Análisis | La soberanía como eje del desarrollo y estabilidad de los pueblos
Somalia, la excepción en el Cuerno de África, e incluso más allá...
Somalilandia declaró su independencia hace ya 20 años. Desde entonces, su lucha por encauzar un proyecto soberano ha tenido su cara y su cruz. A pesar de ser calificada como el oasis del Cuerno de África, la llamada comunidad internacional sigue sin reconocer su situación.
Txente REKONDO | Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
La realidad de Somalilandia, con sus defectos y aciertos, puede convertirse en un ejemplo de cara a los colapsos estatales o los llamados Estados-fallidos en otros lugares del mundo, y a día de hoy es una realidad soberana, a pesar de su no reconocimiento internacional.
Estas realidades son designadas con distintos términos: «cuasi estados no reconocidos», «estados de facto…» y todas comparten elementos básicos: una dirección política con apoyo popular; capacidad de gobernar a una población determinada; de controlar el territorio; de entablar relaciones con otros estados y un amplio reconocimiento internacional…
Transnistria, Osetia del Sur, Abjasia, Nagorno-Karabaj o Somalilandia, entre otros, cumplen todas las condiciones excepto la última. La hipocresía o doble rasero se pone además de manifiesto cuando sí son reconocidos estados que no controlan su territorio, que no logran dotar de los servicios básicos a su población ni mantener una gobernabilidad estable.
Los argumentos de los detractores del reconocimiento de Somalilandia se vuelven contra ellos cuando se les recuerdan los casos de Eritrea (alteración de fronteras en el continente africano) o de Eslovenia y Croacia (en Europa) por poner algún ejemplo. Algunos estados se aferran además al debate en torno al sujeto de decisión, y pretenden que en el caso de Somalilandia la población de Somalia también participe en la decisión final. Algo que no tuvieron en cuenta cuando se desmembró la antigua Yugoslavia.
Somalilandia lleva tiempo desarrollando las llamadas «cuatro R». Por un lado, la reconciliación, donde ha venido jugando un papel clave el sistema de los consejos de ancianos (Guurti), que ha sabido compaginar una especie de alianza entre tradición y modernidad.
Por otro lado, está la reconstrucción, en la que una conjunción de seguridad, descentralización y aportaciones económicas de la diáspora han permitido un cambio sustancial en estos años. También es clave la religión, en un país musulmán, y donde las cofradías sufíes han desempeñado un papel muy importante, y que ha impedido que se desarrollen tendencias jihadistas o de un islamismo más radical, y donde se mira con atención al modelo turco. Y, finalmente, el reconocimiento internacional, la gran cruz del país. A pesar de contar con las simpatías de algunos estados africanos (Sudáfrica, Ruanda o Kenia), son más los que se oponen (Egipto, Sudán, Arabia Saudí…).
Somalilandia reúne los criterios objetivos para ser reconocido como un estado soberano: tiene una población permanente (asentada además con la vuelta de desplazados y refugiados; un territorio definido (con clara referencia al protectorado británico de Somalilandia); un gobierno con una autoridad política organizada y que es capaz de dotar de seguridad al país y hacer frente a los problemas de la piratería o del jihadismo transnacional; capacidad de entablar relaciones con otros estados, y, a pesar de los obstáculos que debe superar, el país mantiene misiones diplomáticas en diferentes puntos del mundo.
Todo un abanico de excusas se expone para frenar el reconocimiento internacional. Desde los que prefieren una Somalia unida, hasta los que condicionan cualquier acuerdo al proceso de paz somalí, pasando por aquellos que sostienen que debe ser la Unión Africana la que determine si es o no un estado independiente. Como se puede observar, todas ellas son razones políticas y no basadas en cuestiones de legalidad. El temor de muchos estados a que se abra una especia de caja de Pandora que redefina y articule una realidad internacional más acorde con las voluntades de los pueblos y naciones del mundo, sirve de freno para el reconocimiento de nuevos estados.
En un ejercicio democrático, Somalilandia ha aprobado en dos ocasiones su independencia de manera formal. Tras la declaración de 1991, en 1993 el sistema tradicional basado en la estructura de clanes aprobó la independencia, y en 2001 el 97% de la población hizo lo propio en un referéndum. En la última década ha elaborado además una constitución, ha celebrado elecciones parlamentarias, municipales y presidenciales.
Los avances en la actividad comercial, la restauración de las infraestructuras, los sistemas de telecomunicaciones, el sector servicios o las transacciones financieras han dotado a esta realidad de un empuje desconocido en la región. El resurgir económico no ha sido sencillo, pero el país sigue basando buena parte de él en la importancia que ha tenido el pastoreo y el comercio de ganado, a pesar de las trabas y boicots puntuales de Arabia Saudí, o de la ausencia de inversiones extranjeras.
Paralelamente, esa estabilidad y auge económico han propiciado un desarrollo social desconocido en la zona. El auge de las ciudades y del sedentarismo, una red de servicios sociales (educación y salud) que aunque todavía tiene mucho por desarrollar y obstáculos que superar (peso del sector privado en materia sanitaria y, costes, menor presencia de mujeres o desequilibrio campo-ciudad en el sector educativo) sigue avanzando.
Entre los obstáculos que afronta además está el del consumo del qaad, que condiciona la economía de muchas familias y dificulta el desarrollo social. Pero, sin duda, uno de lo mayores problemas reside en el no reconocimiento internacional (que tiene consecuencias negativas de calado, pues frena el desarrollo de importantes sectores, como el petróleo o gas, así como el acceso a fondos financieros internacionales).
Somalilandia ha mostrado al mundo que su modelo es la antítesis del colapso de Somalia, que rechaza una fórmula unitaria con el país vecino y a pesar de todo la comunidad internacional sigue negando su reconocimiento (en lo que coincide con los islamistas somalíes de Al-Shabaab). Este ,país a pesar de todo, sigue representando un modelo atípico en el Cuerno de África con su proceso de democratización, desarrollo económico y estabilidad.
Como dice un prestigioso analista local, «en los últimos años hemos logrado llevar adelante un proceso de reconciliación, desmovilización y restauración de la ley y el orden. Nuestra capital es un centro comercial de carácter internacional y hemos sabido frenar amenazas latentes como la piratería y el jihadismo transnacional». Y a pesar de todo la comunidad internacional prefiere mirar para otro lado.