Sokurov entusiasma con «Fausto» y Friedkin divierte con sangre en Venecia
Alicia G. DE FRANCISCO (EFE) | VENECIA
La competición oficial de la Mostra de Venecia presentó ayer dos películas extremadamente diferentes. Una estética versión de «Fausto» de Alexander Sokurov, que entusiasmó al auditorio, y una historia de sangre y bajos fondos de William Friedkin que provocó carcajadas con su humor negrísimo. Dos horas y cuarto para presentar una lectura entre líneas de la obra de Goethe con la que Sokurov cierra su tetralogía sobre la naturaleza del poder y menos metraje para «Killer Joe», una comedia a medio camino entre Tarantino y Robert Rodríguez en la que brilla un excelente Matthew McConaughey.
Muy potentes ambas, aunque es «Fausto» la que mejor encaja en el esquema de un festival como Venecia.
Un «Fausto» que muestra los pensamientos de la vida, del hombre y del individuo y en el que la naturaleza es parte esencial de su ser, explicó Sokurov en rueda de prensa.
Rodada en Islandia, con actores alemanes y en alemán -«es el lenguaje del texto y del subtexto, un idioma esencial para Goethe», señaló el director ruso-, es una película con la que Sokurov ha querido cerrar un ciclo. «Moloch» (1999), sobre Hitler, «Taurus» (2001), sobre Lenin, y «The Sun» (2005), sobre el emperador japonés Hiroito, fueron las tres primeras partes de una tetralogía que el realizador decidió hacer en la década de los años ochenta. Y, ahora, la finaliza con este «Fausto», una figura simbólica con la que cierra la serie de grandes jugadores que perdieron la apuesta más importante de sus vidas, en palabras del realizador.
Una película con la que ha querido explorar cómo era el mundo en el que se desarrolló esta obra, en la que muestra a un Mefistófeles casi demoníaco y en el que hay una gran dureza visual.
Corrupción y drogas
«Killer Joe», la última obra de Friedkin, está basada en parte en un hecho real en la que la violencia está presente desde el primer hasta el último fotograma.
Responsable de películas como «El exorcista» (1973), «French connection» (1971) o «Vivir y morir en Los Ángeles» (1985), William Friedkin recupera su lado más truculento para contar la historia de una familia, cuanto menos, surrealista.
Chris (interpretada por Emile Hirsch) discute con su madre porque ésta le ha robado parte de la cocaína con la que ella trafica. Así que va en busca de su padre -divorciado y casado de nuevo- al que convence para matarla y, para ello, contratan a un policía corrupto, conocido como «Killer Joe» (Matthew McConaughey).
Con una puesta en escena lleno de aires paródicos, actores exagerados y raudales de sangre, Friedkin apuesta por el histrionismo y acierta en el tono absurdo de la situación para provocar que sea el humor negro el que capte la complicidad de los espectadores.