, hablando con ellos y creyéndomelo. Cualquier otra persona habría ido allí y habría renunciado. Yo veía aquello y decía «esto lo podemos hacer en Bilbao o en Euskadi, y además lo podemos hacer mejor». Lo que pasa es que nadie se atreve. La clave es atreverse a plantearlo. Y que digan no y que explique por qué, que den una razón. Entonces intentaré solucionar estas razones. Hay que convencer a mucha gente, porque no fueron sólo los del Consorcio 3W, mucha más gente de EEUU vino a apoyar el evento. Fue un éxito tremendo.

¿Seguirá celebrándose aquí la Web Summit?

Sí, creo que ha venido para quedarse. Esperamos volver a hacerlo. La siguiente semana ya nos pusimos en marcha para intentar cerrar gente muy potente -hablamos de fundadores de compañías líderes en el mundo del software- para que dentro de dos años, en 2013, se pueda repetir incluso con más fuerza, con más secciones y con más temas.

¿Eventos como la reciente Web Summit sirven para poner Euskal Herria en el mundo?

Creo que sí. Yo tenía claro que teníamos que hacer un evento global. Esto viene de la idea de ir a buscar algo más. Hicimos análisis y listados de los premios que había en el mundo y vimos una carencia: no había un premio para quien más haya favorecido a la humanidad a través de internet. Hay premios Nobel de Física, de Matemáticas, de la Paz... Quizás el mundo ha cambiado y hay una carencia. Esa es otra de las claves del éxito de este evento. Hemos hecho el premio de lanzamiento -se le dio a Tim Berners Lee, el padre de la web- y ahora estamos creando un comité de jueces -aparte de gente del Consorcio 3W, personas muy renombradas en Silicon Valley, premios Nobel, este tipo de gente-.

Precisamente Tim Berners Lee recordaba en Bilbo que «internet agranda el abismo entre los países pobres y los ricos». El acceso al agua potable y a la sanidad marcan algunas de las grandes diferencias. ¿En el futuro el acceso a internet será también una de las grandes brechas?

Creo que sí. Además, Tim habló no sólo del acceso a internet. Puedes tenerlo y, sin embargo, no poder utilizarlo porque, tal vez, no hablas inglés o los idiomas que más se usan, y en tu propia lengua hay muy poco contenido o, incluso, no lo hay. Por lo tanto, no es sólo el acceso a internet sino también que haya recursos en idiomas, accesibilidad, contenidos... Son un montón de factores.

¿El acceso a internet acabará siendo un derecho humano?

Buena pregunta... Probablemente, sí.

¿Internet puede servir para hacer del mundo un sitio mejor?

Creo que sí, estoy convencido. Ya tenemos acceso a mucha más información, sea en salud, en educación, en transparencia, en un montón de temas en los que internet ayuda muchísimo.

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