Fermin Munarriz Periodista
El tren no para
Se hace difícil hablar de algo positivo; más aún ante el dolor personal de los cinco políticos condenados. Sin embargo, existe motivo de optimismo para quienes confían en el cambio. La condena es un error del Estado.
Quien haya seguido los últimos meses a portavoces y analistas de las dos grandes corrientes españolas ha podido comprobar una indisimulada ansiedad ante la evolución de la situación política vasca, que va mucho más allá de Bildu. Las cosas han adquirido en Euskal Herria una velocidad y una dirección impensables hace apenas tres años. España no oculta el vértigo ni el temor que le produce. Políticos y periodistas pugnan en proclamar que los independentistas vascos no deben ganar la paz, no deben gestionar la normalización, no deben gobernar, no deben contar la historia...
El Estado ha intentando abortar la iniciativa abertzale: desde provocaciones con redadas multitudinarias a torturas, amenazas e, incluso, la detención de los ahora condenados. Pensaba que con ello podría neutralizar la readecuación estratégica de la izquierda abertzale. Llegaba tarde. El tren estaba en marcha.
La sociedad vasca es consciente de los cambios que se han producido, los aprueba y los aplaude, y conoce a buena parte de sus promotores. Sabe quién ha arriesgado por la paz y la normalización, con nombres y apellidos, y hasta siglas, aunque sea ilegales.
PSOE, PP e instituciones del Estado han visto pasar ese tren pero han renunciado a compartir viaje en él con la vana suposición de que sin ellos no iría a ninguna parte. Incluso de que podrían pararlo a bofetadas. Pero cada día que pasa el tren va más rápido.
La sentencia de ayer es una manera de proclamar efímeramente ante la población española que han vuelto a vencer al enemigo, al «terrorista». Que han parado el tren, aunque sea un rato. En cambio, la sociedad vasca, incluida esa porción de voto de orientación española, percibe cada día más ese mensaje como un inmenso disparate que no hace sino alentar y alimentar la desafección de los vascos. Y como una fuente de frustración y hasta de debilidad del Estado. El inmovilismo da votos de Pancorbo para abajo, pero los quita de Pancorbo para arriba.
Han dado una nueva vuelta de cerrojo en la cárcel a un grupo de artífices del cambio. Son los Nelson Mandela de Euskal Herria. Y como a él, sus enemigos les temen. Porque el tren no para.